Relato de la Tradición zen HILO DE PLATA, HILO DE ARAÑA

Relato de la Tradición zen
HILO  DE  PLATA,  HILO  DE  ARAÑA

Poemas, prosa, pintura, escultura… “Se cuenta que un día el Buda se paseaba por los Cielos, a orillas del Lago de la Flor de Loto. En las profundidades de ese lago, Buda podía ver el Naraka (Infierno). Ese día observó a un hombre llamado Kantaka quien muerto unos días antes, luchaba y sufría en este infierno. Buda, lleno de compasión, quería ayudar a todos aquellos que, a pesar de haber caído en el infierno, habían hecho una buena acción en su vida.
Kantaka había sido un ladrón y había llevado una vida depravada. Por eso se encontraba en el Naraka. Sin embargo una vez, había actuado generosamente: un día que daba un paseo, vio una gran araña y tuvo el deseo de aplastarla, pero detuvo su gesto, pensando súbitamente que podía ayudarla; la dejó con vida y continuó su camino.
Buda vio en esta acción generosa un buen espíritu y tuvo deseo de ayudarle. Por eso arrojó a las profundidades del lago un hilo de araña largo que llegó hasta los infiernos, hasta Kantaka.
Kantaka miró este nuevo objeto y constató que era una cuerda de plata muy fuerte. Pero no quiso creerlo y se dijo que sería sin lugar a dudas un hilo de araña que pendía y que sería poco probable subir por él. Pero como deseaba ardientemente salir de Naraka, intentaría el todo por el todo. Se aferró al hilo pensando que la escalada sería muy peligrosa ya que el hilo podría romperse de un momento a otro. Pero comenzó a subir … a subir … ayudándose con los pies y con las manos, haciendo grandes esfuerzos para no resbalar.
La escalada era larga. Cuando llegó a la mitad quiso mirar hacia abajo, a los infiernos, ya que seguramente estaría ya muy lejos. Arriba veía la luz y sólo deseaba llegar a ella. Inclinándose hacia abajo para mirar por última vez una multitud de gentes que subía tras él en una cadena ininterrumpida desde las grandes profundidades de los infiernos. El pánico se apoderó de él: esta cuerda era lo bastante sólida justo para él; pero ante el peso de estos centenares de personas que subían por ella, seguramente cedería ¡y todos se encontrarían de nuevo en el infierno!¡qué mala suerte!
-Esa gente debería quedarse en el infierno! ¿Por qué tienen que seguirme? -maldijo contra ellos.
En ese momento preciso, el hilo cedió muy exactamente a la altura de las manos de Kantaka y todos cayeron en las profundidades tenebrosas del lago. Al mismo tiempo, el sol de mediodía resplandecía sobre el lago por cuya orilla se paseaba el Buda.”

(Relato de la tradición zen. Aparece en la recopilación del maestro zen Taisen Deshimaru, “El cuenco y el bastón”, Edicomunicación. S.A.)

Poemas del Gran Maestro Hsu Yun

Poemas del Gran Maestro Hsu Yun

Lluvia Amarga
La lluvia amarga empapa el montón de ramitas para la lumbre.
La noche está tan fría y calmada que la llama de la lámpara apenas se mueve.

Las nubes se condensan y mojan nuestra cabaña de piedra.
Los juncos partidos obstruyen la portilla de bambú.

El arroyo burbujea un torrente en su lecho.
Es todo lo que oímos. Solo raras veces, llega una voz humana…

¡Pero Oh, qué inestimable es la paz mental que nos llena mientras nos sentamos
sobre los talones y nos ponemos la túnica del monje Chan!

El Perro Ladrador
Subimos al cerro por simple placer.
No necesitábamos empaquetar más vino.

Se abrieron, risueñas, las flores del precipicio.
En el río los sauces se mostraban radiantes.

Con la llovizna el humo del pueblo se congeló, se ocultó.
El viento era suave y la hierba estaba húmeda.

Entre los matorrales de los árboles, sorprendidos,
Escuchamos de pronto el ladrar de un perro.

Quería que supiéramos que el Maestro estaba alerta.

El Corazón del Buda
No hay necesidad de ir y venir como las olas.
La misma agua que va es la que viene.

No tiene sentido buscar agua
Cuando fluye a tu alrededor en todas las direcciones.

El corazón del Buda y la gente del mundo…
¿Dónde hay una diferencia?

Trascender el deseo
Esforzándote en abandonar lo inhóspito
Te vuelves parte de lo salvaje.

Esforzarse en dejar de aferrarse
Es, en sí mismo, aferrarse.

Entonces, ¿cómo obtienes el control y trasciendes el deseo?
Abre esos ojos… los que nacieron en tu calavera.

Una Verdad Exquisita
Es ésta una verdad exquisita:
Los santos y las personas comunes son iguales desde el principio.

Buscar una diferencia
Es como pedir prestado un cordel cuando se tiene una buena cuerda.

Todo Dharma se conoce en el corazón.
Después de la lluvia, los colores de la montaña se hacen más intensos.

Una vez que te familiarices con las intenciones de las ilusiones del destino
Tu tintero contendrá toda la vida y toda la muerte.

Buscando el Dharma
Has recorrido diez mil pasos buscando el Dharma.
Cuántos largos días en los archivos, copiando, copiando.

La gravedad de los Tang y la profundidad de los Sung son una carga pesada.

¡Mira! Te he cogido un manojo de flores silvestres.

Su significado es el mismo, pero son mucho más fáciles de llevar.
                                                    Hsu Yun

La verdad

De: The_dark_crow_v301  (Mensaje original)
Enviado: 16/02/2006 20:36

> – Maestro, ¿qué es la verdad?.
> – La vida de cada día.
> – En la vida de cada día sólo aprecio las cosas corrientes y
vulgares de cada día y no veo la verdad por ningún lado.
> – Ahí está la diferencia, en que unos la ven y otros no.

Distracciones Innecesarias (budismo zen)

Distracciones Innecesarias
Título original: Useless Distractions
por el Rv. Chuan Zhi Shakya, OHY
Traducido al Español por Fernando Valencia (Zheng Chún)
Traducción presentada el 25 de julio de 2002

Las distracciones ofrecen a menudo el más grande obstáculo a la meditación. Quizá porque como grupo, los practicantes de Budismo Zen tenemos un curso de orientación que nos inclina hacia la ciencia, las distracciones que más nos afectan son esas teorías nuevas y fascinantes que conectan a la religión con la ella, en particular, lo referente a la Creación. ¡Comparado con calcular la edad del universo, contar respiraciones de uno a diez y empezar de nuevo puede entonces carecer de cierto encanto!

Recientemente, el Periódico Espacial publicó una noticia sobre un grupo de cosmólogos en Inglaterra que proclamaron (¡suspiro de asombro!) que la edad del universo no es de 13 mil millones de años como habíamos pensado, sino más bien de 14 mil millones. El largo y atractivo artículo busca convencer al lector de que esto es, en efecto, algo de la mayor importancia… algo que necesita ser tenido en cuenta y valorado.

Así que reflexionamos… 14 mil millones años y no 13 mil millones años como habíamos pensado. Ésa es una diferencia considerable, de 13 a 14. La inmensidad de los números nos esquiva. Es como si alguien nos presentara una relación del tiempo y los costos involucrados en hacer un paseo planeado desde Anchorage, Alaska hasta San Diego, California, y que de pronto se detenga para corregir el destino, diciendo, “No… estoy totalmente equivocado. Realmente es Chula Vista, California, unas millas al sur de San Diego”, con seguridad lo encontraríamos un tanto absurdo.

Hay una practicidad involucrada, una que podemos relacionar con nuestras propias vidas, un sentido de juicio y discriminación acerca de lo significante y lo insignificante, una comparación proporcionada. Cuando no podemos hacer tal juicio comparativo, los números vuelan en la estratosfera de la imaginación.

Terminamos atrapados en la red samsárica de la fenomenología. En lugar de sacudirnos de estos temas tan atractivos, dejándolos para preocupación de los cosmólogos, algunos de nosotros empezamos a preguntarnos… Oh, 14 mil millones años … todos esos protones, electrones, positrones, gluones y bosones del vector intermedio y todos esos pi-mesones en mi cuerpo tienen 14 mil millones de años de viejos, no 13 mil millones como yo había pensado incluso ayer mismo. ¿Qué están tratando de hacer estos cosmólogos? ¿Confundirme? Hace apenas unos años el universo tenía 15 mil millones de años … entonces 13… y ahora 14. Francamente, prefiero los 15 mil millones de años. Tiene más sentido para mí. Y para muchos otros, también…

Y antes de que lo sepamos nos encontramos empantanados en pensamientos samsáricos, olvidándonos de que el órgano sensorial más importante del que tenemos que liberarnos es la mente egoísta. En la práctica, nosotros podemos apreciar con facilidad cómo la mente se aferra a las formas: que el VHS (VCR) se dañó y nos disgustamos, un amigo se muere y lloramos, nuestros cuerpos se enferman y nos deprimimos o nos enfadamos; pero no es tan fácil ver cómo la mente se aferra a las ideas y a otras formas propias del pensamiento. Nosotros creamos un complejo y elaborado conjunto de creencias y opiniones que nos proporciona un depósito de “ideas” con las cuales podemos identificarnos y definirnos; y si alguien ha de cuestionar estas opiniones que valoramos tanto, nos volcamos a la discusión, enfurecemos, y a veces incluso llegamos a la violencia. El ego no conoce límites al defender su terreno.

Pero mientras cualquier objeto, mental o físico, puede usarse como una semilla para la contemplación y meditación, nosotros sabemos que no debemos formar opiniones desconsideradas y vanas sobre el objeto de nuestras meditaciones. En la meditación nosotros establecemos conexiones que nos dan discernimiento. Nosotros vemos patrones y relaciones que no requieren de una opinión. No tenemos que defender nuestro punto de vista, porque no tenemos uno. De la misma manera, leemos los sutras para contemplar su sabiduría, no para discutir acerca de su significado o su valor. Entendemos que un renglón de un verso en una escritura abre muchos caminos que nos pueden invitar a la contemplación. El renglón puede conducirnos a una docena de personas a una docena de realizaciones diferentes, pero los méritos relativos de esos caminos y destinos no son asunto para disputa.

Mientras continuemos mirando hacia la ciencia o hacia cualquier otra forma exterior como un vehículo para nuestra salvación, permaneceremos enlodados en el reino del samsara. Continuamos tontamente confundiendo cosas que perpetuamente están en estado de cambio con cosas que son fijas y finales. Olvidamos que, mientras el cambio es en si mismo real, aquellas cosas que cambian no puede ser reales; No importa cuanto nos persigan con sus luces y formas fluctuantes, perpetuamente se estarán desvaneciendo. Cuando entendemos esto en un nivel intuitivo, comprendemos que no hay nada que podamos tener en nuestra mano y legítimamente decir,” Esto es real.”

¿Entonces, qué es real? En el mundo material, sólo cuando el tiempo se detiene el cambio se detiene, y cuando el cambio se detiene hay cero entropía [una medida del desorden que existe en un sistema], un estado que no lo podemos sobrevivir para poder apreciar. Es sólo cuando transcendemos el mundo material que vislumbramos lo que es verdaderamente Real, fuera del tiempo (eterno) y siempre verdadero. Sólo en esta realidad se puede entrar en los recintos del Zen.

Recientemente, después de un foro científico, algunos de los asistentes se reunieron para tomar café y me preguntaron cuál era la posición Zen respecto a la Creación. Miré fijamente al hombre que hizo la pregunta, con esa expresión en blanco propia de aquel que está extraviado. Como si no hubiera escuchado la primera vez, me hicieron la pregunta de nuevo. ¿Cuál es la posición Zen respecto a la Creación? “Bien,” murmuré,” hay Poder y éste obedece a la Ley. ¿Qué más necesitamos?” Esto no satisfizo a nadie, así que dije, “La Palabra es el llegar a ser del edicto”. Esta afirmación tampoco produjo respuesta alguna. Traté de ser más específico. “Al principio Dios dijo,’que haya luz y hubo luz'”.Todos se rieron. Yo dije ¿” Miren, el que haya consenso alrededor de la Gran Explosión (Big Bang) termina con el problema de la Creación? ¿Y que tendría que ver eso con religión? En últimas, la religión se ocupa de los aspectos prácticos del mandato divino – y dichos aspectos comienzan con la forma de ver de cada hombre individual su lugar en el universo. Hay consideraciones prácticas que anteceden a las discusiones bizantinas. Ellos querían un ejemplo.

“Mírenlo de la siguiente manera: digamos que un grupo de monjes mora en un agradable monasterio en la montaña. Tienen todo lo que necesitan pero desde sus ventanas pueden ver un campo de fresas en la distancia. Un abismo los separa físicamente de ese campo, mas no emocionalmente. Ellos desean las fresas. Sobre todo cuando están en temporada, es de lo único que pueden hablar los monjes. El Abad dice,” ¿Qué vamos a hacer con estas fresas?’

“Algunos monjes se sentaron a discutir durante horas sobre la forma en que podrían construir un puente a través del abismo – para ellos un imposible de ingeniería. Aún así discuten lo imposible y lo improbable. Especulan eternamente sobre temas que no les pueden traer las fresas. La discusión degenera en altercado. Tres monjes, sin embargo, son ajenos a la controversia del puente y se concentran en sus quehaceres diarios y su rutina de meditación. Pronto estos tres son los únicos monjes en el monasterio que están verdaderamente felices. El Abad los convoca a una asamblea y dice, ‘Cuenten para todos su secreto para permanecer felices a pesar de todo este fraccionamiento’. Un monje dijo, ‘yo admiro las fresas de la forma en que admiro a la luna. No necesito tocarlas ni consumirlas’. El segundo monje dijo, ‘yo borro las fresas de mi visión’. Son momentáneas, formas cambiantes de la materia. No hay nada permanente en ellas así que por qué habría de preocuparme con lo que es condicional y temporal. ‘Y el tercer monje dijo’. Cuando fui al pueblo la semana pasada, vi algunas de las fresas en el mercado. Compré unas cuantas. Estaban buenas… nada especial. Estos tres monjes eran monjes Zen. Los otros estaban perdiendo su tiempo.” Allí terminé la discusión acerca de la Creación… con los tres monjes felices.

El Zen comienza con el simple descubrimiento de que no somos los individuos que pensamos que somos. No somos nuestros cuerpos; no somos nuestra mente; no somos las imágenes mentales que tenemos de nosotros mismos. No estamos relacionados en forma alguna con las experiencias sensuales. Esto no es algo para creer, sino algo para experimentar.

El ingreso al Budismo siempre comienza con las Cuatro Nobles Verdades y el Camino Óctuplo que está contenido en la última Noble Verdad. El seguir en el camino del Buda es interiorizar cada una de las Nobles Verdades. En lugar de albergarlas como creencia, las consideramos como algo dado… o como conocimiento absoluto. Así como no diríamos – es mi opinión que la tierra gira alrededor del sol – tampoco decimos – yo creo que la vida es amarga y dolorosa. – Simplemente lo sabemos porque lo hemos comprendido, lo hemos deducido y sabemos que nada más tiene sentido. La segunda Noble Verdad nos dice que la causa de esta amargura y dolor es el deseo que persistentemente exige gratificación para el ego (y también aceptamos esto porque lo hemos comprendido). La Tercera Noble Verdad nos dice que no solo podemos encontrar una manera para sobrevivir al sufrimiento, sino que podemos prevalecer y triunfar sobre la adversidad de vida. Y ese camino, dice la Cuarta Noble Verdad, es seguir el Camino Óctuplo. El Buda nos dice – Afronta inteligentemente tus problemas. Usa el sentido común. ¡Distingue lo que estás buscando (la Liberación del sufrimiento)! – y entonces utiliza los medios necesarios para afianzarlo. Algunos deseos debes desterrar de tu mente; algunos deseos los debes destruir, desmantelarlos y verlos como realmente son, cosas transitorias; y algunos deseos debes degradarlos hasta que se vuelvan simples curiosidades que puedas, si así lo deseas, satisfacer sin emoción alguna.

La ciencia atrae nuestro sentido de conocimiento del mundo material pero el Budismo no. La ciencia abarca el mundo material en todo aspecto; pero para el Budismo es suficiente con trascender las consideraciones materiales. Nuestra meta es la meta interior. Como los grandes Alquimistas espirituales solían decir,” Nuestro oro no es el oro común”.

Así como no podemos nadar y ahogarnos al mismo tiempo, no podemos estar buscando en el reino material la salvación que solo puede venir del mundo espiritual.

No hay ninguna brecha por llenar entre ciencia y misticismo, como tantos escritores nos quieren hacer creer. Ni la ciencia ni el misticismo están en extremos opuestos de ningún espectro. Simplemente, no tienen ninguna relación entre si. Cuando aprendemos a meditar, descubrimos que el proceso de la concentración detiene el tiempo, y, al detenerse el tiempo, el reino fenomenológico deja de existir para nosotros. Nos envolvemos en una Conciencia Universal que está, por su naturaleza, fuera del tiempo y el espacio.

En la meditación, un lapso de catorce minutos no conlleva a un significado mayor que un lapso de catorce billones de años.

Mientras nos enorgullecemos de nuestros logros científicos, es importante no permitir que la novedad y la emoción nos distraigan del mirar profundamente en nosotros mismos. No nos es prohibido pensar sobre la cosmología. Lo que nos prohíben es usar teorías para ganar rango (ego-satus) o distraernos de las metas espirituales.

En el Zen, nos olvidamos de los puentes imposibles hacia las efímeras fresas y siempre nos esforzamos por mantener un acercamiento práctico: Para nosotros, el cómo fue creado el mundo no es tan importante como que el mundo fue creado. Todo es un sueño del cual debemos despertar.

Comiéndose el Menú

Comiéndose el Menú
por el Rv. Chuan Zhi Shakya, OHY
Traducido por Yao Feng

“He estado practicando Zen por casi veinte años”, dijo él confidentemente, “y todavía me enojo con las personas tan fácilmente como lo hacia antes de comenzar mi práctica. La única diferencia es que ya no expreso mi enojo. Lo aguanto. Las personas piensan que mi Zen es muy profundo y algunas veces siento que estoy viviendo una mentira… simplemente encubriendo mis verdaderos sentimientos. Estoy empezando a pensar que he perdido mi tiempo con el Zen y que no vale la pena el esfuerzo.” A medida que hablaba él se mantuvo cabizbajo.

Estábamos caminando un largo trecho hacia la tienda de abastos para comprar leche y pan. Era un día soleado al final de abril. Los petirrojos competían con las palomas por las migajas de pan, y se podía apreciar el olor de la madreselva y de las flores de los arbustos que se encontraban a la orilla del camino. Los pensamientos depresivos estaban fuera de lugar en tan bello día de abril. “¿Cómo son tus sueños?” Pregunté.

Él pareció sorprendido. “De hecho, muy extraños. Frecuentemente se tratan de violencia, sangre y muerte. También tengo muchas noches sin dormir. Y esto parece ser una gran parte de mi problema. A medida que estos sueños van haciéndose progresivamente peor, le conté a mi maestro acerca de ellos y él me aconsejó que pusiera más tiempo en el cojín. Pero mientras más hago Zazen los sueños son peores y parece que tengo más insomnio. No sé. De hecho no lo entiendo.”

Muchas veces antes, había escuchado variaciones de tales quejas. Sonreí. “Tú eres víctima de una posición incorrecta de meditación,” le dije, “así que no te sigas sentando así.” Pensé que la idea no le gustaría mucho, pero, de todas formas él parecía que estaba muy cerca de querer finalizar. Quizás él podía usar una buena excusa que no fuera de él. “Lo que estás haciendo no es Zen,” le dije.

“Pensé que el Zen era meditación,” dijo; y cuando le pregunté que definiera la palabra meditación, él contestó, “Detener las actividades mentales… controlar los pensamientos para que no corran erráticamente a través del cerebro.”

“Eso no es meditación,” repliqué, “eso es Control de la Mente. Zen es meditación y la meditación es un estado alterado de la consciencia – en él que ego es trascendido. De forma que no puedes estar controlando los pensamientos mientras estás en el estado de meditación porque los pensamientos requieren un pensador, y el pensador – el ego – tiene que ser trascendido. Definitivamente los métodos de “control” pueden ser empleados para iniciar la entrada a la meditación, pero ellos tienen que ser inmediatamente abandonados. Tú no estás dejándolos ir. Lo que estás haciendo es persistiendo en una actividad – inspirada, decretada y dirigida por el yo personal, el ego. Y ésta es precisamente la razón del por qué has estado teniendo, cada vez más, dificultades en el Zen.” Tomé nota de su mirada perpleja y continué. “La meditación Zen es una cosa y la actitud Zen es otra. Una actitud Zen no requiere que restrinjas tus emociones, sino más bien que las entiendas en una forma constructiva… de forma que puedas examinarlas, analizarlas, exponer sus falacias o engaños, y ponerles alguna luz en sus áreas oscuras. Si tienes un pensamiento de enojo, enfoca tu atención en él: nota el principio y el centro del pensamiento, y trata de ver claramente su final – esa es la actitud Zen. Recuerda el Camino Óctuplo cuando estás enojado. Las personas cometen errores. Tú no tienes que excusar sus errores o necesariamente tolerarlos. Pero sí tienes que entender el por qué, en su condición humana, ellos lo hacen. Entonces, si tienes libertad para escoger, la usa para remediar la situación. Pero, lo que no haces es pagar por los errores de otros atormentándote a ti mismo con todos los efectos y propiedades del enojo.”

“Eso es fácil de decir. Pero la mayoría del tiempo los errores de otros hacen mi trabajo mucho más difícil,” protestó él.

“Sí, te ves a ti mismo como la única persona afectada por los errores. Y ahí es donde tu atención se detiene. El Zen te requiere que seas compasivo y comprensivo, que seas paciente y que perdones – pero no impotente o indiferente. Definitivamente, que si alguien continua cometiendo los mismos errores eso puede ser frustrante para todos los que están a su alrededor. Pero, ¿cuántos de ellos están destruyéndose a sí mismo por culpa de esos errores al igual que tú?”

Él dijo que los otros argumentaban y se quejaban, pero dado que él era un hombre Zen, él no lo hacía. Entonces se detuvo y se rió. “¡Pero ellos no tienen problemas durmiendo!”

“Creo que has confundido el ser un Hombre Zen con ser un Zombi. Trabaja en la actitud Zen. Zen es una actividad humana existente y real. Sigue el Camino Óctuplo, especialmente cuando estás con otras personas. El Zen no es solamente ‘acerca de ti’.

“En cuando a la meditación, enfocando la concentración nos guía a la meditación. Algunos métodos de meditación requieren la atención sobre algo especifico. Otros métodos son menos estructurados. Entonces, el problema no es en tratar de lograr algo, sino de dejar que algo pase mientras simplemente miramos con atención. Nos separamos del proceso de pensar y cuando la corriente de consciencia comienza, nos separamos y llegamos a ser el testigo de la embestida sin sentido de las palabras y frases discursivas. O somos los espectadores de las imágenes que fluyen. Inicialmente es difícil, pero con práctica, llega a ser tan fácil como un mal habito.

“Cuando nos acercamos a nuestra práctica constructivamente – ambas, en el cojín y fuera de él, la mente se aquieta por ella misma y nuestros sueños y visiones llegan a ser pacíficos, divinos, tranquilos. Cuando vamos en contra de este camino, nuestros sueños nos lo dicen con alertas de violencia y situaciones de ansiedad que nos dejan sentimientos devastadores cuando nos despertamos.”

“Cuando tratamos de forzar nuestra mente en sumisión, para detener la explosión de esos espasmos nerviosos, somos como un matador que se ha quedado en el ruedo sin capa, luchando por dominar un toro desbocado sin nada más que un par de manos que se mueven vigorosamente. Simplemente el poder de la voluntad no hará el trabajo. Y por lo tanto terminamos dañados.”

“¿Así que estás diciendo que el Zazen es responsable de estos problemas? ¿Cómo puede ser eso? La primera cosa que los maestros Zen enseñan es el Zazen.”

Estábamos cerca de un banco que se encontraba bajo la sombra de un árbol, en un parquecito situado entre dos edificios de apartamentos y sugerí que nos sentáramos allí por unos minutos.

“Mira,” le dije, “quizás has estado confundiendo el menú con la comida. Quizás has estado Culpando al Zen y has caído en el error de pensar que las direcciones de la receta o la lista de los ingredientes son las cosas a las que solamente ellos se refieren. Dices que das la impresión de estar calmado porque no demuestras tu enojo. Sientes enojo pero luces calmado. Por lo tanto, ¿de qué estamos hablando aquí?… ¿la apariencia o la realidad? Si sentiste calma y luciste calmado, eso seria correcto. Si te sientas en meditación y actualmente llegas a obtenerla eso estaría bien. Pero estás sentado allí con la apariencia de una persona que está meditando y no estás meditando de ninguna forma. Estás pensando acerca de no pensar, y este es un estado activo. Tú no eres el testigo o espectador de nada, ni estás pasivo ni receptivo. No estás haciendo una meditación planeada ni preparada; estás aplicando presión para aliviar la presión. Y cuando estás fuera del cojín estás haciendo lo mismo: forzándote a ti mismo a parecer relajado.”

Él movió su cabeza con consentimiento. “Por lo tanto, ¿qué puedo hacer? Siempre entendí que deberíamos combatir el fuego con fuego. Y ahora dices que no debemos.”

“La verdadera meditación es una experiencia bella. No es un desastre ecológico. Tienes que disfrutar el estar inmerso en la experiencia, así que olvida la analogía del fuego en la floresta. Sabemos que sin importar la técnica que usemos, si obtenemos un buen resultado, esa es una buena técnica. Pero si fallamos en obtener un buen resultado, necesitamos descubrir el por qué. No tenemos que sentirnos culpables. La técnica simplemente no está trabajando para nosotros. Esta admisión es el primer paso en colocarnos de nuevo en el camino. Tenemos que ser objetivos y atentos para reconocer los signos de la práctica incorrecta – las pesadillas, las alucinaciones violentas o terribles, el insomnio, la ansiedad, el temperamento incontrolable o la frustración. Estos son algunos de los signos más obvios, pero hay otros más sutiles, como la apatía hacia la práctica, la indolencia o la indiferencia hacia las responsabilidades u obligaciones. Si experimentamos algunos de esos síntomas, significa que tenemos un problema. O estamos escogiendo una técnica errónea para nosotros o estamos haciéndola inadecuadamente. No hagas errores, la falta está en nuestra selección o nuestra actuación.”

De todas las indicaciones, la emoción es quizás la mejor prueba de fuego. Si tu psiquis está tratando de resolver un conflicto – quizás tenemos un argumento con un amigo, o nos enojamos con un colega, o fallamos un examen, o experimentamos la muerte de un ser querido – y nos sentamos a meditar, y simplemente borramos esos pensamientos de enojo o sufrimiento sin entenderlos, todo lo que logramos es su represión. No los eliminamos, sino los presionamos y sepultamos. Entonces lo que enterramos reaparece como un fantasma – pesadillas extrañas, visiones terribles, ansiedad – la causa de lo que no podemos entender. Sin pensarlo, nos entrenamos a hacer esto. Cuando estamos conscientes y alertas, podemos controlar nuestras respuestas y cubrir nuestros sentimientos verdaderos. Cuando no estamos conscientes – porque estamos durmiendo o estamos solos con nuestros pensamientos, experimentamos un conflicto terrible.

Nuestro Verdadero Yo no quiere que nosotros estemos separados de nosotros mismos, él quiere que seamos completos, que integremos cada graduación del yo que existe en nuestra psiquis en un total, en una persona consciente. Una vez que hemos alcanzado un estado de integración entre el consciente y el subconsciente, esto es, cuando no hay más demandas subconscientes, estamos listos para desterrar o borrar el pensamiento, para barrer rápidamente el polvo, y revelar o exponer el espejo luminoso del Vacío. Hasta ese momento, hay literalmente, cientos de prácticas Zen para que nosotros disfrutemos, prácticas que no nos dejan tensos o extenuados corriendo para escapar de pesadillas.

Los psicólogos saben que la represión es una de las más dañinas enfermedades psicológicas y una de las más difíciles de curar. Los maestros Zen también tienen dificultades guiando a los estudiantes fuera de ese caos, porque hay un impulso condicionado en muchos de nosotros para argumentar con nosotros mismos, coger una espada y tener un duelo con nuestro enojo; y entonces en el momento que creemos que lo hemos vencido, tratar de exhumarlo, para quitarlo de nuestra vista. Creemos que como buenos Budistas no estamos supuestos a enojarnos, así que tratamos de esconder nuestro enojo lo más rápidamente posible. Pero él simplemente se encona y espera por el momento preciso para liberarse incrementando su energía. Llegamos a ser irritables en la compañía de otros, e incluso en la propia, como cuando tratamos de dormir. Y entonces… nos retiramos al Zendo para escapar del estrés en nuestra vida, usando el espacio sagrado como una clase de cámara de deficiencia sensorial – un lugar para apartarnos del mundo. Nos erradicamos de lo que percibimos ser la causa de nuestro sufrimiento – aquellas causas externas, sin realizar que la causa del problema está dentro de nosotros y que cuando entramos en el Zendo, la llevamos con nosotros.

Hui Neng, nuestro Sexto y último Patriarca, paso mucho tiempo de su vida de predica, tratando de disipar la noción de que era posible llegar a ser Buda sentándose inmóvil. “Podrás mucho más rápido hacer un espejo puliendo un ladrillo, que hacer un Buda sentado en un cojín,” dijo él. Muchas personas todavía piensan que la postura es la meditación. Eso es tan tonto. Eso es comerse el menú. El Zen requiere que traigamos la atención a nuestra vida. Si experimentamos temor, investigamos la naturaleza y el contenido de ese temor, trabajado para entenderlo, rompiéndolo de pedazo en pedazo hasta que no haya más temor. Nuestra fe Budista necesita ser invocada. Si nos sentimos culpables, examinamos la causa de la culpabilidad. Si cometimos un error que lo causó, necesitamos determinar como podemos estar en armonía con eso, rectificar el daño y aliviar la culpa. Cada vez que reconciliamos el intento con el resultado, llegamos a ser un poco más humilde. Reconocemos el proceso de error y culpabilidad en otros alrededor de nosotros. Para ocuparnos en el Zen, comenzamos tomando este acercamiento en nuestras vidas.

La práctica de la meditación comienza aprendiendo a disciplinar nuestra mente y nuestro cuerpo con pranayama (por ejemplo, ejercicios como los de la Respiración Saludable o la respiración alternativa de las ventanas de la nariz) y otras disciplinas como enfocar la mente en imágenes mentales, sonidos o sensaciones. Algunas personas han encontrado que practicar artes marciales, pintura, música y otras disciplinas les ayudó a contribuir a su éxito futuro con la meditación. Sin tal disciplina la voluntad es fragmentaria y caprichosa – incapaz de enfocar su atención suficientemente en una cosa para descubrir sus misterios. Esta disciplina tiene que ser practicada todo el tiempo. No podemos limitar la práctica al tiempo que se pasa en el cojín. De hecho, si mantenemos tal estado de alerta, obtendremos casi el resultado opuesto cuando nos sentamos a meditar. Entonces, necesitamos solamente seguir unos cuantos pasos disciplinados, sonreír gentilmente, y dejar ir todo. Podemos soltar la espada dado que no tenemos ya más que pelear con nosotros mismos. Con las manos vacías podemos entrar el Refugio de Buda.

Hablamos por unos minutos más y observamos a un par de palomas posarse y buscar por migajas. Un pajarito encontró un pedacito de pan, lo recogió con su pico y voló con él. Otro le siguió. Entonces nos levantamos y continuamos nuestro camino hacia la bodega.

Entusiasmo Peligroso

Entusiasmo Peligroso

Título original: Dangerous Zeal
por el Rv. Chuan Zhi Shakya, OHY
Traducido desde el inglés por Shi Chuan Fa
Edición en Español revisada por la Rev. Yin Zhi Shakya, OHY

Estaba buscando consejo. Vestía pulcramente y se mostraba respetuoso – incluso tímido. Le ofrecí asiento y le acerqué una taza de té caliente. Cogió el té pero me miró indeciso cuando le señalé la silla.

– ¿Qué pasa?

Vaciló. – Vas a pensar que estoy loco – dijo avergonzadamente. – Estoy bien. ¡Ay! Es desagradable para mí él sentarme.

Había escuchado este problema antes. – Demasiado tiempo en el cojín, ¿no?

Rió y asintió. – Un montón. Me senté a meditar en el ‘sesshin’ y conseguí agravar una vieja hemorroide que tenía, además, dañé un nervio. El dolor es atroz.

Su problema iba a causarle algo más que dolor físico, pues me explicó a medida que hablábamos que le había tomado tiempo al trabajo para asistir a una Sesshin de cinco días, y que su jefe no se había puesto contento con la pérdida de tiempo. Trabajaba con ordenadores y ahora era totalmente incapaz de sentarse ante una terminal. Peor aún – me explicó – es que no tenía seguro médico y dado que la lesión no guardaba relación con el trabajo, no podía pedir incapacidad. Sus deudas iban en aumento y el trabajo estaba en peligro. Comprendía su problema, aunque seguía sin estar seguro de cómo quería que le ayudase. ¿Quería dinero? ¿Un lugar dónde quedarse? ¿Una carta de recomendación para buscar empleo? Dijo que no, que no era nada de eso.

– Estoy ansioso por profundizar mi Zen. ¿Hay otras formas de meditar que no impliquen el sentarse?

Deseaba que el problema fuese lo bastante raro como para poder decirle que apenas podía creerme la pregunta. Desdichadamente es un problema bastante común. Lo llamamos Avidez Zen. Le pregunté si había leído el reciente ensayo de Chuan Chan, sobre el ganso que ponía huevos de oro – la versión original en inglés escrita por Yin Zhao Shakya está disponible en el Página Web de la Order Hsu Yun del Budismo Zen. Actuó sorprendido, como si hubiera cambiado de tema, pero me dijo que lo había leído y me preguntó qué tenía que ver el ensayo con su problema.

– Tiene que ver con la Avidez. – Le dije. – La avidez es la avidez. No hay diferencia si es por dinero o por alcanzar un estado alterado de conciencia.

Me estaba acordando de una mujer que un día vino a mí con un problema similar y compartí su historia con él. Se había sumergido tanto en su práctica de meditación que había perdido todo interés por atender su casa y su familia. Con el tiempo fue despedida del trabajo, y para empeorar las cosas, su marido se divorció y obtuvo la custodia de los niños. Le pregunté si pensaba que esto era lo que el Buda pretendía. Simplemente me sonrió.

Todos conocemos la triste historia de Esopo: Un granjero descubre que tiene una gallina que pone un huevo de oro todos los días. Cada mañana se da prisa por ir al nido y cogerlo. ¡Date prisa! ¡Más! ¡Más! Finalmente se ve superado por la avidez del huevo, y en su aturdimiento, decide que la gallina debe estar llena de huevos. Abre la gallina para cogerlos todos y, naturalmente, la mata y nunca más puede coger otro huevo.

– Cuando descubrí por primera vez la belleza y la maravilla de la meditación fue bastante parecido a encontrar uno de esos huevos de oro – era algo de valor exquisito que nunca había esperado ni imaginado. También fui torpe para ver los peligros del excesivo entusiasmo por la práctica. Cuanto más quería meditar, más me afectaba este conflicto, descuidando responsabilidades que nunca antes había cuestionado. Encontrar un huevo de oro no era suficiente, quería más.

Así es como funciona la Avidez Zen. La meditación puede seducir tan fácilmente como el oro. Demasiado a menudo, cuanto más meditamos, más queremos meditar. Normalmente tenemos que aprender por el camino difícil que siempre que gustamos demasiado del placer que provoca, invitamos al desastre. Incluso la meditación, si no es practicada con moderación y no se equilibra con otras disciplinas Chan, puede provocar muchos problemas inesperados.

Antes de encontrar el Chan experimenté con disciplinas de otras tradiciones, principalmente Vipassana y Zazen de estilo japonés. Ambas enfatizaban la meditación sentada sobre otras formas de práctica. Tras muchos meses de “montar el cojín” comencé a entusiasmarme demasiado con la práctica. Estaba convencido de que todos los problemas se podían solucionar con meditación. Cuando tenía problemas los achacaba a la falta del adecuado tiempo de meditación. Solo de mala gana atendía mis quehaceres y otras responsabilidades. No estaba contento hasta que volvía al cojín. Cuando encontré la tradición Mahayana de la Escuela Chan del Sur, pronto me di cuenta de un cuadro mayor.

En meditación entramos en el dominio del no-yo (o no-ego). Cuando meditamos no hay impulso ni deseo de meditación, tan solo hay meditación maravillosa. Los problemas solamente aparecen cuando dejamos de meditar y volvemos al dominio del ego, al dominio de los deseos y de las opiniones sobre lo que es y lo que no es – el Samsara. El Buda dio una solución: el Camino Óctuplo. Ninguna otra religión ha ofrecido una Camino tan simple, directo y efectivo.

Había conocido el Camino Óctuplo desde hacía muchos años, pero nunca lo había considerado una guía para la práctica: solo tenía un interés intelectual. En aquellos días tenía la creencia equivocada de que la Correcta Meditación era el pilar del logro y de la disciplina espiritual, y que el Correcto Entendimiento, el Correcto Pensamiento, el Correcto Hablar, la Correcta Acción, el Correcto Modo de Vida y la Correcta Atención, los otros siete pasos de los ocho, tomaban todos un lugar secundario respecto a la meditación. Entonces me di cuenta de que la meditación era solo una parte del cuadro. Descubrí que cuando no estaba practicando meditación había otras prácticas Chan que podía seguir, prácticas que dan igual resultado que la meditación. Cuando hacía mis quehaceres podía practicar la Correcta Atención; cuando hablaba con un amigo podía practicar el Correcto Hablar; cuando conducía un coche podía practicar la Correcta Acción. En resumen, descubrí que podía practicar Chan todo el tiempo. Mi Avidez Zen se curó y me gusta creer que toda mi Mente Zen se benefició de la cura.

El Camino Óctuplo es un poderoso modelo que nos ayuda a desarrollar nuestro Chan. Seguir este modelo nos previene de atascarnos en una práctica en particular, o en un modelo mental particular o referencia. Nos mantiene en nuestro sitio, nos ayuda a poner atención sobre todos los aspectos de nuestras vidas. Ningún único paso de los ocho tiene la llave del éxito en el Chan: todos son importantes y todos trabajan juntos para formar un sistema completo, un régimen exitoso. Tomada por separado, cualquier práctica encierra un peligro simplemente por estar aislada: es como intentar caminar con solo una pierna.

No sé si le ayudé o no. A veces plantamos una semilla y tenemos que esperar un poco para que germine. Cuando se marchaba le recordé de nuevo que no es hasta el momento en que abandonamos el deseo de poseer todos los huevos de oro de golpe, cuando podemos estar siempre contentos de morar en este glorioso momento siempre-presente de aquí y ahora. Si mantenemos atención al modelo Óctuplo, adquiriremos algo más que paciencia; adquiriremos la gozosa espontaneidad de la Mente del Principiante. Y cuando la gallina ponga su próximo huevo de oro, estaremos totalmente sorprendidos y encantados de recibirlo.

La Respiración Saludable Revisada

La Respiración Saludable Revisada

Título original: The Healing Breath Revisited por el Rv. Chuan Zhi Shakya, OHY
Traucido desde el inglés por Shi Chuan Fa
Versión española revisada por la Rev. Yin Zhi Shakya, OHY

“La práctica del pranayama puede describirse como un control voluntario de la inspiración, de la espiración y de la retención de la respiración. Esto se hace principalmente estableciendo una nueva condición de respiración que se pretende convertir en habitual tras la suficiente práctica voluntaria. En esta conexión se encuentra que la transición del esfuerzo al hábito va acompañada de una sensación en la mente (que podríamos llamar humor), que crece y se convierte en definitiva en el curso del proceso, más tarde siempre que uno encuentre que la respiración ha vuelto a un viejo e indeseado hábito se puede recordar la sensación del humor, y con un acto de voluntad prácticamente imperceptible, re-establecer el nuevo hábito.”

— Ernest Wood, Yoga

Todo el que entra en el muro sin puerta del Zen tiene una historia que contar. La mía empieza una tarde de verano cuando recibí la llamada de un amigo que se había mudado recientemente a otro estado. – He encontrado a una sacerdote budista que enseña Zen – me dijo – La noche pasada me dio un ejercicio pranayama llamado Respiración Saludable

– Inmediatamente me vi interesado. Tenía una cuestionable afición, coleccionaba ejercicios de meditación. No era maestro de ninguno, pero igualmente me sentía orgulloso de mi colección.

– ¡Cuéntame! – le dije con ávido entusiasmo. Hablamos un rato y después traté a realizarlo.

Al día siguiente seguía exasperado por mis fútiles esfuerzos. Llamé a mi amigo y me lamenté: – ¡Es un ejercicio duro!

– No se supone que sea fácil – me dijo – Tan solo hazlo.

Anteriormente había tratado muchos tipos de ejercicios respiratorios, pero ninguno resultó ser tan seductor como la Respiración Saludable. Su total simplicidad e inesperada dificultad me hizo pensar que debía de tener algo. No fue hasta años más tarde que saqué la Respiración Saludable de mi precioso baúl de ejercicios pranayama, y se convirtió en el único al que dedicaría mi esfuerzo. Tardé varios años en desarrollar la Actitud Correcta que sería necesaria para hacer funcionar el ejercicio.

La Respiración Saludable es todo lo que necesitamos para entrar en el Zen. Todo el que pueda respirar puede hacerlo: no requiere un conocimiento especial de sutras o filosofía, y no necesita un entorno especial como una sala de meditación, un monasterio o un templo; todo lo que requiere es la Actitud Correcta. En vez de explicar los detalles de cómo se realiza la Respiración Saludable (esto se explica con detalle en el capítulo 10 de El Séptimo Mundo del Budismo Chan), parece necesario explicar por qué la hacemos y describir los requisitos esenciales que debemos establecer antes de afrontarla.

Obstáculos

El aprendizaje empieza por el comienzo. Así como un profesor de matemáticas no intentaría nunca enseñar cálculo a un estudiante que no hubiera aprendido los principios rudimentarios de álgebra, un Maestro Zen no consideraría introducir meditaciones avanzadas a un estudiante que no haya aprendido primero a controlar la respiración. Cuando la gente cuenta que ha empleado años en practicar sin éxito una variedad de ejercicios de meditación, recuerdo mis propias experiencias y le digo que haga como yo hice: volver al comienzo y perfeccionar la Respiración Saludable. Hasta que se domina completamente la respiración hay pocas oportunidades de éxito con otras disciplinas de meditación, y permanecemos, inconscientemente, hundidos en el fango del Zen de los seis mundos, frustrados en nuestros esfuerzos y desilusionados con nuestro camino.

El escurridizo ego es inevitablemente el mayor obstáculo. Cuando patalea nos retorcemos como un pez fuera del agua. – ¿Por qué debo hacerlo? ¿Por qué no puedo realizar alguna otra práctica? ¡No tengo tiempo para hacerlo! ¿Puedo cambiar el ratio o proporción de 1:4:2 a 1:4:3? ¡No tengo la energía! ¡Tengo que llevar la colada a la secadora! – Nos escabullimos cuando nos enfrentamos a algo que no queremos hacer – a cada momento nuestra fe en la práctica se ve minada por el subversivo ego. ¿Por qué una práctica tan simple como respirar rítmicamente crea tanta resistencia y cómo puede superarse? Tener la Actitud Correcta requiere una fe incuestionable y una dedicación a la práctica con el propósito de tener éxito. Si no sabemos adónde vamos, ¿no preguntamos el camino? Y si se nos dice que sigamos recto y que en el segundo semáforo giremos a la izquierda, ¿no lo haríamos incondicionalmente? Esto es todo lo que significa la ‘Actitud Correcta’: seguir las instrucciones de buena gana, sin resistencia, con fe en que haciéndolo así llegaremos a nuestro destino.

Cuando nos encontramos luchando con la práctica, fabricando excusas para no llevarla a cabo, queriendo alterar el ratio o la proporción, o modificándola a nuestra manera, debemos reconocer que estamos escabulléndonos – inventando formas de evitar hacer el trabajo necesario. La Actitud Correcta significa no ceder a nuestros deseos sino afrontar la práctica como si nuestra vida dependiera de ello. A menudo le digo a la gente que se imagine a alguien apuntándole con una pistola en la cabeza – la energía y devoción hacia la práctica que esta imaginería puede inducir es lo que necesitamos para tener éxito. Hay una historia de un señor de la guerra, que mientras visitaba a su viejo Maestro Zen, escuchó a un novicio lamentarse de que no era capaz de concentrarse. – ¿Podría resolver este problema por usted, Maestro – preguntó el señor de la guerra? – ¡Sí, por favor -contestó felizmente el maestro! – El señor de la guerra fue a por una taza y la llenó de agua hasta el borde. Le pasó la taza al novicio y le dijo: Da vueltas al patio llevando esta taza de agua. Mientras lo haces, seis de mis mejores arqueros estarán listos para dispararte si derramas aunque sea solo una gota. – El novicio aprendió a concentrarse rápidamente.

Cuando realizamos cualquier práctica Chan de forma pasiva, esperando a que nos suceda algo misterioso, perdemos el tiempo y solo tenemos éxito en frustrarnos. Entonces, tras breve tiempo, nos damos por vencidos. Permitiendo complacernos en la holgazanería, no dejamos de dar vueltas a la montaña. No podemos tener éxito en ninguna meditación o práctica pranayama mientras no nos entreguemos a ella al 100% con nuestro corazón, nuestra mente y nuestro cuerpo.

Ocasionalmente puede haber un obstáculo físico como una subyacente condición médica que se manifieste en el sistema respiratorio o en el cardio-pulmonar. En este caso debe consultarse a un médico antes de intentar el ejercicio. Si el devoto fuma o daña su aparato respiratorio con drogas, la primera vez que se afronta la Respiración Saludable pueden aparecer problemas relacionados con respiración entrecortada o acompañada de silbidos. Si existen adiciones al tabaco (u otras drogas), o anhelos de cualquier clase, estos se difuminarán naturalmente y eventualmente desaparecerán si se practica la Respiración Saludable correcta y regularmente.

Efectos de la Respiración Saludable

La Respiración Saludable trabaja a tres niveles: el psicológico, el fisiológico, y el espiritual. Al principio estos tres niveles están interconectados como los hilos de una cuerda, cada uno depende de los otros para la fuerza, cada uno se hace más fuerte a medida que los demás se fortalecen. Cuando la práctica de la Respiración Saludable crece y madura, esta cuerda se vuelve más como un sedal de pesca monofilamento. Cuando los ‘componentes’ psicológico /fisiológico/ espiritual se unen en uno entramos en la gozosa bienaventuranza de la meditación.

Efectos psicológicos

La psicología depende de la existencia de un ego – una arbitraria fuerza de voluntad autónoma, auto-concebida y auto-creada. Cuando esta creación se agita nos volvemos deprimidos, furiosos, temerosos y ansiosos. El proceso de derrotar al ego produce esta agitación asaltándolo con la posibilidad de la extinción – algo a lo que el ego se opone ferozmente. Por esta razón el inicio de un régimen de Respiración Saludable puede provocar una ansiedad o depresión temporales. Cuando esto ocurre debemos comprender la relación causa-efecto y dejar que los efectos negativos se vayan tan fácilmente como aparecen; nuestra fuerza de voluntad es el único poder que el ego no puede resistir. Cuando sucumbimos al deseo del ego de una existencia segura, renunciamos a dominar nuestras vidas y caemos más profundamente en los confines del dominio ilusorio y samsárico del ego. Pero con una fuerte voluntad, pasamos a través de estos desagradables episodios de inseguridad psicológica, ganando cada vez en fortaleza. Con una práctica continuada nos volvemos inmunes ante cualquier situación de estrés psicológico, nace un nuevo poder de voluntad que puede identificar y extinguir cualquier estado mental no deseado con un esfuerzo insignificante.

Efectos físicos

Como todos sabemos en esta edad moderna, el cuerpo-mente es un sistema fuertemente interconectado – cambiar una parte del sistema influencia a todas las demás – así que no es sorprendente que una práctica regular de la Respiración Saludable ofrezca cambios beneficiosos a cada parte del cuerpo-mente. A medida que la mente se aquieta por el ejercicio de respiración lenta, el cerebro mejora su capacidad para regular la serotonina (c.f. Bujatti, M. and Reiderer, P., Journal of Neural Transmission 39: 257-267, 1976) y otros químicos responsables de controlar nuestra bioquímica: dormimos mejor, nuestro humor mejora, y nos volvemos más calmos y menos agitados. Además, los músculos se relajan, los sistemas cardiovascular y pulmonar se vuelven más fuertes y saludables, el aguante psicológico y la estamina se incrementan, mejora la digestión, y se expanden la capacidad mental de concentración y la memoria. Solo toma unos pocos días de práctica dedicada comenzar a realizar todos estos efectos.

Efectos espirituales

Todos somos seres espirituales por naturaleza, así que, en realidad, no hay nada espiritual que ganar con la práctica de la Respiración Saludable. Es decir, no hay nada que ganar que no poseamos ya. Lo que hacemos tiene que ganar el despertar de nuestra naturaleza espiritual. Con devoción religiosa hacia el ejercicio de la Respiración Saludable podemos ganar esa penetración; un evento que llamamos satori – una gestalt, una realización repentina de nuestra pura, libre y no-dualística naturaleza como seres humanos. Cuanto esto sucede vemos repentinamente al ego como una ilusión arbitraria y vemos, con claridad, lo que queda: nuestra Naturaleza Verdadera, o Naturaleza Búdica. Como un holograma, el todo está contenido en cada parte, pero hasta que se calme la mente y descanse el cuerpo, vemos con una mente que se lanza en todas las direcciones, creando distinciones de forma, sonido, olor, gusto, tacto, y pensamiento. Solo vemos las partes y no el todo.

Para la gente que es nueva en el Zen, la Respiración Saludable es un excelente lugar para empezar una práctica. Y para aquellos que han empleado muchos años estudiando Zen o han practicado una variedad de ejercicios sin un progreso significante, la Respiración Saludable es un excelente lugar al que volver. Incluso los adeptos utilizan la Respiración Saludable para comenzar su práctica, porque saben que rápidamente equilibrará su cuerpo-mente y preparará el camino de entrada en profundos estados de meditación.

Como recordaremos, la Respiración Saludable se desarrolla en tres partes, en un patrón cuidadosamente regulado al que nos referimos como “1:4:2”: una inhalación(1), un retención(4), y una exhalación(2). Esto significa que la respiración se mantiene cuatro veces la cantidad de tiempo tomada por la inhalación, y que la exhalación toma el doble de tiempo que la inhalación. Cuando comenzamos la práctica por vez primera, podemos usar una serie de 4:16:8, donde cada cuenta es un segundo. Entonces, a medida que la respiración se hace más fuerte y duradera, podemos cambiar a series de 6:24:12, y más tarde a 8:32:16, etc. A medida que trabajamos con la Respiración Saludable, aumentamos gradualmente el número de cuentas para duraciones cada vez mayores, manteniendo el mismo ratio y las cuentas de un segundo. Se puede utilizar un reloj audible para medir el tiempo en intervalos de un segundo, o, si se puede sentir o escuchar el pulso del corazón, se puede utilizar en su lugar. Cuando realizamos la práctica, detenerse para admirar los resultados no es una opción: una concentración continuamente enfocada en la cuenta es esencial. Con el Recto Esfuerzo y la Actitud Correcta, en un corto espacio de tiempo – días o semanas – empezaremos a notar sutiles cambios en el humor y la energía física, y nuestra conducta se volverá más calma y sosegada. Este es el poder del más simple de los ejercicios pranayama, un ejercicio que prepara el terreno para todas las prácticas Chan subsecuentes.

El Zen y la Rebelión Bóxer (budismo zen)

El Zen y la Rebelión Bóxer

Título original: Zen and the Boxer Rebellion
por el Reverendo Yin Yao Shakya, OHY
Traducido desde el inglés por Fenando Valencia [Zheng Chún], desde Bogotá, Colombia.

En China alrededor del siglo XIX, una sociedad secreta llamada ‘Los Puños de la Correcta Armonía’ comenzó un movimiento que quería arrojar a todos los extranjeros de su madre tierra. La historia conoce a estos rebeldes como los Bóxers.

Pero no nos ocuparemos de ellos. Este ensayo trata de otros bóxers (calzoncillos). Boxers enormes. Boxers Zen. Hace un tiempo, una especie de desasosiego invadió mi espíritu… así como a mis imponderables. Huecos por doquier, en cuerpo y el alma. La única solución era comprar unos deliciosos boxers blancos. Enseguida me dirigí al almacén y escogí un paquete muy bien ilustrado con dos pares de calzoncillos. Pronto sería la viva imagen del joven Adonis del empaque. Casual, se podría decir. Al llegar a casa los arroje, sin desempacar, a la gaveta de la ropa interior.

Allí permanecieron, fieles guardianes del desasosiego, hasta ayer. Era una de esas mañanas en que uno dice, “hoy es el primer día del resto de mi vida”, y decidí que si el universo iba a ser mi cóctel de ostras, lo menos que podía hacer era tomar el bar por asalto luciendo mis nuevas y relucientes prendas. Nada que levante más el espíritu que la sensación del percal ligeramente almidonado. Así que los saqué del plástico [¡Oh, qué sensación!] y los sacudí con anticipada excitación. Entonces, vi como la verdad me miraba fijamente desde cada uno de sus pliegues afilados. Había comprado sin darme cuenta UN ENORME Y BLANCO BOXER-PAPÁ.

Sí, había comprado los calzoncillos de mi papá. Eran vastos, voluminosos. Me llegaban hasta el ombligo y por abajo me cubrían hasta las rodillas. Si hubiera sido paracaidista, no necesitaría un paracaídas. Si fuera ir a acampar en las montañas, no necesitaría una tienda de campaña. Ningún marinero podría levantar una vela tan fácilmente como yo. Con vientos favorables podía llegar a Puerto Príncipe en dos días.

Evidentemente, mi deseo de niño de ser igual a mi papá se me estaba dando. Ahora no había nada que no pudiera hacer para ser igual a mi papá. Podía zapatear alrededor de la casa a las cinco de la mañana despertando a todos. Podía tirarme en el sofá y mirar el juego de football roncando a todo volumen. Podía agacharme a acariciar mi perro, ofreciendo mi trasero al mundo entero. Podía tirarme un viento más sonado que cualquier otra persona en el mundo. Todo lo que tenía que hacer para completar mi metamorfosis era ponerme una camiseta, unas chancletas, echarme mitad de la botella de Brut 33 y ¡PODÍA SER MI PAPÁ!

Ah, llegar a conocer el verdadero significado de los enormes y ondeantes boxers de mi papá. Recordé como cuando joven me quedaba observándolos, absorto en pensamientos, deseando que algún día yo también poseería los eternos misterios contenidos en la fina estampa de aquel algodón brillante. Y ahora mirándome como hombre, a medio vestir frente al espejo del baño, descubro que esta vestidura misteriosa todavía tiene un poder mágico sobre mí: la banda elástica que sostiene por igual el estómago disecado del asceta y a la barriga gigante del escritor técnico, la etiqueta que enseña el verdadero camino a la pureza y la bondad: “lavar en lavadora, usar secadora en bajo.” Y la pequeña abertura al frente sin la cual mi vida sería de hecho muy incomoda.

Pero no se podía esperar que fuera de esta forma. Era un asunto de fe de que el vasto e inescrutable mecanismo del universo siempre se asegurara que yo permaneciese el despampanante Adonis del paquete de los bóxers mientras que Papá seguía con la impropia labor de envejecer. Desde la adolescencia yo había ignorado todas esas ridículas ideas y conductas que me habían llevado al presente estado de monstruosidad avanzada. Yo había hecho todo al derecho. Todo estaba en su sitio. Él era el Papá. Yo era el Niño. Por siempre y siempre… amén.

El karma, como de costumbre, tenía otros planes.

Mi ‘crisis-sartórica’ me obligó a considerar la posibilidad de que el Niño, en efecto, estuviera llegando a su fin. Un rápido examen de conciencia reveló una llanta generosa, los ligamentos de las rodillas destrozados, reflujo, acidez y varios síntomas menos obvios de ‘PAPÁ-avanzado’. Evidentemente, mi obsesión con no ser PAPÁ era una distracción perversa, una que me impedía ver lo que cualquier necio podría ver: Yo ya había desarrollado la marca de la edad madura. En alguna parte había una lección para aprender. Y era de mí encontrarla. No tuve que buscar por mucho tiempo.

No se espera que cedamos ante la adversidad… que usemos nuestros enormes y ondeantes calzoncillos blancos de PAPÁ como la bandera de la rendición, la mortaja del entierro o algo para los arqueólogos del futuro… o para quemarlos en una protesta sin sentido. ¿Pero qué debo hacer con estos bóxers? ¿Botarlos simplemente? ¿Hacer túnicas nuevas para los Niños Cantores de Viena? ¿Empezar una colcha para las víctimas de la edad madura?… ¿QUÉ? En alguna parte de toda esa tela blanca había un mensaje, quizá el secreto de la vida revelado. Yo sentía la carga del pensamiento.

¿Qué haríamos en Zen? Reflexioné un momento en posibles respuestas religiosas a esta pregunta. ¿Declarar mi independencia de la opresión de las apariencias? ¿Pensar en todos los pobres en el mundo que no tienen ningún tipo de interiores para ponerse?

De algún modo se me ocurrió que esta ancha extensión de algodón era la verdad en grande. Mene Mene Tekel… Simplemente no era muy saludable haber conseguido estar tan grande tan rápido y, sí señor, había que morder el polvo: Apretar los dientes y comenzar a salir a trotar todas las mañanas. ¡Ponerme en una dieta Sattvica! Finalmente pronuncié las palabras que tocaba. La gaseosa tendría que pasar de la Cosa Real a la dietética. Lloriquearle a los chocolates. Los dulces desterrarlos para siempre de mi alimento matutino… y del de mediodía, y de la tarde también. Sin fórmulas mágicas. Sin píldoras. Nada menos que un cambio de forma de vida… Frutas frescas y esas cosas que llaman verduras. Tortillas sin la manteca de cerdo. El queso sin cuajo. Perros calientes y pizza de Tofú. ¡Cero nachos! (No hay fin al castigo por unos años de exceso.)

El Zen, como usted podría esperar, exige un plan de acción constructivo. Había llegado el horrendo momento de practicar lo que había predicado (Nunca imaginé ver llegar el día).

Comprendí que la verdadera libertad es posible solo a punto de disciplina… empeño… sacrificio. No nos ponemos en forma a punto de remembranzas o sugerencias, como canapé en una bandeja de posibilidades. Y tampoco es posible la buena salud. Debemos algo a cambio de esta vida… y ese algo hay que cuidarlo. Qué barbaridad, ese ya era un pensamiento bastante pesado.

Yo necesitaba un poco de apoyo. Fui a la estatua de Ho Ti – toda esa grasa y esa risa jovial – esa barriga para frotar para la buena suerte. Con gran esfuerzo lo vi sentado luciendo unos bóxers blancos… y el espectáculo era horrible. Es la única cosa que me hace seguir adelante.

El Problema Octogésimo Cuarto (La vida cotidiana y el zen)

El Problema Octogésimo Cuarto (Ochenta y Cuatro)
Título original: The Eighty-Fourth Problem
por el Reverendo Yin Yao Shakya, OHY
Traducido desde el inglés por la Rev. Yin Zhi Shakya, OHY

Este ensayo trata acerca de los problemas – de la clase que todos compartimos. Grandes y pequeños, problemas que nos causamos nosotros mismos y problemas que el mundo nos inflige.

Una vez un hombre vino a ver al Buda porque había oído que el Buda sabía como solucionar los problemas. El hombre tenía más dificultades de las que él podía soportar, así que se arrodilló y le suplicó, “Señor, mi vida no es nada más que conflictos y sufrimientos. Ayúdame a encontrar la paz.”

El Buda sonrió. “Hermano, dime cuál es el problema.”

“Yo soy un campesino,” dijo el hombre, “un buen campesino. Disfruto trabajando en la labor. Pero siempre hay un conflicto con el clima. Algunas veces no llueve suficiente y mi cosecha se muere, entonces mi familia no tiene nada que comer. Otras veces llueve mucho y mi cosecha se malogra, y mi familia casi se muere de hambre. No importa lo que yo haga, mi vida no me trae nada más que ansiedad.”

El Buda escuchó tranquilamente como el hombre continuaba.

“Yo tengo una esposa y dos hijos. ¡Los amo a todos, pero algunas veces ser esposo y padre, es nada más que dolores de cabeza! Mi esposa siempre me reprende tanto que aunque viva hasta los cien años, ¡no tendría tiempo para imaginarme todo lo que ella quiere de mí! ¡Y mis hijos! Ellos comen mi comida y gastan mi dinero, pero no respetan ni a mí ni a la tierra. Ellos vagabundean, inútil y egoístamente.

El Buda movió la cabeza.

“¡Y entonces, están mis vecinos! Éste me roba el agua; aquél coloca su cerca en mi propiedad. El otro camina su ganado a lo largo de mi propiedad. Y el peor de todos, tiene un hijo idiota que está enamorado de mi preciosa hija. No puedo trabajar en mi cosecha sin tener que discutir con uno de ellos acerca de algo.” El hombre continuó de esta forma, cuidadosamente catalogando todos sus problemas. Después de una hora más o menos, él estaba casi en lágrimas, y muy agitado al hablar. Él inclinó su cabeza y esperó que ‘El Iluminado’ hablara las palabras que terminarían con su sufrimiento.

El Buda dijo, “Hermano, lo siento mucho. No puedo ayudarte.”

El hombre no lo podía creer. “¿Qué quiere usted decir, que no puede ayudarme?” Y entonces, disgustado, se puso a renegar. “¿De qué sirve usted si no puede ni siquiera decirle a un simple campesino como mejorar su vida?” Entonces se paró para irse. El Buda respondió, “Es verdad que no puedo ayudarlo. Y no creo que alguien más pueda hacerlo. Pero quizás yo le pueda decir como obtener ayuda de una persona que puede ayudarlo… usted mismo.”

El campesino se sentó y escuchó.

“A usted,” dijo el Buda, “y a todos y cada uno que nacen en este mundo del Samsara les ha sido dado ochenta y tres problemas. Usted trata con ellos lo mejor que puede. Ya sea si meramente los sobrevives o si los trabajas constructivamente para resolverlos, encuentras que tan pronto solucionas uno, otro instantáneamente surge y toma su lugar. Así es la vida.”

El campesino consideró esto. “Si,” dijo él, “pero, ¿podemos resolver los Ochenta y Tres problemas en el tiempo de esta vida?”

“Ah”, dijo el Buda, “ese es el problema. Una vez solucionados, ellos no se mantienen así. Ellos continúan regresando, algunas veces en diferentes lugares y otras veces con diferentes personas.”

“Entonces, ¿nunca seré feliz? ¿Estos Ochenta y tres problemas me seguirán incluso hasta la tumba?” De repente el campesino se enfureció. “¿Qué clase de enseñanza es ésta? ¿Qué voy a hacer ahora?

“Bien,” dijo el Buda, “Puedes resolver el problema Octogésimo Cuarto (Ochenta y Cuatro).”

“¡Oh, maravilloso!”, dijo el hombre sarcásticamente. “¡Ahora tengo Ochenta y CUATRO problemas! ¿Y cuál puede ser ese problema?”

“El problema Octogésimo Cuarto” replicó el Buda, “es decidir no tener ningún problema.”

Y de eso es todo lo que se trata.

Al igual que todos nosotros, el pobre campesino tuvo la experiencia de su vida con problemas y frustraciones. Al igual que todos nosotros, él soñó ponerle fin a sus problemas de una vez por todas. Pero como cualquiera que llega al budismo, él tuvo que progresar más allá de la Primera Noble Verdad: La Vida en el Samsara es agria y dolorosa.

De hecho es, que ser budista no hace que los problemas de la vida se desvanezcan. Un budista todavía tiene un trabajo, una familia y problemas de tráfico con los que se tiene que enfrentar. Ni tampoco el Budismo ofrece soluciones cómodas y fáciles de digerir para cada uno de los problemas agrios que la vida nos pone en nuestro plato.

El Budismo nos enseña que los problemas van con la vida al igual que la humedad va con el océano. Solamente los muertos no tienen problemas. Y ciertamente no encontraremos ningún consuelo en decirnos a nosotros mismos, “Bien, la próxima vida será mejor.” Estar vivo en cualquier tiempo y en cualquier lugar es un esfuerzo. Es nuestra actitud hacia la vida, la que determina si observamos o no ese esfuerzo como un problema o como un reto.

George Polya, ese matemático prominente que trabaja para solucionar problemas matemáticos, dijo, “Un gran descubrimiento resuelve un gran problema, pero hay una pequeña partícula de descubrimiento en cada problema.” Y, este es el acercamiento Budista: comprender los problemas, grandes y pequeños, buscado en cada uno de ellos la pequeña semilla del descubrimiento. Hay un gran goce en solucionar un problema cuando vemos ese problema como el origen mismo de su propia solución.

Nosotros estamos propensos a perder la perspectiva. Vemos un obstáculo y estamos ciegos al hecho de que es, en estar vivo y en ser capaz incluso de ver el obstáculo, lo que nos da la habilidad para vencerlo.

Muy a menudo, la forma mejor que tenemos de lidiar con un problema es considerarlo menos importante que los problemas de los demás. Encontramos consuelo en las banalidades. “Lloré porque no tenía zapatos hasta que vi un hombre que no tenía pies.” Pero el Budismo dice, “¿Por qué lloras porque no tienes zapatos? Deja de llorar, y encuentra una forma de obtener tu mismo algunos zapatos. ¡Soluciona primero, el problema Octogésimo Cuarto!”

Recientemente vi un grupo de muchachos que no tenían pies. Estaban jugando al baloncesto en sillas de ruedas. Ellos estaban riéndose y gritando sin diferencia alguna en la forma que ellos hubieran actuado si hubieran estado conduciendo su ofensiva y defensiva con los dos pies. Estos hombres estaban en el momento Octogésimo Cuarto, en el juego, disfrutando la vida.

El mundo está lleno de hombres que tienen dos pies pero que no disfrutan nada y protestan de casi todo porque ellos no pueden encontrar esa pequeña semilla de descubrimiento dentro de ninguno de sus problemas.

Los hombres en las sillas de ruedas aceptaron lo que había sido puesto en su plato, y sin importarles lo agrio que era, dejaron que eso los nutriera. Ellos hallaron una forma de resolver su problema y de encontrar la satisfacción del descubrimiento en esa solución.

Y esto es lo que aquel campesino necesitaba hacer. En lugar de quejarse, él necesitaba responder a los retos del clima adquiriendo otras destrezas, ocupándose de que él y su familia aprendieran el intercambio o una habilidad agrícola de forma que cuando hubiera sequías o inundaciones, ellos hubieran podido ser capaces de continuar prósperos. Él necesitaba reunirse con sus vecinos y discutir las soluciones de la ley, el respeto mutuo y el trabajo en grupo, en lugar de oponerse.

Hay un goce en descubrir, en crear algo nuevo y útil, en aceptar un reto e involucrarnos nosotros mismos constructivamente en su solución. Todos necesitamos resolver primero, el problema Octogésimo Cuarto. Esa es la actitud. Esa es la Gracia. Es el estar agradecidos de estar vivos aquí y ahora y ser bendecidos con todos los otros Ochenta y Tres retos de la vida.

¿Cuánto “Zen” Puede Haber en Eso? (budismo Zen)

¿Cuánto “Zen” Puede Haber en Eso?

Título original: How “Zen” is That?
por Reverendo Yin De Shakya, OHY
Traducido por la Rev. Yin Zhi Shakya

Presentado el 16 de marzo de 2003

Tengo un amigo que tiene la costumbre de hacerme la siguiente pregunta… Cada vez que parezco reaccionar ante algo, con cualquier grado de emoción, particularmente cuando me enojo por algún motivo, me pregunta – ¿Cuánto Zen puede haber en eso?

Hace un año más o menos, uno de mis vecinos se enteró que mi cabeza rapada no era una declaración de última moda, sino que yo era un verdadero sacerdote budista Zen; así que se acercó a mí preguntándome: – ¡Oye mi amigo, me enteré que eres budista Zen. ¡Que chévere! Ahora sé porque eres tan sereno y dulce en todo momento. Me encanta el Zen. Por cierto, ¡acabo de un comprar té verde ‘Zen’! Si tienes tiempo, ¿podrías enseñarme Zen?

Bueno, primero lo primero. Conociendo que mi vecino es cristiano y que no estaba interesado en el budismo como religión, le dije – No te gustaría, es realmente aburrido. Lucía insatisfecho con mi respuesta. Me reí y le dije – de todas formas, continua con el té verde, es buenísimo para la salud.

Cuando le conté este pequeño incidente a mi amigo, me dijo – ¿Cuánto Zen puede haber en eso? Este tipo te pide que le enseñes Zen, ¿y es eso lo que le has respondido? No en balde hay tan pocos budistas por aquí.

Entonces unos días después, al final de una conversación sobre jardinería y los cambios en el clima, mi vecino me dijo de nuevo – ¿Podrías prestarme un libro sobre Zen? Cómo te explico… es que realmente suena como una filosofía muy chévere. Esta vez lo referí a nuestra página web y le sugerí que leyera varios artículos, y que si todavía estaba interesado con gusto le prestaría el libro que me había pedido. Nunca volvió a tocar el tema en nuestras conversaciones. Todavía lo veo ir a la iglesia el domingo; pero pienso que ha descubierto que hay un poco más en el Zen que el té verde y los pronunciamientos enigmáticos.

Es sorprendente cómo tantas personas, incluso aquellos que se dicen ser budistas, piensan que el Budismo Zen es una filosofía impasible – y nada más. Seguro, hay gran ayuda de la filosofía en el Dharma. Pero la filosofía por si sola no nos proporciona la oportunidad de vivir las profundas experiencias espirituales que la práctica del Budismo Zen nos permite. No son los filósofos los que experimentan el éxtasis de la unión divina; son los devotos. Tiene que haber en el camino ese otro elemento. ¡El Budismo Zen es una religión!

El Zen no es una tendencia y definitivamente no es un club. No hay estatutos o regulaciones escritas que apliquen universalmente a los budistas Zen. Algunos son vegetarianos; otros comen pescado, mientras otros comen toda clase de carnes. Algunos se rigen por dieciséis preceptos y otro por cinco. Pero hay una experiencia común a todos los Budistas Zen. Dicha experiencia es el Zen del Budismo Zen. Y el prefijo le da a este camino su carácter distintivo. Zen significa Meditación. Nosotros somos Budistas Meditadores. Este es nuestra puerta principal a lo divino. Practicamos los métodos de meditación, los que eventualmente nos capacitan para darle un vistazo a eso que no podemos describir; sin embargo cada practicante sabrá cuando esto haya ocurrido.

Nosotros buscamos la experiencia universal de la unión divina. El Zen y el Budismo son las dos cosas, el fin y los medios para lograr ese fin. El camino es la meta; no podemos tener lo uno sin tener lo otro. Es como decir – me gusta la derecha pero no la izquierda. – ¡Ahora, si removemos la izquierda, entonces el medio se convierte en la izquierda! No, no podemos tener lo uno sin tener lo otro. El Zen es parte del Budismo, y el Budismo es un elemento del Zen.

Si quieres unirte a un ‘Club Zen’, usar ropa oriental bien chévere, practicar sentarte muy quieto aparentando clama, comprar todos los libros sobre el ‘Zen y el Arte de…’, y obtener toda la parafernalia Zen, el incienso, las estatuas, las imágenes y etc. y etc., pues simplemente hazle. Pero entiende que no estarás practicando Zen. Sin los sentimientos internos de devoción, sin el deseo de servir a otros, sin la humildad personal y el espíritu generoso, sin la bondad y la fe y las manos unidas en suplica a nuestro Señor, estarás actuando falsamente y simplemente practicando el arte de fingir y el auto-engaño. Créeme, eso es todo un arte, el cual, por cierto, practiqué con maestría por un buen tiempo.

El Zen es simple, después se torna difícil, más adelante imposible, y luego simple otra vez. Ahí tiene su origen el concepto de ‘la mente del principiante’. El principiante no tiene nada que lograr ni nada que desaprender. Todo es nuevo, y en una forma inocente, el principiante está lleno de admiración. Pero cuando comienza a tratar de entender lo que todo esto significa, y lo discute basado en prejuicios y puntos de vista individuales, se comienza a alejar cada vez más y más del Zen. Eventualmente, si la práctica es regular y hay un progreso suficiente para mantener su interés, la mente del principiante se revelará a sí misma otra vez. La humildad ganada después de años de meditación estéril y de sufrir en el camino sin realmente ver a dónde lo lleva, borrará su falso orgullo y su vana certeza, y la experiencia de comenzar reaparecerá.

Así que no podemos comprar nuestro camino al Nirvana, ni leer nuestro camino al Nirvana, ni hablar nuestro camino al Nirvana… pues solamente hay un camino a la montaña. ¡Tenemos que hacer el trabajo y desprendernos del ego!

¿Cuánto Zen puede haber en eso? Es solamente eso. Zen.

Nota: Le extendemos nuestras más expresivas gracias a Fernando Valencia (Zhèng chún) por su participación experta del idioma Español, en la corrección de la traducción de este ensayo.

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