FUNDAMENTOS DE UNA ESTETICA INTEGRAL

FUNDAMENTOS DE UNA ESTETICA INTEGRAL

FRITHJOF SCHUON

El esoterismo implica cuatro dimensiones principales: una intelectual, de la que testimonia la doctrina; una volitiva o técnica, que engloba los medios directos o indirectos de la vía; una moral, que concierne a las virtudes intrínsecas y extrínsecas; una estética, de la que derivan el simbolismo y el arte desde el doble punto de vista objetivo y subjetivo.

Exotéricamente, la belleza representa, bien un atractivo excusable o inexcusable, bien una expresión de la piedad y, por lo mismo, el revestimiento de un simbolismo teológico; esotéricamente ejerce la función de medio espiritual en conexión con la contemplación y el «recuerdo» interiorizante. Por «estética integral» entendemos, en efecto, una ciencia que da cuenta, no solamente de la belleza sensible, sino también de los fundamentos espirituales de ésta (1), fundamentos que explican la frecuente conexión entre las artes y los métodos iniciáticos.

La estética en sí, al ser la ciencia de lo bello, concierne tanto a las leyes de la belleza objetiva como a las de la sensación de lo bello. Es objetivamente bello lo que expresa de ésta o aquélla manera un aspecto del esplendor cósmico y, en última instancia, divino, y lo hace conforme a los principios de jerarquía y equilibrio que este esplendor implica y exige; la percepción de la belleza, que es una adecuación rigurosa y no una ilusión subjetiva, implica esencialmente, por una parte, una satisfacción de la inteligencia y, por otra, un sentimiento a la vez de seguridad, de infinitud y de amor. De seguridad, porque la belleza es unitiva y porque excluye, con una especie de evidencia musical, la fisuras de la duda y de la inquietud; de infinitud, porque la belleza, por su misma musicalidad, hace que se fundan los endurecimientos y os límites y de esta forma libera al alma de sus estrecheces, aunque solo fuera de una forma lejana e ínfima; de amor, porque la belleza llama al amor, es decir, invita a la unión y, por tanto, a la extinción unitiva. Todos estos factores producen la satisfacción de la inteligencia, que adivina espontáneamente en la belleza -en la medida en que la comprende- la verdad y el bien, o la realidad y su potencia liberadora.

El Divino Principio es el absoluto y, siendo el absoluto, es el Infinito. Es de la Infinitud de donde surge la Mâyâ manifestadora o creadora, y esta Manifestación realiza una tercera cualidad hipostática, la Perfección. Absolutidad, Infinitud, Perfección; por consiguiente: la belleza, en cuanto manifestación, exige la perfección, y ésta se realiza según la absolutidad por una parte y según la Infinitud por otra. Al reflejar el Absoluto, la belleza realiza un modo de regularidad y, al reflejar el Infinito, realiza un modo de misterio. Siendo perfección, la belleza es regularidad y misterio; es por estas dos cualidades por lo que estimula y al mismo tiempo apacigua a la inteligencia, y a la sensibilidad conforme a la inteligencia. En el arte sagrado se encuentra en todas partes, y necesariamente, la regularidad y el misterio. Según una concepción profana, la del clasicismo, es la regularidad la que hace la belleza; pero la belleza de que se trata está desprovista de espacio o de profundidad, puesto que es sin misterio y, por lo tanto, sin la vibración de la infinitud. Ocurre ciertamente en el arte sagrado que el misterio prevalece sobre la regularidad, o inversamente, pero los dos elementos están siempre allí; es su equilibrio el que crea la perfección.

La Manifestación cósmica refleja o proyecta necesariamente el Principio según la absolutidad y según la Infinitud; inversamente, el Principio contiene o prefigura la raíz de la Manifestación, luego de la Perfección, y esto es el Logos. El Logos combina in divinis la regularidad y el misterio; es, por decirlo así, la Belleza manifestada de Dios; pero esta manifestación sigue siendo principal, no es cósmica. Se ha dicho que Dios es geómetra, pero es importante añadir que es también músico.

Absoluto, Infinito, Perfección. Podríamos representar el primer elemento por el punto, el segundo por los radios y el tercero por el círculo. La Perfección es el Absoluto proyectado, en virtud de la Infinitud, en la relatividad; es, por definición, adecuada, pero no el Absoluto o, dicho de otro modo, es un determinado Absoluto -a saber, el Absoluto manifestado-, pero no es el Absoluto como tal; y por «Absoluto manifestado» hay que entender siempre lo siguiente: manifestado de una determinada manera. El Infinito es la Feminidad divina, de él procede la Manifestación; en el Infinito, la Belleza es esencial, luego informal, indiferenciada e inarticulada, mientras que en y por la Manifestación se coagula y se vuelve tangible, no solamente a causa del hecho mismo de la exteriorización, sino también, y positivamente, en virtud de su contenido, imagen del Absoluto y factor de necesidad, luego de regularidad.

La función cósmica o, más particularmente, terrenal de la belleza es la de actualizar en la criatura inteligente la memoria platónica de los arquetipos, hasta llegar a la Noche luminosa del Infinito (2). Lo que nos lleva a la conclusión de que la comprensión plena de la belleza exige la virtud y se identifica con ella: es decir, de la misma manera que es preciso distinguir, en la belleza objetiva, la estructura exterior y el mensaje en profundidad, también hay que hacer una distinción, en el sentido de lo bello entre la sensación estética y la correspondiente belleza del alma, a saber, tal virtud. Fuera de toda cuestión de «consolación sensible», el mensaje de la belleza es a la vez intelectual y moral: intelectual, porque nos comunica, en el mundo de la accidentalidad, aspectos de la Substancia sin, no obstante, tener que dirigirse al pensamiento abstracto; y moral, porque nos recuerda lo que debemos amar y, por consiguiente, ser.

Conforme al principio platónico de que lo semejante se asocia de buen grado con lo semejante, Plotino observa que «es siempre fácil atraer al Alma universal…, construyendo un objeto apto para sufrir su influencia y recibir su participación. Ahora bien, la representación gráfica de una cosa es siempre apta para sufrir la influencia de su modelo; es como un espejo capaz de captar su apariencia» (3).

Este pasaje enuncia el principio crucial de la relación casi mágica entre el recipiente conforme y el contenido predestinado, o entre el símbolo adecuado y la presencia sacramental del prototipo. Las ideas de Plotino deben ser comprendidas a la luz de las del «divino Platón»: ahora bien, éste aprobaba los tipos fijos de las esculturas sagradas de Egipto, pero rechazaba las obras de los artistas griegos que imitaban la naturaleza en su accidentalidad exterior e insignificante siguiendo su imaginación individual. Este veredicto excluye de entrada, del arte sagrado, las reproducciones de un naturalismo virtuoso, exteriorizante, accidentalizante y sentimentalista, el cual peca tanto por abuso de la inteligencia como por olvido de lo interior y de lo esencial.

Y de la misma, con mayor razón: el alma inadecuada, es decir, no conforme con su dignidad primordial de «imagen de Dios», no puede atraer las gracias que favorecen o incluso constituyen la santidad. Según Platón, el ojo es el «instrumento más solar», lo que Plotino comenta así: «Nunca el ojo habría visto el sol si no fuera él mismo de la naturaleza solar, como tampoco el alma podría ver lo bello si no fuera bella ella misma.» Ahora bien, la belleza Platónica es un aspecto de la Divinidad, y es por esto por lo que es el «esplendor de lo Verdadero»; es decir, que la Infinitud es de alguna manera el aura del Absoluto, o que Mâyâ es la shakti de Atmâ y, por consiguiente, toda hipóstasis de lo Real absoluto -cualquiera que sea su grado- se acompaña de una irradiación que podríamos intentar definir con la ayuda de las nociones de «armonía», «belleza», «bondad», «misericordia» y «beatitud».

«Dios es bello y ama la belleza», dice un hadîth que hemos citado más de una vez (4): Atmâ es no solamente Sat y Chit, «Ser» y «Conciencia» -o, más relativamente, «Potencia» y «Omnisciencia»-, sino también Ananda, «Beatitud», luego Belleza y Bondad (5); y lo que queremos conocer y realizar debemos reflejarlo a priori en nuestro propio ser, porque no podemos conocer perfectamente, en el orden de las realidades positivas (6), más que lo que somos.

Los elementos de belleza, sean visuales o auditivos, estáticos o dinámicos, no son solamente agradables, son, ante todo, verdaderos y su atractivo viene de su verdad; éste es el dato más evidente y, no obstante, menos comprendido de la estética. Además, como Plotino hace notar, todo elemento de belleza o de armonía es un espejo o un receptáculo que atrae la presencia espiritual que corresponde a su forma o a su color, si se puede decir; si esto se aplica lo más directamente posible a los símbolos sagrados, vale igualmente, de una manera menos directa y más difusa, para todas las cosas armónicas, luego verdaderas. Así, un ambiente artesanal hecho de una sobria belleza -porque no se trata de suntuosidad más que en casos muy particulares- atrae o favorece la barakah, la «bendición»; no es que cree la espiritualidad, como tampoco el aire puro crea la salud, pero es, en todo caso, conforme a ella, lo que es mucho, y lo que es, humanamente, lo normal.

A despecho de estos datos que nos parecen evidentes y que se encuentran corroborados por todas las bellezas que el cielo ha otorgado a los mundos tradicionales, algunos preguntarán sin duda qué conexión puede tener el valor estético de una casa, de un mobiliario o de un utensilio con la realización espiritual. ¿Cuándo, pues, un Shankara se ha ocupado de estética o de moral? A esto respondemos que el alma de un sabio de esta envergadura es naturalmente bella y está indemne de toda mezquindad y que, además, un ambiente íntegramente tradicional -sobre todo en un medio como el de los brahmanes- excluye ampliamente, si no absolutamente, la fealdad artística o artesanal; de manera que un Shankara no tenía nada que enseñar -ni a fortiori que aprender- sobre el tema de los valores estéticos, a menos de ser un artista por vocación o por profesión, algo que no fue y que su misión estaba lejos de exigir.

Ciertamente, la sensación de lo bello puede efectivamente no ser más que un placer, según el grado de receptividad; pero según su naturaleza y para el Intelecto y en virtud, por su puesto, de su objeto, ofrece paralelamente a su musicalidad una satisfacción intelectual, luego un elemento de conocimiento.

Resulta necesario disipar aquí el error según el cual todo en la naturaleza es bello por el solo hecho de pertenecer a ella, y de que todo en la producción tradicional es asimismo bello por pertenecer a la tradición; que, por consiguiente, la fealdad no existe ni en el reino animal ni en el reino vegetal, puesto que, al parecer, toda criatura «es perfectamente lo que ella debe ser», lo que no tiene, verdaderamente, la menor relación con la cuestión estética; y que el más magnífico de los santuarios no es más bello que cualquier utensilio, porque el utensilio «es exactamente lo que debe ser». Esto es pretender, no solamente que una especie animal fea es estéticamente equivalente a una especie bella, sino también que la belleza no vale más que por la ausencia de fealdad y no por su contenido propio, como si la belleza de un hombre fuera el equivalente de la de una mariposa, una flor o una gema. Ahora bien, la belleza es una cualidad cósmica que no se deja reducir a abstracciones extrañas a su naturaleza; paralelamente, lo feo no está solamente en la cosa que no es enteramente lo que debe ser, no consiste solamente en una imperfección accidental o en una falta de gusto; está en todo lo que manifiesta, accidental o substancialmente, artificial o naturalmente, una privación de verdad ontológica, de bondad existencial o, lo que viene a ser lo mismo, de realidad. La fealdad es, muy paradójicamente, la manifestación de una nada relativa: de una nada que no puede afirmarse más que negando o socavando un elemento de Ser, luego de belleza. Es decir que, de una cierta manera y hablando elípticamente, lo feo es menos real que lo bello, y no existe en suma más que gracias a una belleza subyacente a la que desfigura; en resumen, es la realidad de una irrealidad, o la posibilidad de una imposibilidad, como todas las manifestaciones privativas.

El argumento de que la cualidad estética está lejos de coincidir siempre con la cualidad moral y que, por consiguiente, es algo vano, este argumento, justo por su observación y falso por su conclusión, deja de lado una evidencia, a saber, que el mérito ontológico y en principio espiritual de la belleza permanece intacto en su plano; que una cualidad estética no sea valorizada no impide que pudiera y debiera serlo y que en tal caso probaría su potencialidad espiritual y, por tanto, su verdadera naturaleza. Inversamente, la fealdad es una privación incluso cuando se alía con la santidad, que no puede volverla positiva, pero que evidentemente la neutraliza, exactamente como la perversión moral esteriliza la belleza, pero sin abolirla en lo que tiene de existencial, no de volitivo.

El dilema de los moralistas encerrados en la alternativa del «blanco o negro» se resuelve metafísicamente por la complementariedad entre la trascendencia y la inmanencia: según la primera, nada es realmente bello porque sólo Dios es la Belleza; según la segunda, toda belleza es realmente bella porque es la Belleza de Dios. De ello resulta que toda belleza es a la vez una puerta cerrada y una puerta abierta o, dicho de otro modo, un obstáculo y un vehículo. O bien la belleza nos aleja de Dios porque se identifica enteramente en nuestro espíritu con su soporte terreno, que en tal caso ejerce la función de ídolo, o bien nos aproxima a Dios porque percibimos en ella las vibraciones de Beatitud y de Infinitud que emanan de la Belleza divina. (8)

Muy paradójicamente, lo que acabamos de decir se aplica también a las virtudes; los sufíes insisten en ello. Como las bellezas físicas, las bellezas morales son a la vez soportes y obstáculos: son soportes gracias a su naturaleza profunda, que pertenece ontológicamente a Dios, y son obstáculos en la medida en que el hombre se las atribuye como mérito cuando no son más que aperturas hacia Dios en medio de las tinieblas de la debilidad humana.

La virtud separada de Dios se convierte en orgullo, como la belleza separada de Dios se convierte en un ídolo; y la virtud unida a Dios se convierte en santidad, como la belleza unida a Dios se convierte en sacramento.

NOTAS

1.- No hay que confundir la estética con el estetismo ni con el esteticismo. El segundo término evoca un movimiento literario y artístico de la Inglaterra del siglo XIX, mientras que el tercero -poco usado en francés pero corriente en alemán (Aesthetizismus)- designa simplemente una preocupación abusiva por valores estéticos ya reales ya imaginarios o, al menos, muy relativos. Por lo demás, no hay que arrojar demasiado fácilmente la piedra a los estetas románticos, que tenían el mérito de la nostalgia muy comprensible en un mundo que se hundía en una mediocridad sin esperanza y en una fealdad fría e inhumana.

2.-Según Pitágoras y Platón, el alma ha oído las armonías celestiales antes de ser exiliada a la tierra, y la música despierta en el alma el recuerdo de estas melodías.

3.- este principio no puede impedir que una influencia celestial se manifieste incidental o accidentalmente en una imagen incluso muy imperfecta -quedando excluidas las obras de la perversión y de la subversión- por pura misericordia y a título de «excepción que confirma la regla».

4.- Otro hadît nos recuerda que «el corazón del creyente es dulce y ama la dulzura (hlâwah)». lo «dulce», según la palabra árabe, es al mismo tiempo lo agradable con un matiz de belleza primaveral; lo que equivale a decir que el corazón del creyente es profundamente benévolo, porque, al haber vencido la dureza propia del egoísmo y la mundanalidad, está hecho de dulzura o de generosa belleza.

5.- Cuando el Corán dice que Dios «se ha prescrito a sí mismo la Misericordia» (Rahmah), afirma que ésta pertenece a la Esencia misma de Dios; por lo demás la noción de Misericordia no da cuenta, más que de una manera parcial y extrínseca, de la naturaleza beatífica del Infinito.

6.- Esta reserva significa que no conocemos las realidades privativas -que precisamente manifiestan irrealidad- más que por contraste; por ejemplo, el alma comprende la fealdad moral en la medida en que ella misma es moralmente bella, y no puede serlo más que por participación en la Belleza divina, la Belleza en sí.

7.- Esta es toda la diferencia que existe entre los rasgos de un rostro y su expresión, o entre la forma de un cuerpo y sus gestos, o todavía, entre la forma de un ojo y su mirada. Esto no impide que incluso la mirada de una persona moralmente imperfecta pueda poseer belleza cuando expresa la primavera de la juventud, o simplemente la alegría, un buen sentimiento o la tristeza; pero todo esto es una cuestión de grado, sea de la belleza natural, sea de la imperfección moral.

8.- Râmakrishna, contemplando un vuelo de grullas, un león, una danzarina, caía en éxtasis. Es lo que se llama «ver a Dios en todas partes»; no descifrando los simbolismos, por supuesto, sino percibiendo sus esencias.

ARTE

ARTE

FRITHJOF SCHUON

La mayor parte de los modernos que creen comprender al arte están convencidos de que el arte bizantino o románico no tiene ninguna superioridad sobre el arte moderno, y de que una Virgen bizantina o románica no se parece más a María que las imágenes naturalistas, sino al contrario; la respuesta es, sin embargo, fácil: la Virgen bizantina -que tradicionalmente se remonta a San Lucas o a los Angeles- está infinitamente más cerca de la realidad de María que la imagen naturalista, que es siempre forzosamente la de otra mujer, porque, una de dos: o bien se presenta una imagen de la Virgen absolutamente parecida desde el punto de vista físico, en cuyo caso sería necesario que el pintor hubiese visto a la Virgen, condición que, con toda evidencia, no podría ser cumplida -abstracción hecha de que la pintura naturalista es ilegítima-, o bien se presenta un símbolo perfectamente adecuado de la Virgen, en cuyo caso la cuestión del parecido físico, sin quedar absolutamente excluido, no se plantea ya de ningún modo. Ahora bien, es esta segunda solución -la única, por otra parte, que tiene un sentido- la que realizan los iconos: lo que ellos no expresan por la semejanza física, lo expresan mediante el lenguaje abstracto, pero inmediato, del simbolismo, lenguaje hecho de precisión y de imponderables a la vez; el icono transmite así, al mismo tiempo que una fuerza beatífica y que le es inherente en razón de su carácter sacramental, la santidad de la Virgen, es decir, su realidad interior y, a su través, la realidad universal de la que la propia Virgen es la expresión; el icono, al hacer asentir un estado contemplativo y una realidad metafísica, se convierte en un soporte de intelección, mientras que la imagen naturalista no transmite, aparte su mensaje evidente e inevitable, más que el hecho de que María era un mujer. Cierto que puede ocurrir que, sobre determinado icono, las proporciones y las formas del rostro sean verdaderamente las mismas que en la Virgen cuando vivía, pero tal parecido, si llegase a producirse realmente, sería independiente del simbolismo de la imagen y no podría ser más que consecuencia de una inspiración particular, sin duda ignorada por el propio artista; el arte naturalista podría por lo demás tener una cierta legitimidad si sirviese exclusivamente para retener los rasgos de los santos, porque la contemplación de los santos (el darshan de los hindúes) puede significar una ayuda preciosa en la vida espiritual, por el hecho de que la apariencia exterior de los santos es como el perfume de su espiritualidad; sin embargo, semejante papel, tan limitado, de un naturalismo por otra parte siempre parcial al tiempo que disciplinado, no corresponde más que a una posibilidad muy precaria.

Pero volvamos sobre la cualidad simbólica y espiritual del icono: que se sea capaz de ver esta cualidad es una cuestión de inteligencia contemplativa, y también de «ciencia sagrada»; como quiera que sea, es ciertamente falso pretender, para legitimar el naturalismo, que el pueblo tiene necesidad de un arte accesible, es decir, chato, porque no es el «pueblo» el que ha hecho el Renacimiento y su arte, como tampoco todo el «gran arte» que de él se ha derivado, sino que, por el contrario, constituye un desafío a la piedad de la gente sencilla; el ideal artístico del Renacimiento y de todo el arte moderno está, pues, muy lejos de aquello de lo que el pueblo tiene necesidad; por lo demás, el hecho cierto es que casi todas las Vírgenes milagrosas a las que el pueblo acude son bizantinas o románicas; ¿y quien se atrevería a sostener que el color negro de algunas de ellas responde o que sea particularmente accesible a éste? Por otra parte, las Vírgenes hechas por la gente del pueblo, cuando esta gente no está maleada por la influencia del arte académico, son mucho más verdaderas que las de éste.

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Las artes se encuentran diversamente religadas a las condiciones existenciales: así, las artes plásticas pertenecen al espacio, mientras que la poesía y la música pertenecen al tiempo; ellas son auditivas e «interiores», mientras que la pintura, la escultura, la arquitectura son visuales y «exteriores».

La danza combina el espacio y el tiempo resumiendo las otras condiciones: la forma siendo representada por el cuerpo del bailarín; el número, por los movimientos; la materia, por la carne, la energía, por la vida; el espacio, por la extensión que contiene al cuerpo; el tiempo, por la duración que contiene los movimientos.

Es así como la Danza de Shiva resume las seis condiciones de la existencia, las cuales son como las dimensiones de Maya (el mundo que vemos, que es aparente), y a priori las de Atman (la Consciencia); si la danza de Shiva, el Tandava, se dice que lleva a la destrucción del mundo, es porque ella devuelve Maya a Atman, precisamente.

Y es así como toda danza sagrada devuelve los accidentes a la Substancia, o el sujeto particular, accidental y diferenciado al Sujeto universal, substancial y uno; esta es además también la función de la música y, más o menos indirectamente, de todo arte inspirado; es antes que nada la del amor en todas sus formas. De ahí el carácter intrínsecamente sagrado, aunque ambiguo, del amor y de las artes en el reino de la decadencia humana

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A fin de dar una idea de los principios del arte tradicional, señalaremos algunos de los más generales y rudimentarios. Ante todo es preciso que la obra sea conforme al uso para la cual está destinada y que traduzca esta conformidad; si hay un simbolismo sobreañadido, hace falta que sea conforme al simbolismo inherente al objeto; no debe haber en ella conflicto entre lo esencial y lo accesorio, sino armonía jerárquica, lo que resulta, por otra parte, de la pureza del simbolismo; es preciso que el tratamiento de la materia sea conforme a esta materia; como por su parte esta materia debe de ser conforme al empleo del objeto; es preciso, en fin, no dé la ilusión de ser otra cosa que lo que es, ilusión que da siempre la impresión desagradable de la inutilidad (…) Las grandes innovaciones del arte naturalista se reducen en suma a otras tantas violaciones de los principios del arte normal: primeramente, por lo que respecta a la escultura, violación de la materia inerte, por lo que respecta a la pintura, violación de la superficie plana. En el primer caso, se trata la materia inerte como si estuviese dotada de vida, cuando es esencialmente estática y, por ello, no permite más que la representación de cuerpos inmóviles o de fases esenciales o esquemáticas del movimiento, y no la de movimientos arbitrarios, accidentales o cuasi instantáneos; en el segundo caso, el de la pintura, se trata la superficie plana como si fuese un espacio de tres dimensiones, mediante la perspectiva o los juegos de las sombras.

Se comprenderá que tales reglas no se dictan por simples razones de estética, sino que, por el contrario, se trata en este caso de aplicaciones de leyes cósmicas; la belleza será el resultado necesario. En cuanto a la belleza en el arte naturalista, ella no reside en la obra como tal, sino únicamente en el objeto que esta obra calca, mientras que, en el arte simbólico y tradicional, es la obra en sí misma la que es bella, ya sea abstracta, ya tome la belleza, en mayor o menor medida, de un modelo de la naturaleza.

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La belleza multiforme de un santuario es como la cristalización de un flujo espiritual, de una corriente de bendiciones: como si ese poder invisible y celeste hubiera descendido a la materia -que endurece, divide y dispersa- y la hubiera transformado en una lluvia de formas preciosas, en una suerte de sistema planetario de símbolos que nos rodea y penetra por todos lados. El choque, si puede decirse así, es análogo al de la bendición misma: es directo y existencial; va más allá del pensamiento y se apodera de nuestro ser en su propia substancia.

Hay bendiciones que son como la nieve, otras como el vino, todas pueden cristalizarse en el arte sagrado. Lo que se exterioriza en tal arte es, a un tiempo, la doctrina y la bendición, la geometría y la música del Cielo.

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La función cósmica, y más particularmente terrestre, de la belleza es actualizar en la criatura inteligente el recuerdo de las esencias, y abrir así la vía hacia la noche luminosa de la Esencia una e infinita.

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La belleza es un reflejo de la beatitud divina; y como Dios es verdad, el reflejo de su beatitud será esta mezcla de felicidad y verdad que encontramos en toda belleza.

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La belleza de lo sagrado es un símbolo o una anticipación, y a veces un medio, del gozo que solo Dios procura.

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El arte sagrado ayuda al hombre a encontrar su propio centro, ese núcleo que ama a Dios por naturaleza.

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La percepción de la belleza, que es una adecuación rigurosa y no una ilusión subjetiva, implica esencialmente, por una parte, una satisfacción de la inteligencia y, por otra, un sentimiento a la vez de seguridad, de infinidad y de amor. De seguridad: porque la belleza es unitiva y excluye, con una suerte de evidencia musical, las fisuras de la duda y de la inquietud; de infinidad: porque la belleza, por su propia musicalidad, hace que se fundan los oscurecimientos y los límites y libera, así, al alma de sus estrecheces; de amor: porque la belleza llama al amor, es decir, invita a la unión y por lo tanto a la extinción unitiva.

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La belleza, y el amor a la belleza, dan al alma la felicidad a la que aspira por naturaleza. Si el alma quiere ser feliz de modo permanente debe llevar lo bello en sí misma; ahora bien, esto sólo puede hacerlo realizando la virtud, que también podríamos llamar la bondad o la piedad.

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La virtud es un rayo de la Belleza divina, en la que participamos por nuestra naturaleza o por nuestra voluntad, fácilmente o difícilmente, pero siempre por la gracia de Dios.

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(…) Este aspecto de la embriaguez (el aspecto negativo o maléfico de la embriaguez psíquica; embriaguez natural e individual, no sobrenatural y liberadora) es el que interviene en un grado cualquiera en la música profana, o en la música asimilada de manera profana, la cual amplifica el ego en vez de superarlo. De ello resulta un narcisismo refractario a la disciplina espiritual, una adoración de sí que está en las antípodas de la extinción beatífica de la que el arte sagrado pretende dar un presentimiento; escuchando una bella música, el culpable se sentirá inocente. Pero el contemplativo, al contrario, escuchando la misma música se olvidará a sí mismo presintiendo las esencias; metafóricamente hablando, encontrará la vida perdiéndola, o la perderá encontrándola. Esto equivale a decir que para el contemplativo la música evoca todo el misterio del retorno de los accidentes a la Substancia.

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Independientemente de toda cuestión de naturalismo, ocurre con frecuencia en el arte moderno -también en la literatura- que el autor quiere decir demasiado: la exteriorización es empujada demasiado lejos, como si nada debiera quedar en el interior. Esta tendencia aparece en todas las artes modernas, incluidas la poesía y la música; aquí una vez más, lo que falta es el instinto de sacrificio, la sobriedad, la retención; el creador se vacía hasta el límite, y vaciándose invita a los demás a vaciarse igualmente y a perder así todo lo esencial, a saber, el gusto del secreto y el sentido de la interioridad, mientras que la razón de ser de la obra es la interiorización contemplativa y unitiva.

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El artista, al modelar la obra -la forma- se da forma a sí mismo; y como la razón de ser de la forma es comunicar la esencia o el contenido celestial, el artista ve a priori éste en el continente formal; realizando la forma a partir de la esencia, se hace esencia al realizar la forma.

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Nosotros, hombres exiliados en la tierra -a menos de poder contentarnos con esta sombra del Paraíso que es la naturaleza virgen- debemos crearnos un ambiente que por su verdad y su belleza evoque nuestro origen celestial y, por lo mismo, también nuestra esperanza. Al crear, el hombre debe proyectarse en la materia según su personalidad espiritual e ideal, no según su estado de caída, a fin de poder reposar su alma y su espíritu en un ambiente que le recuerde dulce y santamente lo que él debe ser.

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El arte se refiere esencialmente al misterio del velo: es un velo hecho del mundo y de nosotros mismos y se coloca así entre nosotros y Dios, pero es transparente en la medida en que es perfecto y en que comunica lo que al mismo tiempo disimula. El arte es verdadero, es decir, transmisor de Esencia, en la medida en que es sagrado, y es sagrado, luego medio de recuerdo o de interiorización, en la medida en que es verdadero.

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El dilema de los moralistas encerrados en la alternativa del «blanco o negro» se resuelve metafísicamente por la complementariedad entre la trascendencia y la inmanencia: según la primera, nada es realmente bello porque sólo Dios es la Belleza; según la segunda, toda belleza es realmente bella porque es la Belleza de Dios. De ello resulta que toda belleza es a la vez una puerta cerrada y una puerta abierta o, dicho de otro modo, un obstáculo y un vehículo. O bien la belleza nos aleja de Dios porque se identifica enteramente en nuestro espíritu con su soporte terreno, que en tal caso ejerce la función de ídolo, o bien nos aproxima a Dios porque percibimos en ella las vibraciones de Beatitud y de Infinitud que emanan de la Belleza divina.

Muy paradójicamente, lo que acabamos de decir se aplica también a las virtudes; los sufíes insisten en ello. Como las bellezas físicas, las bellezas morales son a la vez soportes y obstáculos: son soportes gracias a su naturaleza profunda, que pertenece ontológicamente a Dios, y son obstáculos en la medida en que el hombre se las atribuye como mérito cuando no son más que aperturas hacia Dios en medio de las tinieblas de la debilidad humana.

La virtud separada de Dios se convierte en orgullo, como la belleza separada de Dios se convierte en un ídolo; y la virtud unida a Dios se convierte en santidad, como la belleza unida a Dios se convierte en sacramento.

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El arte no tradicional, del que nos es preciso decir algunas palabras, engloba el arte clásico de la antigüedad y del Renacimiento y se prolonga hasta el siglo XIX, el cual engendra, por reacción contra el academicismo, la pintura impresionista y los géneros análogos; esta reacción se descompone rápidamente en toda clase de perversidades, ya «abstractas», ya «surrealistas»; en todo caso, sería más propio hablar de «sub-realismo». No hace falta decir que hay incidentalmente, tanto en el impresionismo como en el clasicismo -en el que englobamos al romanticismo, puesto que sus principios técnicos son los mismos-, obras válidas, pues las cualidades cósmicas no pueden dejar de manifestarse en este terreno, y una determinada aptitud individual no puede dejar de prestarse a esta manifestación; pero estas excepciones, en que los elementos positivos consiguen neutralizar los principios erróneos o insuficientes, están lejos de poder compensar los graves inconvenientes del arte extratradicional, y nosotros renunciaríamos de buena gana a todas sus producciones si fuese posible desembarazar al mundo de la pesada hipoteca del culturalismo occidental, con sus vicios de impiedad, dispersión y envenenamiento. Lo menos que se puede decir es que no es este género de grandeza la que nos aproxima al Cielo. «Dejad que los niños se acerquen a mí y no se lo impidáis, porque el Reino de Dios es de los que se les parecen.»

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Los Padres del siglo VIII, muy diferentes en esto a las autoridades religiosas del XV, y el XVI que traicionaron el arte cristiano abandonándolo a la impura pasión de los mundanos y a la imaginación ignorante de los profanos, tenían conciencia plena de la santidad de todos los medios de expresión de la tradición; en el segundo concilio de Nicea, estipularon también que «el arte (la perfección integral del trabajo) pertenece sólo al pintor, mientras que la ordenación (es decir, la elección del tema) y la disposición (a saber, el tratamiento del tema desde el punto de vista simbólico tanto como técnico o material) pertenece a los Padres», lo que equivale a situar toda iniciativa artística bajo la autoridad directa y activa de los jefes espirituales de la Cristiandad. Siendo así, ¿cómo se debe explicar que la mayor parte de los medios religiosos testimonien, desde hace algunos siglos, una lamentable incomprensión por todo lo que, siendo de orden artístico, no es en su opinión más que una cosa «exterior»? (…) nada podría influenciar mejor las disposiciones profundas del alma que un arte sagrado; el arte profano, por el contrario, inclusive si tiene alguna eficacia psicológica en las almas poco inteligentes, agota sus medios en razón misma de su superficialidad y su grosería, y acaba por provocar las consabidas reacciones de menosprecio, que son como la reacción provocada por el desprecio que ha manifestado el arte profano, sobre todo en sus comienzos, por el arte sagrado. Es bien sabido que nada podría suministrar un alimento más inmediatamente tangible a la irreligión que la insípida hipocresía de la imaginería religiosa; algo que estaba destinado a estimular la piedad en los creyentes no hace sino conformar a los incrédulos en su impiedad; ahora bien, es preciso reconocer que el arte sagrado no tiene en absoluto este carácter de espada de doble filo, porque, siendo más abstracto, da menos pábulo a las reacciones síquicas hostiles. Ahora, cualesquiera que sean las especulaciones que atribuyen a las masas la necesidad de una imaginería ininteligible y radicalmente falseada, el caso es que las elites existen y tiene ciertamente necesidad de otra cosa; el lenguaje que les conviene es no el que evoca las sandeces humanas, sino las profundidades divinas, y un lenguaje tal no podría emanar del simple gusto profano, ni siquiera del genio, sino que debe proceder esencialmente de la tradición, lo que implica que la obra de arte sea ejecutada por un artista santificado o «en estado de gracia».

LA MENTALIDAD SIMBOLISTA

LA MENTALIDAD SIMBOLISTA

FRITHJOF SCHUON

Según un error muy extendido –que incluso se ha hecho más o menos “oficial” con el auge del evolucionismo–, todos los símbolos tradicionales se tomaban al principio al pie de la letra, y el simbolismo propiamente dicho es sólo fruto de un “despertar intelectual” tardío. Esta es una opinión que invierte por completo la relación normal de las cosas, como hacen todas las hipótesis análogas que se insertan en un contexto evolucionista. En realidad, lo que aparece más tarde como sentido añadido se encontraba ya implícito al principio, de manera que la “intelectualización” de los símbolos no es resultado de un progreso intelectual, sino, por el contrario, de la pérdida de la inteligencia primigenia en la mayoría. Así pues, a causa de una comprensión de los símbolos cada vez más defectuosa, y para eludir el peligro de la “idolatría” (y no para escapar de una idolatría supuestamente preexistente pero en realidad inexistente), la tradición se vio obligada a explicitar verbalmente unos símbolos que en el origen –en la “Época Divina”– eran de suyo completamente adecuados para transmitir las verdades metafísicas.

Ese error de creer que en el origen todo era “material” y “tosco” –lo que falsamente llaman “concreto”– ha llevado a algunos incluso a negar a toda costa que los pueblos “primitivos”, especialmente los indios norteamericanos, tuviesen la idea de un Dios supremo, y ello a menudo con argumentos que demuestran precisamente lo contrario. Lo que revelan las incomprensiones de este tipo es sobre todo que la mera “especialización” científica –el conocimiento de las formas craneales, idiomas, ritos de pubertad, métodos culinarios, etc.– no equivale a una calificación intelectual que permita penetrar las ideas y los símbolos. Un ejemplo entre muchos: como no se comprenden las ideas de los pieles rojas (a falta de las claves indispensables, que lo menos que puede decirse es que también forman parte de la ciencia), resulta que tales ideas han de tenerse por “vagas”; o se dice que el “misterio” de los indios no es un “espíritu” –«cosa que el primitivo, por otra parte, es incapaz de concebir, salvo gracias al concepto y a la investigación del hombre blanco»(1)– sin que se nos diga ni qué se entiende por “espíritu”, ni por qué el “misterio” en cuestión no es espíritu. Y además, ¿qué importancia puede tener para el indio el “concepto del hombre blanco”, y cómo pueden los etnógrafos saber lo que piensa el indio fuera de la “investigación del hombre blanco”? A las ideas de los indios se les reprocha su “carácter proteico”, que se considera incompatible con el «lenguaje de la civilización, más diferenciado»(2). Como si la terminología –o la jerga de especialista– de los blancos fuese criterio de verdad o de valía intelectual, y como si para los pieles rojas lo que estaba en juego fueran meras palabras y no verdades o experiencias.(3)

La idea de que los hombres, gracias a un “despertar intelectual” debido a la “evolución”, hayan acabado comprendiendo la “tosquedad” de su tradición y que, para remediarlo, se las hayan ingeniado para inventar explicaciones que, arbitrariamente, tienden a prestar a las imágenes un sentido superior, no sólo se enfrenta a la verdad intrínseca del simbolismo, sino también a una imposibilidad psicológica: porque en el supuesto de que la élite intelectual, o la sensibilidad común, termine por darse cuenta de la “tosquedad” –de la falsedad, por tanto (4)– de los mitos, la reacción normal sería sustituirlos por algo mejor o más “refinado”, sustitución jamás efectuada en parte alguna. El mantenimiento de la tradición sólo se explica por el valor inmutable de ésta, luego por el elemento de absoluto que por definición ésta implica y que la hace inalterable en su forma esencial; creer que los hombres estarían dispuestos a mantener la tradición por otros motivos es un error de lo más absurdo o incluso de lo más impertinente, pues equivale a subestimar al género humano. Tampoco aceptamos la hipótesis de un pensamiento “prelógico”(5), pues también aquí se trata de pensamiento simbólico, y éste, sin ser nunca ilógico, es supralógico por cuanto supera los límites de la razón y, por tanto, también los de las construcciones mentales, las dudas, las conclusiones y las hipótesis. (6)

Sería completamente falso creer que la mentalidad simbolista consiste en elegir, en el mundo externo, imágenes para superponerles significados más o menos lejanos, lo que sería un pasatiempo poco compatible con la sabiduría; bien al contrario, la «visión» simbolista del cosmos es a priori una perspectiva espontánea que se funda sobre la naturaleza esencial –o la transparencia metafísica– de los fenómenos en lugar de apartar estos de sus prototipos. El hombre de formación racionalista, cuya mente está anclada en lo sensible como tal, parte de la experiencia y ve las cosas en su aislamiento existencial: el agua es para él –cuando la ve fuera de la poesía– un elemento compuesto de oxigeno y de hidrógeno, al cual se puede atribuir un significado alegórico si se desea, pero sin que haya una relación ontológica necesaria entre la cosa sensible y la idea que se introduce ahí; el espíritu simbolista por el contrario es intuitivo en un sentido superior, el razonamiento y la experiencia no tienen para él más que una función de causa ocasional y no de base; él ve las apariencias en su conexión con las esencias: el agua será para él antes que nada la aparición sensible de una realidad-principio, un kami (japones) o un manitu(algonquin) o wakan (siux) (7); es decir que ve las cosas, no «en la superficie» solamente, sino sobretodo «en profundidad», o que las percibe según la dimensión «participativa» o «unitiva» tanto como según la dimensión «separativa». Cuando un etnógrafo declara que «no hay manitu fuera del mundo de las apariencias», es que él ignora que las apariencias no existen en tanto que tales para el alma simbolista; él ignora por lo tanto todo lo esencial y pierde su tiempo al ocuparse de los símbolos. Por lo demás, este falso «concretismo» –o esta tendencia a reducir el simbolismo, contrariamente a toda verosimilitud, a una especie de sensualismo bruto e ininteligible, o incluso a un existencialismo esbozado– este «concretismo» por lo tanto, lejos de acercarse a la naturaleza y a los orígenes, es en realidad una reacción típica del «civilizado», –en el sentido banal y absurdo de la palabra–, es decir la reacción de un cerebro sobresaturado de construcciones fácticas o de sofismas. (8).

Y esto es importante: por una parte, nosotros no decimos que el simbolista piense «principio» o «idea» viendo el agua, el fuego u otro fenómeno de la naturaleza, sino que ofrecemos en una terminología accesible a nuestros lectores lo que en simbolista «ve» en realidad, «ver» y «pensar» siendo sinónimos en él (9); por otra parte, no afirmamos que todo individuo adherido a una colectividad con mentalidad simbolista, y por tanto contemplativa, tenga él mismo plena consciencia de todo lo que implican los símbolos, sin lo cual el simbolismo espontáneo no sería patrimonio de los períodos que podemos calificar de «primordiales», y los comentarios más tardíos no se justificarían de ninguna manera; ellos prueban precisamente una cierta debilitación con relación a la «edad de oro», de ahí la necesidad de una doctrina más explícita, y capaz de extirpar toda clase de errores latentes. Ya que la mentalidad simbolista, como todo carácter colectivo, no está al abrigo de caídas: ella puede, en la consciencia de tal o cual individuo o de tal grupo, degenerar en una especie de «idolatría» (10), pero entonces cesa de ser simbolista para volverse otra cosa; reprochar a los Pieles Rojas o a los Shintoistas una actitud idólatra o zoólatra, reviene en definitiva a atribuirles un espíritu antisimbolista, lo que es contrario a los datos reales; para el Piel Roja, el bisonte es una «divinidad», –o una «función divina»– pero el solo hecho de que le de caza prueba en suma que él distingue siempre entre la entidad «real» y la forma «accidental» o «ilusoria» (11). Incluso admitiendo que haya en tal o cual simbolista una parte de «panteismo», su error no será mayor que el de el «monoteista», para quien las cosas no son nada más que ellas mismas, y para quien el simbolismo no es más que alegoría sobreañadida; toda la cuestión es saber cual de los dos errores es el más oportuno o el menos nocivo para tal mentalidad; por vía de consecuencia, llegaríamos incluso a decir que una actitud idólatra tendrá, en un Hindú o un Extremo Oriental, un alcance sicológico diferente que en un Semita o un Europeo.

El hombre primordial ve lo «mas» en lo «menos»: el mundo infra-humano refleja en efecto el Cielo y transmite, en un lenguaje existencial, un mensaje divino a la vez múltiple y único; y el resultado moral de esta perspectiva del cosmos «translúcido» es una actitud respetuosa o incluso devocional hacia la naturaleza virgen, ese santuario –del cual Occidente ha perdido la clave desde la desaparición de las mitologías– que fortifica e inspira a aquellos de sus hijos que han guardado el sentido de sus misterios, como la Tierra lo hizo con Antea. El Cristianismo, teniendo que reaccionar contra un estado del l alma realmente «pagano», en el sentido bíblico, ha hecho desaparecer al mismo tiempo –como suele ocurrir siempre en casos semejantes– valores que no merecerían de ninguna manera el reproche de «paganismo»; debiendo combatir, en los Mediterráneos, un «naturalismo» filosófico y plano, suprimió del mismo golpe –en los Nórdicos sobre todo– un «naturismo» con carácter espiritual (12); y la técnica moderna no es más que una consecuencia, muy indirecta sin duda, de una perspectiva que, tras haber desterrado de la naturaleza a los dioses y los genios y de haberla vuelto «profana» por este hecho (13), ha finalmente permitido que fuera «profanada» en el sentido más brutal de la palabra. El Occidental prometéico –pero no todo Occidental– está afectado de una especie de desprecio innato de la naturaleza: para él, la naturaleza es una propiedad de la que se puede disfrutar o que se puede explotar (14), o incluso una enemiga a vencer; es no una «propiedad de los Dioses» como en Bali, sino una «materia prima» destinada a la explotación industrial o sentimental, según los gustos y las circunstancias (15). Este destronamiento de la naturaleza, o esta escisión entre el hombre y la tierra –reflejo de la escisión entre el hombre y el Cielo– a traído frutos tan amargos que no tendremos ninguna dificultad en hacer admitir que el mensaje intemporal de la naturaleza se presenta en nuestros días como un viático espiritual de primera importancia; algunos objetarán quizás que el Occidente ha conocido siempre –y sobre todo en los siglos XVIII y XIX– regresos a la tierra virgen, pero no es así como nosotros lo entendemos, pues de nada nos sirve un «naturismo» romántico y «deísta» o incluso «ateo» (16). La cuestión no es proyectar un individualismo sobresaturado y desengañado en una naturaleza desacralizada –eso sería una mundanidad como otra cualquiera–, sino, por el contrario, basándose en la mentalidad tradicional, volver a encontrar en la naturaleza la sustancia divina inherente en ella; en otros términos, «ver a Dios en todas partes» y nada ver fuera de su misteriosa presencia.

NOTAS ––––––––––––––––––––––––––––––––

1.- W. J. Mc Gee, en The Siouan Indians, Washington D.C., Smithsonian Institute Bureau of Ethnology , 15th Annual Report, 1897.

2.- Ibíd,

3.- Cierto autor no atribuye importancia alguna a las declaraciones que los propios indios hicieron a comienzos del s. XIX confirmando la existencia inmemorial de la idea de un Espíritu supremo y, para probar que esa idea no es sino una abstracción importada de los blancos, cita el hecho siguiente, que data de una época (1701) en la que los mismos indios no habían sufrido todavía influencia blanca alguna: «En el transcurso de la conversación, (William) Penn rogó a uno de los intérpretes de los lénapes (délawar) que le explicase qué noción se hacen de Dios los autóctonos. El indio se veía embarazado, en vano buscó palabras y, al final, dibujó una serie de círculos concéntricos sobre la tierra, y mostrando el centro, añadió que allí se sitúa simbólicamente el lugar del Gran Hombre». (Wemer Müller, Die Religionen der Waldindianer Nordamerikas , Berlín, D. Reimer, 1956, capítulo titulado: “Der Grosse Geist und die Kardinalpunkte”). No cabe dar prueba de más patente incomprensión que el argumento que se pretende sacar de este relato, esto es, que, para los delawares, Dios era un dibujo, o sea algo “concreto”, y no una “abstracción”. Y en igual sentido: «El espíritu es algo que no tiene espacio ni lugar; traducir Mánitu por este término es tanto más impropio cuanto que las fuentes más recientes conocen el lugar del mánitu: el cenit o cielo. El que los cree busquen el mánitu “en algún lugar de lo alto”, o que los menómini localicen su miich hiiwiituk en la cuarta atmósfera, o incluso que los indios zorro (fox) sitúen su kechi manetoa en la Vía Láctea, todo ello significa sólo una cosa: que el mánitu supremo tiene igual carácter sensible que los mánitus de menor importancia. (ibíd.). Olvida decirnos lo único esencial, es decir, por qué ese mánitu supremo se sitúa en el cielo y no en una olla. Cuando se ignoran hasta tal punto tanto el simbolismo como la mentalidad simbolista, más valiera no dedicarse en absoluto a los símbolos.

4.- Porque, si no hay falsedad, ¿qué se le reprocha a la “tosquedad”?

5.- Asimismo, términos como “prepolidemonismo”, “polidemonismo”, “antropolatría”, “teantropismo”, etc., etc., indican clasificaciones tan superfluas como conjeturales. Lévy- Bruhl, que considera que «la mentalidad primitiva, como se sabe, es sobre todo concreta y muy poco conceptual. y que «nada le es más ajeno que la idea de un Dios único y universal., atribuye al espíritu “prelógico” la idea de que «cada planta… tiene su creador especial»; pues bien, el Islam, que sin embargo no es “prelógico”, enseña que cada gota de lluvia es depositada por un ángel; la idea del “ángel custodio”, por lo demás, no carece de relación con la perspectiva –perfectamente lógica– de que se trata aquí. No sabemos si para la escuela de Lévy-Bruhl son “primitivos” los pigmeos, pero, en todo caso, la existencia entre ellos de la idea de un Dios supremo no deja lugar a dudas (cf. R. P. Trilles, L´Ame du Pygmée de´Afrique. Paris, Edtions du Cerf, 1945).

6.- Señalemos también el abuso que se hace de la palabra “magia”. Los autores que a cada paso hablan de “pensamiento mágico” (magisches Weltbild) ignoran manifiestamente de que se trata, o más bien tienen sólo alguna vaga noción de las analogías cósmicas que la magia pone en movimiento.

7.- Por lo que se refiere a estos términos indios tan inútilmente controvertidos, no vemos por qué no deberían traducirse por “espíritu”, “misterio” o “sagrado”, según el caso; es muy poco razonable, desde luego, suponer que estas palabras carecen de significado, que los indios hablan por hablar, o que adoptan maneras de hablar sin saber por qué lo hacen. El que no haya adecuación perfecta de una lengua a otra –o de un pensamiento a otro– es algo completamente distinto.

8.- por eso –dicho sea de paso– desconfiamos de todas esas reivindicaciones fáciles de una “pureza primitiva” o de un “concretismo” que menosprecia las “especulaciones”, es decir, de todos esos regresos antiescolásticos a la “simplicidad de los Padres”, pues demasiado a menudo se trata tan sólo de una incapacidad que, en vez de reconocerse, prefiere esconderse tras la ilusión de una actitud superior.

9.- Lo contrario solo es verdad en un sentido superior, que ya no guarda relación alguna con el orden sensible. Para el metafísico, el pensar es “ver” los principios o las “ideas”.

10.- Igualmente una doctrina metafísica puede ir perdiendo sus caracteres propios al decaer a través de sucesivas incomprensiones hasta el nivel de un sistema meramente lógico, por tanto fragmentario y estéril. La idolatría en el sentido estricto del término acaso sea sobre todo un fenómeno semítico; en los antiguos árabes, ni siquiera tenía la excusa de derivar de un simbolismo, pues sus ídolos solían tener orígenes completamente humanos y empíricos.

11.- Asimismo, según el testimonio de un siux de finales del S. XIX: «El hombre rojo distinguía en el espíritu dos partes: el espíritu puro y el espíritu ligado a la tierra. El primero se ocupa únicamente de la esencia de las cosas, y eso es lo que el indio trataba de fortificar con la oración espiritual, que exigía someter el cuerpo con ayunos y privaciones. Este tipo de oraciones no apuntaba a favores y ayudas. Todos los deseos egoístas como el éxito en la caza o en el combate, o una curación, o incluso la preservación de una vida amada, quedaban reservados al espíritu inferior y ligado a la tierra, y todos los ritos –encantamientos mágicos o cantos de súplica– que tenían por objeto obtener un beneficio o alejar un peligro se consideraban emanaciones del ego terreno. » Véase Charles A. Eastman (Ohiyesa), The Soul of the Indian, Lincoln, Univertity of Nebraska Press, 1980 (Trad. Es.: El alma del Indio, José J. De Olañeta, Editor, 1991)

12.- Encontramos como un eco de esto en el Poverello de Asís.

13.- Hay que decir que los griegos de la época clásica, con su empirismo cientificista, fueron los primeros en privar de su majestad a la naturaleza, aunque sin destronarla en la conciencia popular. Estaba Dodona, desde luego, y otros santuarios a cielo abierto, pero no hay que olvidar que el templo antiguo se opone a la naturaleza virgen como el orden se opone al caos o la razón al ensueño. Esto ocurre también, evidentemente, en cierta medida y por la naturaleza de las cosas, con todo arte humano, pero el espíritu grecorromano tiene la particularidad de estar mucho más aferrado a la idea de “perfección” que a la de “infinito”; la “perfección” o el “orden” se convierte en el contenido mismo de su arte hasta el extremo de excluir de él todo recuerdo de las Esencias. esta verdad parcial hay que completarla sin duda con otra, ésta de carácter positivo: un amigo nos señaló una vez, muy acertadamente, que el Dios griego, que es “geómetra”, no “creó” el mundo, sino que lo “midió”, igual que la luz “mide” el espacio; pues bien, el templo griego, con su claridad, sus líneas rectas y sus ritmos precisos, “encarna” o mas bien “cristaliza” la luz y, en este sentido, no se opone a la naturaleza como tal, sino a la tierra, luego a la materia, la gravedad, la opacidad; en otros términos, no constituye tan sólo una sistematización abstracta y limitativa, sino también una revelación del Intelecto y una totalidad. La misma observación cabría hacer en lo que atañe al Taj Mahal u otros edificios islámicos de ese tipo, aunque con la diferencia de que, en estos casos, la luminosidad está concebida en un sentido menos “matemático” y más próximo a la idea de infinito.

14.- Para la teología cristiana, el único fin de la naturaleza parece ser el servir al hombre terreno –cabe preguntarse de qué le sirven a éste determinado paquidermo de los trópicos o un monstruo marino–, de modo que la Jerusalén Celestial, donde el hombre ya no tiene necesidades corporales, excluye los animales y las plantas; es, contrariamente al simbolismo musulmán un Paraíso de cristal; cierto es que las jannât del Islam están «hechas de perla, de rubí y de esmeralda», pero siguen siendo jardines que tienen árboles, frutas, flores y pájaros. Los que criticamos no es determinado simbolismo, por supuesto, sino ciertas especulaciones que de él derivan; así, se ha sostenido que el alma animal existe únicamente por la materia, de la cual es tan sólo reflejo interior; pero eso deja sin explicar, en primer lugar, las diferencias formales, cualitativas y psicológicas de los animales, y luego los rasgos afectivos e incluso contemplativos que los animales manifiestan. Cuando la Biblia dice que el hombre debe reinar sobre los animales, esto no quiere decir, nos parece, que sólo estén ahí para servirlo.

15.- Suele hablarse de “conquistar” el Cervino, el Everest, el Annupurna, el Indo, la Luna, el espacio… La naturaleza es prácticamente el oponente que hay que abatir; el mundo se divide en dos bandos, el ser humano y la naturaleza. Hay en ello parte de verdad, pero todo depende del alcance que demos a tal oposición.

16.- Hay que guardarse de confundir el simbolismo y el “naturismo”, tal como los entendemos, con los movimientos filosóficos o literarios que abusivamente reivindican tales nombres. Nada hay tan distante del simbolismo védico, shintoico o norteamericano, como el naturalismo artístico de los grecorromanos y su interpretación anecdótica de los mitos.

Extraído de: «El Sol Emplumado», Ediciones Olañeta, ISBN 84-7651-149-3

UN ROSTRO DE LA SABIDURIA ETERNA

UN ROSTRO DE LA SABIDURIA ETERNA

FRAGMENTOS DE UNA CONVERSACION CON FRITHJOF SCHUON

JEAN BIES

Me preocupa la cuestión de los ciclos cósmicos y lo implican como consecuencias colectivas y personales a más o menos largo plazo. ¿Estamos en la última fase del Kali Yuga? (El “Fin de los Tiempos” de la tradición Hindú. El equivalente a nuestro Apocalipsis)

Estamos en la última fase del Kali Yuga, lo cual no significa la final, que es, hablando con propiedad, el reino del Anti-Cristo, y que precederá inmediatamente a la disolución final, el pralaya de los hindúes.

¿Qué crédito podemos dar a las fechas que se dan en cuanto al final de la «edad sombría»?

Ninguno. Estos datos son aproximados; se puede tratar también de números simbólicos. Solo se puede fijar el fin de ciclo con una cincuentena de años.

Si el fin del Kali-Yuga está próximo, ¿qué quería decir Shrî Râmakrishna cuando predijo que él volvería de aquí a doscientos años?

Doscientos es simbólico. Probablemente quería decir que habría pronto un fenómeno como el suyo, permitiendo insistir en la unidad de las religiones, lo cual es el fondo mismo de su mensaje.

¿Este fin del Kali Yuga es una caída vertical?

Habría que hablar mejor de un movimiento ondulatorio descendente. Hay degradaciones más o menos evidentes que comprometen el porvenir. Pero existen también compensaciones. Hace medio siglo, en la Universidad, era la noche intelectual. Ahora continúa la misma noche, pero se puede hablar de yoga, de Vedanta, en algunos medios. Entonces se enseñaban los errores oficiales contra los que no se podía decir nada. Se es menos ingenuo hoy en día; existe una inmensa curiosidad por el Oriente, y hay orientalistas a los que no se les puede negar sus méritos… (1)

(…)

Usted evoca en La Unidad transcendente de las religiones, la actual reaparición de la Sophia perennis, en virtud de la ley de compensación al materialismo del ambiente. ¿Considera usted, Sheikh, que más allá de las obras demasiado especializadas, haya llegado la hora de un desvelamiento del esoterismo (2), por lo menos para los oídos de aquellos que quieran oír?

Esto es, una vez más, asunto de discriminación. Conviene ver el grado de madurez de los interlocutores; y una vez hecho esto, es posible hablar de esoterismo en ciertos casos.

Me he dado cuenta de que usted se muestra mucho más severo hacia los artistas plásticos que hacia los poetas y músicos. Incluso usted ha declarado en Principios y criterios del Arte Universal que en la época del Renacimiento y en las edades siguientes la degeneración de la música y de la poesía era infinitamente menor que la de las otras artes. ¿Por qué?

La decadencia de las artes plásticas es bastante mayor que la de las artes sonoras. Uno no se explica la causa de ello… Los sonetos de Miguel Angel son con mucho superiores a su estatuaria , que es de lo menos espiritual como todo el arte humanista. Dante y los trovadores fueron verdaderos poetas; pero ellos estaban integrados en una sociedad espiritualmente normal. Se pueden encontrar todavía bellos aciertos en los siglos XVIII y XIX, en la literatura alemana, en algunos cuartetos de Beethoven… (3)

(…)

Usted se encontró dos veces con René Guénon en el Cairo; yo conozco que usted está lejos de compartir todos sus puntos de vista. ¿Cómo constituir la «elite virtual» anhelada por Guénon, a la vez que el mismo autor escribe que el paso de un ciclo al otro es «instantáneo», es decir fuera del tiempo?

Es una contradicción. Por el momento no se puede vislumbrar más que una «salvación» individual. Es necesario que la elite subsista para conservar la Verdad. No es el próximo ciclo el que tiene necesidad de la elite ¡somos nosotros!… por otra parte se puede pensar que no toda la humanidad desaparecerá…

¿Como conciliar una no-implicación política con la idea de que «otros -como usted lo escribe- se encargan de pensar y de actuar para aquellos que no tienen necesidad de ello»?

La verdadera apolitéia no consiste solamente en no esperar nada bueno de los “politicuchos” de moda, sino en trabajar en uno mismo para llegar a ser un “hombre antiguo”, volverse capaz de seguir una vía, incluso antes mismo de querer seguirla… Todos los reflejos del hombre moderno van contra los ejercicios y las actitudes espirituales: conectar la radio, colgarse del teléfono, leer el periódico, conducir un coche son algunos de los automatismos destructores… Es necesario tratar de evitarlos por todos los medios, lo mismo que las ideologías y las filosofías actuales: nunca se nos ha pedido el tomar venenos y basuras. Hay que conseguir el espíritu de un metafísico y guardar el alma de un niño, permanecer en contacto con la naturaleza, amar las flores, leer los viejos libros simples como La Leyenda Dorada.. Por lo demás, elegir el mal menor …

¿Cómo vería usted un acuerdo entre religiones, fundado sobre la base de intereses comunes, de cara a comunes peligros?

No se puede pedir lo imposible a los creyentes. Pero sería necesario hacerles entender que un primer acuerdo urgente y fácil se impone, y que, de cara al materialismo, al cientifismo, al ateísmo, ellos tienen ideas y tendencias semejantes. Se que el «narcisismo religioso» impide ver la verdad en el otro. Cuando un cristiano piensa en el Islam ¡solo piensa en la poligamia! Pero hay musulmanes castos y ¿cuántos católicos hay que tienen dos o tres mujeres y lo ocultan? Los musulmanes, los hindúes, los budistas oran, ayunan, velan y se posternan. Incluso hoy en día. ¿Cuántos cristianos lo hacen? ¡Conozco revistas que relacionan todavía al Islam con Satán!…

¿Según que modalidades se haría este entendimiento?

Sería necesaria una conferencia entre diferentes emisarios, poniéndose todos de acuerdo en la lucha contra el ateismo. Al menos hay que ponerse de acuerdo sobre los principios. El ecumenismo tal como se practica hoy en día es absurdo. El acuerdo no es realmente posible más que a partir de las convergencias del esoterismo… Un católico ha comprendido el islam: Massignon; incluso llego a ver una Revelación auténtica…

(…)

¿Se puede conciliar el dogma cristiano según el cual Cristo, el Hijo «único» de Dios se ha encarnado «una sola vez» y «una vez para siempre», con la doctrina de los Avatara (manifestaciones) sucesivos, de los que Cristo no sería más que uno entre otros?

Una religión semítica se limita solamente sobre un “fenómeno”, y el exoterismo (4) cristiano insiste incluso sobre el aspecto “histórico” de la aparición de Cristo. Para los judíos, los cristianos y los musulmanes, no es verdad más que lo que ellos creen. Se confunde una verdad principal con un hecho ocurrido en el tiempo humano; uno se apega sentimentalmente a un hecho, a una idea… Cristo actualiza una manifestación divina; pero el Veda hace otro tanto. La metafísica se mantiene más allá del “fenómeno” en tanto que tal. “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”: para un cristiano, “Yo” designa a Jesucristo; pero, desde el punto de vista metafísico, “Yo” corresponde al Logos, el cual puede manifestarse por todo.

(…)

A usted le gusta citar esa frase de san Ireneo: «Dios se ha hecho hombre para que el hombre se haga Dios». ¿Es todavía posible, Sheikh, en las condiciones del mundo actual, el trabajar en esta alquimia interior, que permite pasar del Samsara (el mundo del devenir y de lo múltiple) al Nirvana (la extinción del yo y la ilusión)?

Siempre es posible. A condición de intercalar pausas meditativas en sus ocupaciones, regularmente y cotidianamente. Pero hay que comenzar por practicar un severo ostracismo: alejar todo lo que no es «lo único necesario», deshacerse en primer lugar de toda presunción, no esperar «poderes», o «fenómenos», ni buscarlos, no seguir una vía para tener una «experiencia espiritual»: el momento de la muerte ¡esa si que es una experiencia!… Es necesario acordarse de que los fundamentos mismos de toda vía interior son: primo, discernir lo real de lo ilusorio, Atma de Maya. Y secundo, concentrarse sobre lo real. Y esto, según ciertas condiciones intrínsecas que son, por una parte, la «ortodoxia formal», y por otra parte, las «virtudes». La «ortodoxia formal», es decir la conformidad sacral de las formas con las que nos rodeamos, y cuyos prototipos son la naturaleza virgen, el arte sacro, la urbanidad tradicional. Las «virtudes»: estáticas como la resignación, la paciencia, la pobreza, el recogimiento, la humildad, la consciencia de su nada ontológica; y dinámicas como el fervor, la confianza, la vigilancia, la generosidad… Nada debe de quedar fuera de la vida espiritual, ya que ella compromete al hombre entero, por lo tanto a todo lo que es humano, en la medida en la que nosotros podemos elegir.

La iglesia romana protestantizada no tiene nada que ver con aquella en la que Guénon tenía todavía algunas esperanzas. ¿Qué actitud aconsejaría usted a los católicos de hoy en día?

Muchos de ellos me dicen que les ha llegado a ser imposible de aceptar los excesos demagógicos del modernismo. Si es un excesivo sufrimiento asistir a una misa en la que todo se encuentra invertido, ellos pueden orar en sus casa, estar solamente presentes a la transubstanciación. (5)

¿Considera usted todavía posible, Sheikh, el seguir un esoterismo cristiano verdadero?

Se trata de entenderse respecto a la palabra esoterismo. Todo, en el cristianismo, es en principio esotérico, contrariamente al Islam, que distingue Shariah, el exoterismo social y legislativo, y Tariquah, la vía iniciática. En el Cristianismo como en toda otra religión, los dogmas pueden ser interpretados esotéricamente, a la luz de la gnosis universal. ¿Hay algo más esotérico que el vino litúrgico?…

Entonces, según usted, los sacramentos no han degenerado.

No pueden hacerlo.

¿Qué entiende usted por ese «décimo de la Ley», que menciona un hadith y que es exigible a los hombre del fin de ciclo? ¿Es suficiente con recitar una vez al día el Padrenuestro, como la Virgen lo pidió a los pastores de La Salette, o ese décimo exige una vida casi eremítica?

Al comienzo del ciclo, son los nueve décimos los que había que cumplir: eso es lo que indican los Shastra. Al final del ciclo, el décimo indica evidentemente el mínimo: en el Islam, las cinco oraciones cotidianas y las limosnas; para los cristianos, confesarse una vez al año, celebrar la pascua…

Usted es contrario a la sicología en tanto que aprendizaje del conocimiento de si, y especialmente en lo que concierne al freudismo y al sicoanálisis en general. La única sicología que usted reconoce es la «ciencia de los humores», que estudia las causas de nuestras actitudes y de nuestras acciones o reacciones, los núcleos de errores inarticulados en el subconsciente. Usted ha dicho: «Conviene poner a la luz esos núcleos y acabar con ellos; es eso lo que hace la vida espiritual» ¿pero no se llega así bastante rápido a una especie de pisoteo?

Es inevitable… el orfebre debe golpear el metal, durante mucho tiempo en vano; pero al centésimo golpe, lo rompe. Es lo mismo para el alma. El alma está hecha de hielo, de pasiones oscuras y rastreras, pero también de un elemento luminoso que quiere ser liberado de su ganga. Se trata de destruir el endurecimiento, no la energía pasional. Esta no es mala en sí; es neutra. Es necesario hacerla volver, interiorizarla. El elemento inmortal en nosotros, el intelectus increatus et increabilis de Eckhart, está pidiendo ser liberado de la capa de tinieblas. Se es desde aquí abajo lo que se será en el más allá… La ascesis requiere siempre una cierta violencia; es una «conversión», una liberación del ser para llegar a ser lo que él es. Es el esfuerzo de toda una vida; el resultado puede no llegar más que en el momento de la muerte; pero se produce, y el alma se funde entonces como la cera…

Este trabajo de transformación interna ¿no corre el riesgo de crear una distorsión peligrosa con el medio?

Uno puede interpretar sinceramente la comedia…

(…)

He apreciado sobre todo las páginas que usted ha consagrado al hesicasmo. ¿Qué puede decirme de la «oración del corazón» que me ha parecido siempre ser «el corazón de la plegaria»?

Usted habrá a menudo leído que, para el hombre del Kali Yuga, lo que cuenta por encima de todo, es el «recuerdo de Dios». Ahí está la quintaesencia de la religión. Lo importante es acordarse. Se invoca a Dios porque El es la única Realidad, sin apego ni espera de una recompensa. Está después el motivo del amor. El hombre busca la felicidad; él tiene el derecho de buscarla, porque él está hecho para la felicidad. Ahora bien ¿dónde puedo encontrar esa felicidad sino en el amor del Amor? Yo invoco a Dios porque quiero y debo ser feliz. «Yo amo porque amo», decía san Bernardo: es una elipsis metafísica admirable. En fin, el motivo del temor. El hombre es pecador, él corre el riesgo del sufrimiento del Purgatorio, él lo sabe. El sabe que debe salvarse. ¿Qué hacer? Nada apacigua tanto la cólera de Dios que la invocación de Su Nombre con fe, humildad y perseverancia.

Algunos han hablado de la existencia de una iniciación Hesicasta. ¿Piensa usted, Sheikh, que es necesario obtener esta «bendición»?

La iniciación cristiana es el bautismo, la confirmación y la comunión. He ahí el esoterismo cristiano. Es necesario añadir primeramente la doctrina: Atma, lo Real, se hace Maya, lo ilusorio, para permitir a Maya hacerse Atma; en segundo lugar el método: la oración de san Pablo; «orar sin pausa»; la parábola del juez inicuo… hay bendiciones particulares: cuando se pronuncian los votos monásticos; pero su quintaesencia es la oración perpetua. Pobreza, castidad, obediencia son soportes sin valor si no hay oración. Es necesario hacer el voto de oración perpetua, y entonces desciende la bendición… No es obligatorio estar en un monasterio; se puede estar en el mundo, como el peregrino ruso.

¿Cómo hacer ese voto de oración?

Se puede, ante el Icono de la Virgen, hacer el voto de comprometerse a pronunciar durante toda la vida la formula consagrada y tradicional, el mantra cristiano por excelencia: IESOUS; o también KYRIE IESOU CHRISTE, ELEISON ME; y se obtiene directamente la bendición del Cielo. Hacer al Cielo esta promesa de plegaria, mantenerla retirándose cada día, un cuarto de hora por la mañana, al mediodía y a la tarde, y orando, tanto como sea posible, el esto del tiempo; y todos los medios del vishnuita son así proporcionados… La invocación del Nombre salvador es perfectamente apta para conferir una iniciación crística auténticamente tradicional. El hombre del Kali Yuga puede, bruscamente, no tener ayuda por parte de nadie. No le queda otra cosa que aferrarse al Nombre.

¿Cómo un laico de hoy puede practicar la oración jaculatoria?

La Iglesia cristiana propone formulas jaculatorias en vista de diversas indulgencias, y estas formulas, conteniendo el nombre de Cristo, y a veces también el de María (en tanto que Shakti), pueden en principio hacer la función de método invocatorio sobre la base de los sacramentos y de un voto apropiado. Digo en principio, porque es suficiente con una idea falsa o una tendencia desarmónica para echar a perder todo. En la Edad Media, este problema no se planteaba. Tampoco en el monte Athos, todavía hoy.

¿Cómo repetir el Nombre durante el trabajo hiperintelectual al cual está obligado el hombre moderno?

No se trabaja como una máquina. Siempre hay momentos perdidos… Pero cuando se trata de orar, resulta que uno no tiene tiempo…

¿No existe también el peligro del automatismo?

¡Y que! ¡Viva el automatismo…!

¿Cuáles deben de ser la vestimenta y la actitud del orante?

La ropa europea no tiene ningún argumento a su favor. Ahora bien, uno es también responsable con su ropa… ¡Uno puede revestirse para la oración, con un habito, una djellaba, no importa! Con tal de que se oculte el vestido profano. Hay que revestirse con un cubrimiento universal. Y, por otra parte, sentarse en un asiento bajo, que permita cruzar los pies, asegurando al cuerpo su simetría, o sobre un banco rústico; o también, en el suelo, en la posición del loto…

Los procedimientos sico-fisiológicos, el descenso del noûs en el corazón ¿pueden convenir a los laicos de hoy en día?

¡Eso es querer ir al Infierno y no salir ya más de él! Estas cosas no han sido escritas para los hombres del siglo XX. Solo conviene la repetición del Nombre, ayudada y sostenida con la respiración.

¿Cómo disipar los recuerdos, asociaciones, ideas vagabundas? La oración a menudo no hace mas que mariposear por la superficie del Nombre.

Está el uso de los argumentos. Por ejemplo, el que consiste en disociar lo real de lo irreal, para concentrarse en lo primero El argumento de la felicidad: la única felicidad reside en el Nombre divino. El argumento de la confianza: el mundo arde, todo es dolor aquí, por lo tanto huir hacia Dios con confianza.

Aplicar el Nombre divino a las personas, a los animales, ponerlo como un sello sobre los elementos naturales ¿no se acerca eso hacia un cierto teilhardismo?

Es tiempo perdido y es un error. Con todo, es mejor un error que una herejía…

La oración del corazón ¿no es una manera de eucaristía vocal?

Por la enunciación del Nombre, el hombre se asimila a la presencia divina de la cual el Nombre es el soporte consubstancial. La simple enunciación es análoga a la enunciación primordial del Ser. El Nombre a sido revelado por Dios, e implica una Presencia que se vuelve operante en la medida en la que el Nombre toma posesión del mental de aquel que lo invoca.

En este clima de Apocalipsis, ¿qué hacer para complacer a Dios y para realizar plenamente lo que nosotros somos?

Si cumplo lo esencial, estas cuestiones no se plantean; si yo se lo esencial, yo se por lo mismo lo secundario. Dios pide todo a todo hombre. Dios quiere nuestra alma… Si nosotros se la damos, aprenderemos ciertamente lo que El exige de más llegado el caso. Se debe proceder de lo conjetural a lo evidente, de lo posible a lo necesario, de lo facultativo a lo obligatorio. Para llegar a ser verdaderamente útil, uno tiene que olvidar quien es: Dios no puede hacer nada con el ambicioso. La vocación cierta de todo hombre, es la de entregarse sin condiciones a Dios, olvidarse en El, y así hacer acto de presencia espiritual en el mundo.

NOTAS ___________________________________________________________________

1.- Sobre el KALI YUGA puede encontrarse más información en el documento: «PURANAS» de la página KALI YUGA.

2.- En el contexto en el que se mueve el autor, esta palabra no designa el uso actual que se hace de ella (el mal uso diríamos mejor). Esotérico equivale a espiritual, y es el aspecto interno, metafísico y no formal de una tradición religiosa, complementándose con Exotérico que sería el conjunto de prácticas y formas externas. Aclarado esto no se pueden llamar esotéricas a las prácticas adivinatorias, parapsicológicas etc… a las que más propiamente se les debería designar como Magia u Ocultismo, pero nunca Esoterismo, y desde luego no se puede pretender que tales practicas sean de carácter Espiritual, siendo esta confusión entre lo parapsíquico y lo espiritual uno de los mayores errores y una de las mayores aberraciones de la confusa pseudo-espiritualidad contemporánea, especialmente dentro del los movimientos de la llamada “Nueva Era”.

3.- Sobre el arte tradicional puede encontrarse más información en el documento «ABHINAVAGUPTA Y EL ARTE TRADICIONAL» de la página KALI YUGA.

4.- Véase la nota anterior (2) sobre esoterismo.

5.- Sobre la misa actual y la misa tradicional se pueden consultar los documentos: «LOS PROBLEMAS DE LA NUEVA MISA» de Rama P. Coomaraswamy, y también el documento SOBRE LA NUEVA LITURGIA.

SOBRE LA NATURALEZA

SOBRE LA NATURALEZA

FRITHJOF SCHUON

El amor a Dios no sólo implica que el hombre aparte la vista de la dimensión exterior como tal y de las cosas que manifiestan directamente esa exterioridad, sino también que en esa dimensión –esta vez en calidad de espejo de lo Interior–, el hombre ame determinadas cosas y no otras, que ame precisamente las cosas que manifiestan la Interioridad; dicho de otro modo, el amor a Dios debe proyectarse indirectamente sobre las cosas que son sus símbolos o vehículos y que, a causa de ello, prolongan en cierto modo lo Interior en lo exterior, y ello es tanto más plausible cuanto que, hablando en rigor, nada se sitúa fuera de Dios y que la exterioridad, en el fondo, no es más que una apariencia. Así, el hombre contemplativo , se sentirá inclinado en principio a preferir la naturaleza –su virginidad casi paradisíaca y su soledad– a las aglomeraciones urbanas ya su ir y venir humano; si se nos objeta que también tiene que amar a los hombres y las obras humanas, responderemos que es verdad que, paralelamente a su amor por la naturaleza y la soledad, le gustan la compañía de hombres espirituales, por una parte, y los santuarios hechos por la mano del hombre, por otra. Entre las obras humanas, el santuario es divino: es como si la naturaleza virgen, con lo que implica de divinidad, se manifestase en el marco mismo del arte humano, transponiendo a éste al plano divino; la naturaleza virgen y el arte sagrado son así como el alfa y la omega, se oponen complementariamente como el Paraíso terrenal y la Jerusalén celestial. Los dos manifiestan a su manera lo Interior en la exterioridad, y contribuyen a actualizar en el alma el reflujo hacia lo Interior.

Lo que nos ofrecen el simbolismo y la belleza de la naturaleza virgen y del arte sagrado dista mucho de reducirse a «consuelos sensibles», como dirían los teólogos; y es que esta noción moralizante resulta demasiado exterior y demasiado superficial en el sentido de que, lejos de dar cuenta de la transparencia metafísica de los fenómenos, no toma en consideración más que la subjetividad sentimental (1). En las formas terrenas de carácter celestial hay mucho más que satisfacciones más o menos pasionales: hay en ellas algo de los arquetipos divinos que manifiestan tanto en el aspecto de la verdad como en el de la belleza. En su calidad de «exteriorizaciones de lo Interior», favorecen la «interiorización de lo exterior» y reflejan con ello esta funci6n de la Revelaci6n y del Avatara: «descender» para «hacer subir», diversificarse para unir, humanizarse a fin de deificar.

El «amante de Dios» no puede dejar de amar por instinto ese espejo del Cielo que es la naturaleza virgen, pero no necesariamente la ama de manera exclusiva, puesto que en principio también ama los santuarios hechos por la mano del hombre; y ama la soledad de la naturaleza y de los santuarios, pero no de manera exclusiva puesto que igualmente ama la compañía de los santos (2), es decir, de los hombres cuyas tendencias convergen en la interioridad y que están firmemente establecidos en un Interior ya divino.

En las condiciones normales, y normativas, el amor conyugal sintetiza los elementos «naturaleza virgen», «santuario» y «compañía espiritual» porque el hombre sintetiza en sí mismo estos tres elementos (3). Si a la sexualidad se la puede rechazar a causa de su aspecto de «exterioridad» o de «exteriorización», igualmente puede integrarse en el «amor a Dios» en virtud de la cualidad de interioridad del hombre como tal y de la uni6n como tal: el Islam insiste en esta segunda perspectiva y el cristianismo, en la primera.

La naturaleza virgen es el arte de Dios, y el arte sagrado brota de la misma Fuente divina; la soledad es la puerta de la interioridad, y la compañía espiritual es una soledad colectiva y una interiorizaci6n por influencias recíprocas. Esto prueba que las actitudes espirituales nunca son limitaciones realmente privativas ni ideas preconcebidas; se realizan siempre en el plano de lo que parece ser su contrario, lo que en suma significa que todo pueblo o ciudad es normalmente extensión de un santuario y debería seguir siéndolo, y que toda colectividad humana es normalmente una asociación espiritual y por consiguiente debería realizar la «soledad colectiva» vehiculando la tendencia interiorizante (4).

Es conveniente distinguir, además, entre la cualidad de interioridad propia de determinados fenómenos exteriores y la forma interior o interiorizante de mirar todas las cosas: el primer punto de vista es objetivo, y el segundo es subjetivo, pero ninguno puede anular la validez del otro; y es que no existe nada más falso que pretender que todas las cosas vienen a ser lo mismo en todos los aspectos porque sólo cuenta el «espíritu», lo que equivaldría a sostener que las cualidades de las cosas están desprovistas de razón suficiente y de eficacia. (Lógica y Transcendencia)

* * *

«Todo lo que es bello proviene de la belleza de Dios», enseña un hadith; los musulmanes insisten fácilmente en el vínculo entre la belleza y el amor, y no están muy inclinados a disociar estos dos elementos, que para ellos son las dos caras de una misma realidad; quien dice belleza, dice amor, ya la inversa. El hadith que acabamos de citar encierra en suma toda la doctrina de las concomitancias terrenas del amor a Dios, junto con este otro hadith: «Dios es bello, y ama la belleza»; y esa es precisamente la doctrina de la transparencia metafísica de las cosas sensibles.

El significado de todas estas consideraciones no es que el contemplativo necesite la ayuda de las sensaciones –los innumerables ejemplos de santidad deliberadamente ascética prueban lo contrario–, sino que el mundo sensorial ofrece apoyos secundarios o concomitantes de realización espiritual a cierta categoría de contemplativos, lo cual resulta de la naturaleza de las cosas puesto que no es posible que el mundo no manifieste las cualidades divinas; al manifestarlas las hace ambiguas, y de ello resulta que los mismos factores pueden elevar o rebajar al hombre, según la naturaleza de éste y según las condiciones objetivas y subjetivas de la experiencia sensorial.

De todos modos, no hay espiritualidad sin ascesis, o sin renunciación o desapego, y tampoco la hay sin aceptación de cierta ayuda positiva que recibimos de las cosas sensibles; la diferencia en cuestión es un asunto de acentuación siempre parcial, nunca total, pero suficiente en todo caso para permitir distinguir, en determinado sector humano, entre una actitud exclusiva y otra inclusiva.

Hemos aludido a la ambigüedad de las cualidades universales manifestadas en modo fenoménico terreno: al referirnos al término positivo de la alternativa, en virtud del cual la cosa que manifiesta la interioridad posee en principio calidad interiorizante, concluiremos así: todo cuanto, en el mundo circundante, origina una concomitancia de nuestro amor a Dios, o de nuestra elección de la «dimensión interior», es al propio tiempo una concomitancia del amor que Dios nos manifiesta, o un mensaje de esperanza de ese Reino que está dentro de nosotros. (Lógica y Transcendencia)

* * *

Hay, con respecto al mundo, tres actitudes posibles: la primera, propiamente infrahumana y sin embargo demasiado humana de hecho, es aceptar que los fenómenos sensoriales son «la realidad» y entregarse a ellos sin reticencias y con una voluntad compacta; esto equivale a negar que Dios no solo es «el Exterior», sino también «el Interior», y que su exterioridad solo tiene sentido en virtud de su interioridad; es negar también, que Dios no solo es «el Primero», que nos ha creado, sino también «el Ultimo», que nos espera al final de nuestro camino, y también aquí uno solo tiene sentido por el otro.

La segunda actitud posible, en cuanto actitud pura y prescindiendo de combinaciones con otros puntos de vista, es el rechazo del mundo, de la seducción, del pecado: es no ver, en el lugar de la belleza, más que esqueletos o cenizas y, en el lugar del placer, impermanencia, engaño, impureza, sufrimiento; desde este punto de vista, no hay «Dios-el Exterior»; el mundo solo es aquello que no es Dios. (4)

La tercera actitud posible se basa en lo que hemos llamado en diversas ocasiones la transparencia metafísica de los fenómenos: es ver el mundo como «Exterioridad divina» y tener conciencia, por ello mismo, de que esta exterioridad depende de una interioridad Correspondiente. Esta actitud toca a las esencias a través de las formas, pero sin perder de vista en modo alguno la verdad de la actitud precedente, a saber, que ninguna apariencia «es» Dios y que todas tienen un reverso que, precisamente, proviene de la exterioridad en cuanto está separada de la interioridad. El sabio «ve a Dios en todas partes», pero no en detrimento de la Ley divina de la que humanamente depende. (Forma y Substancia en las Religiones)

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Resulta necesario disipar aquí el error según el cual todo en la naturaleza es bello por el solo hecho de pertenecer a ella, y de que todo en la producción tradicional es asimismo bello por pertenecer a la tradición; que, por consiguiente, la fealdad no existe ni en el reino animal ni en el reino vegetal, puesto que, al parecer, toda criatura «es perfectamente lo que ella debe ser», lo que no tiene, verdaderamente, la menor relación con la cuestión estética; y que el más magnífico de los santuarios no es más bello que cualquier utensilio, porque el utensilio «es exactamente lo que debe ser». Esto es pretender, no solamente que una especie animal fea es estéticamente equivalente a una especie bella, sino también que la belleza no vale más que por la ausencia de fealdad y no por su contenido propio, como si la belleza de un hombre fuera el equivalente de la de una mariposa, una flor o una gema. Ahora bien, la belleza es una cualidad cósmica que no se deja reducir a abstracciones extrañas a su naturaleza; paralelamente, lo feo no está solamente en la cosa que no es enteramente lo que debe ser, no consiste solamente en una imperfección accidental o en una falta de gusto; está en todo lo que manifiesta, accidental o substancialmente, artificial o naturalmente, una privación de verdad ontológica, de bondad existencial o, lo que viene a ser lo mismo, de realidad. La fealdad es, muy paradójicamente, la manifestación de una nada relativa: de una nada que no puede afirmarse más que negando o socavando un elemento de Ser, luego de belleza. Es decir que, de una cierta manera y hablando elípticamente, lo feo es menos real que lo bello, y no existe en suma más que gracias a una belleza subyacente a la que desfigura; en resumen, es la realidad de una irrealidad, o la posibilidad de una imposibilidad, como todas las manifestaciones privativas. (El Esoterismo como Principio y como Vía)

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El problema de la caída evoca el de esa teofanía universal que es el mundo. La caída no es más que un eslabón particular de este proceso; además ella no está presente por todas partes como una «falta», sino que toma en ciertos mitos la forma de un acontecimiento ajeno a la responsabilidad humana o angélica. Si hay un cosmos, una manifestación universal, debe haber también una caída o caídas, ya que quien dice «manifestación», dice «otro que Dios» y «alejamiento».

En la tierra, el sol divino está velado; resulta de ello que las medidas de las cosas son relativas, que el hombre puede tomarse por lo que no es, y que las cosas pueden aparecer como lo que ellas no son; pero una vez que el velo se ha desgarrado, después de ese nacimiento que es la muerte, el Sol divino aparece; las medidas se vuelven absolutas; los seres y las cosas se vuelven lo que ellas son y siguen las vías de su verdadera naturaleza.

No es necesario decir que las medidas divinas no alcanzan a nuestro mundo, sino que están como «filtradas» por su caparazón existencial, y de absolutas que eran, se vuelven relativas, de ahí el carácter flotante e indeterminado de las cosas terrestres. El astro solar no es otro que el Ser visto a través de este caparazón; en nuestro microcosmos, el sol es representado por el corazón. (5)

Es porque vivimos a todas luces en ese caparazón que tenemos necesidad –para saber quienes somos y adonde vamos– de ese desgarrón cósmico que es la Revelación; y se podría subrayar a este respecto que el Absoluto no consiente nunca en volverse relativo de una manera total y sin interrupción.

En la caída y sus repercusiones a través de la duración, vemos el elemento «absolutidad» devorado finalmente por el elemento «contingencia»; está en la naturaleza del sol el ser devorado por la noche, como está en la naturaleza de la luz el «lucir en las tinieblas» y «no ser comprendida». Numerosos mitos expresan esta fatalidad cósmica, inscrita en la naturaleza misma de lo que nosotros podemos llamar el «reino del demiurgo».

El prototipo de la caída no es otro que el proceso de la manifestación universal mismo Quien dice manifestación, proyección, «alienación», salida, dice también regresión, reintegración, vuelta, apocatástasis; el error de los materialistas –cualesquiera que sean las sutilezas por medio de las cuales quieran disolver la noción convencional y ya «anticuada» de la materia– es el de partir de la materia como de un dato primordial y estable, mientras que ella no es más que un movimiento, una especie de contracción transitoria de una substancia en si inaccesible a nuestros sentidos. Nuestra materia empírica, con todo lo que ella comporta, deriva de una protomateria suprasensible y eminentemente plástica; es en ella donde se ha reflejado y «encarnado» el ser terrestre primordial, lo que enuncia en el Hinduismo el mito del sacrificio de Purusha. Bajo el efecto de la cualidad segmentante de esta protomateria, la imagen divina se ha roto y diversificado; pero las criaturas eran todavía, no individuos que se destrozan entre ellos, sino estados contemplativos derivados de modelos angélicos y, a través de ellos, de los Nombres divinos, y es en este sentido que se ha podido decir que en el Paraíso los corderos vivían junto a los leones; no se trata aquí más que de los prototipos «hermafroditas» –de forma esférica suprasensorial– de las posibilidades divinas, surgidas de las cualidades de «clemencia» y de «rigor», de «belleza» y de «fuerza», de «sabiduría» y de «alegría». Es en este elemento protomaterial donde tuvo lugar la creación de las especies y la del hombre, creación semejante a la «cristalización súbita de una solución química sobresaturada» (6); tras la «creación de Eva» –la bipolarización del «andrógino» primordial»– tuvo lugar la «caída», a saber la «exteriorización» de la pareja humana, la cual arrastró a continuación –puesto que en la protomateria sutil y luminosa todo estaba ligado y solidario– a la exteriorización o «materialización» de todas las demás criaturas terrestres, por lo tanto su «cristalización» en materia sensible, pesada, opaca y mortal.

No nos acordamos en que texto tradicional hemos leído que el cuerpo humano, e incluso el cuerpo vivo simplemente, es como la mitad de una esfera; todas nuestras facultades y movimientos miran y tienden hacia un centro perdido –que sentimos como «delante» nuestra– pero reencontrado simbólicamente, e indirectamente, en la unión sexual. Pero el resultado no es más que una dolorosa renovación del drama: una nueva entrada del espíritu en la materia. El sexo opuesto no es más que un símbolo: el verdadero centro está oculto en nosotros-mismos, en el corazón-intelecto. La criatura reconoce algo del centro perdido en su acompañante; el amor que resulta de ello es como una sombra lejana del amor de Dios, y de la beatitud intrínseca de Dios; es también una sombra del conocimiento que quema las formas, y que une y libera.

Todo el procesos cosmogónico se reencuentra, de una manera estática, en el hombre: nosotros estamos hechos de materia, es decir de densidad sensible y de «solidificación», pero en el centro de nuestro ser se encuentra la realidad suprasensible y transcendente, que es a la vez infinitamente fulgurante e infinitamente apacible. Creer que la materia es el «alfa» por el cual todo ha comenzado, lleva a afirmar que nuestro cuerpo es el comienzo de nuestra alma, y por tanto que el origen de nuestro ego, de nuestra inteligencia, de nuestros pensamientos está en nuestros huesos, nuestros músculos, nuestros órganos; en realidad, si Dios es el «omega», él es también necesariamente el «alfa», so pena de absurdo.

El cosmos es «un mensaje de Dios a si mismo por él mismo», como lo dirían los Sufíes, y Dios es «el Primero y el Ultimo» y no el Ultimo solamente. Hay una especie de «emanación», pero esta es estrictamente discontinua a causa de la transcendencia del Principio y de la inconmensurabilidad esencial de los grados de realidad; el emanacionismo, por el contrario, postula una continuidad que afectaría el Principio en función de la manifestación. Se ha dicho que el universo visible es una explosión y por consecuencia una dispersión a partir de un centro misterioso; lo que es cierto, es que el Universo total, que en su mayor parte nos es invisible por principio y no de facto solamente, describe un tal movimiento –simbólicamente hablando– para llegar al punto muerto de su expansión; este punto está determinado, en primer lugar por la relatividad en general y a continuación por la posibilidad inicial del ciclo del que se trata. El ser vivo mismo, se asemeja a una explosión cristalizada, si se puede decir así; es como si se hubiera cristalizado de asombro ante Dios. (Miradas sobre los Mundos Antiguos)

* * *

La naturaleza es solidaria de la santa pobreza y también de la infancia espiritual; ella es un libro abierto cuya enseñanza de verdad y de belleza no se agota nunca. Es en medio de sus propios artificios donde el hombre se corrompe más fácilmente, son ellos los que le vuelven ávido e impío; cerca de la naturaleza virgen, que no conoce ni agitación ni engaño, el hombre tiene la oportunidad de permanecer contemplativo como lo es la naturaleza misma. Y es la naturaleza total y cuasi-divina la que, más allá de todos los hábitos humanos, tendrá la última palabra. (Sobre los Mundos Antiguos)

* * *

Si le dijeran a un tibetano que el Kailâsa no es más que un bloque de piedra y tierra que tiene determinada altura y determinada circunferencia, respondería: ese bloque que podéis medir no es el Kailâsa.

La montaña sagrada, sede de los Dioses, no se encuentra en el espacio, aunque sea visible y tangible.

Lo mismo para Benarés, el Ganges, la Caaba (7), el Sinaí, el Sanctasanctórum, el santo Sepulcro y otros lugares de esta categoría: el que se encuentra en ellos es como si hubiera salido del espacio; se encuentra virtualmente integrado en el Prototipo aformal del lugar sagrado; al tocar la tierra santa, el peregrino «camina» en realidad en lo aformal y se purifica en ello, y de ahí el hecho de que los pecados se borren en estos lugares.

Ciertos accidentes geográficos, por ejemplo las montañas altas, se asemejan, a causa de su simbolismo natural, a los grandes santuarios primordiales, y por eso los pueblos más diversos, sobre todo aquellos cuya tradición tiene una forma «mítica» o «primordial», evitan subir hasta las cumbres de las montañas, por temor a provocar la «cólera de los Dioses». (Perspectivas Espirituales y Hechos Humanos)

* * *

Para los hombres de la edad de oro, subir a una montaña era realmente acercarse al Principio; mirar un río era ver la Posibilidad universal al mismo tiempo que el flujo de las formas.

En nuestro días, ascender a una montaña –¡y ya no hay ninguna que sea «centro del mundo»!– es «vencer» su cumbre; la ascensión ya no es un acto espiritual, sino una profanación. El hombre, en su aspecto de animal humano, se hace Dios. Las puertas del Cielo, misteriosamente presentes en la naturaleza, se cierran ante él. (Perspectivas Espirituales y Hechos Humanos)

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La naturaleza intacta tiene por sí misma un carácter de santuario, y es considerada como tal por la mayoría de los pueblos nómadas y seminómadas, y en particular por los pieles rojas. Entre los antiguos germanos, sedentarios primitivos, es decir, que rechazaban la arquitectura propiamente dicha, los santuarios estaban localizados, pero siempre en la naturaleza virgen. El bosque de Brocelianda, entre los celtas, y el de Dodona, entre los griegos, son ejemplos de una perspectiva tradicional análoga, a pesar de la presencia, en estos pueblos, de una arquitectura sagrada y una civilización urbana. Entre los hindúes, el bosque es la morada natural de los sabios; y se encuentra este mismo «aprovechamiento» espiritual del aspecto sagrado de la naturaleza en todas las tradiciones que tienen –siquiera indirectamente– un carácter primordial y por lo tanto mitológico.

La lucha de los pieles rojas contra la invasión blanca y urbana tiene un carácter profundamente simbólico: es una guerra santa por un santuario, y este santuario es la naturaleza en toda su virginidad y su grandeza. La civilización urbana, con su mezcla inevitable de refinamiento y corrupción, es como una enfermedad que consume la tierra y que aleja cada vez más las fronteras de la naturaleza intacta; el indio de las llanuras y los bosques de América del Norte era un hijo de esta naturaleza y un sacerdote de este santuario primordial. Y por eso el heroísmo de un Pontiac, un Tecumseh, un Tashunko Witko (Caballo Loco) y un Tatanka Iyontanké (Toro Sentado) tiene algo que nos concierne de cerca.

Por un lado, Naturaleza concreta que sitúa al hombre en su centro; por el otro, civilización abstracta que hace de él su periferia. (Perspectivas Espirituales y Hechos Humanos)

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Los animales que reflejan la cualidad de bondad (en sánscrito sattva) son estáticos y pacíficos: el toro de la India, con su lomo accidentado y sus cuernos en semicírculo, evoca las cumbres nevadas sobre las que sale el disco solar; la belleza de sus ojos añade a esta imagen una especie de dulzura contemplativa. El cordero, la paloma o el cisne son otros tantos animales casi paradisíacos por su carácter de inocencia y de paz; el color blanco añade una cualidad de pureza celestial.

El bisonte y el camello encarnan la montaña, pero más bien el aspecto «tierra» de ésta: el bisonte el aspecto macizo, terrible y hostil, y el camello el aspecto paciente, contemplativo y sacerdotal. El oso también manifiesta un aspecto de la «tierra», en lo que ésta tiene de pesado y artero.

Los animales de simbolismo dinámico (rajas) encarnan un aspecto celestial terrible, pero también, en un plano inferior, un aspecto pasional: el tigre es el fuego cósmico en todo su furor y esplendor; como el fuego, es terrible y puro. El león es solar: el aspecto pasional se encuentra neutralizado aquí por una especie de serenidad regia; como el águila, que manifiesta en su orden el principio del rayo, la revelación, el león expresa a su manera la fuerza del espíritu.

Las especies de animales más inferiores, las que nos repugnan, manifiestan del modo más directo la cualidad de ignorancia (tamas), y nos resultan desagradables porque son «materia viviente» o «consciente», mientras que la ley de la materia es precisamente la inconsciencia. Los monos nos chocan por la razón inversa, es decir, porque son como hombres desprovistos de la conciencia central que caracteriza al género humano; son, no «materia consciente», sino conciencia descentralizada, disipada (8). Por otra parte, hay animales superiores de forma «espiritual» inferior, e inversamente: al hombre no le gustan ni los cerdos ni las hienas, pero no siente ninguna antipatía por insectos como las abejas, las mariposas o las mariquitas. (Perspectivas Espirituales y Hechos Humanos)

NOTAS –––––––––––––––––––––––––––––

1.- Solo la prodigiosa insuficiencia de esa noción puede explicar que se aceptase un arte tan opaco –es decir, desprovisto de toda transparencia y de toda alquimia– como el del Renacimiento y el Barroco, sin hablar de las aberraciones contemporáneas, cuyo formalismo propiamente infernal ya ni siquiera pertenece en absoluto al orden de los «consuelos sensibles».

2.- Es lo que los hindúes llaman satsanga, palabra que contiene el sentido de «asociación con la cualidad ascendente» o el «ser», sat.

3.- Eso es lo que, en el Islam, permite afirmar que «el matrimonio es la mitad de la religión. Si en el cristianismo el matrimonio da origen a un sacramento, eso no es tan sólo con las miras puestas en la procreación, que es terrenal, sino también –de manera más esotérica– con la mira puesta en el amor en sí, que es de esencia celestial y que en principio posee una virtud interiorizante, como indica la propia noción del «Dios-Amor».

4.- La ascesis corporal no es forzosamente tributarla de este punto de vista solamente; puede tener por objeto el independizarse de la materia y de los sentidos, sea cual sea la manera en que éstos se consideren.

5.- Y la luna es el cerebro, que se identifica macrocósmicamente –si el Sol es el Ser– con el reflejo central del Principio en la manifestación, reflejo susceptible de «aumento» y de «disminución» en función de su contingencia y por lo tanto de las contingencias cíclicas. Estas correspondencias son de una tal complejidad –pudiendo un mismo elemento asumir significados diversos– que no podemos mostrarlas más que de pasada. Limitémonos con revelar sin embargo que el sol representa él también, y forzosamente, el Espíritu divino manifestado, y que es a ese título que debe «disminuir» al ponerse y «aumentar» al levantarse; él da luz y calor porque él es el Principio, y se pone porque él no es de ese Principio más que la manifestación. La luna, en este caso, es el reflejo periférico de esta manifestación. Cristo es el sol, y la Iglesia es la luna; «os conviene que yo me vaya», pero también «el Hijo del hombre volverá…».

6.- Expresión que empleó Guénon hablando de la realización de la «Identidad suprema». Es plausible que la deificación se asemeje –en dirección inversa– a su antípoda, la creación.

7.- Recordemos aquí que el santuario de La Meca es mucho más antiguo que el Islam, el Cristianismo e incluso el Mosaísmo.

8.- A la objeción de que hay monos sagrados, en la India por ejemplo, responderemos que hay que distinguir entre un simbolismo intrínseco y un simbolismo parcial; el primero reside en la naturaleza fundamental y el segundo en un atributo. La extrema agilidad de los monos es susceptible de un simbolismo positivo, exactamente como la fidelidad y la vigilancia de los perros o como la prudencia de las serpientes.

SOBRE ARTE Y NATURALEZA

SOBRE ARTE Y NATURALEZA

FRITHJOF SCHUON

Otro elemento fundamental de la vía es el simbolismo, que se afirma en el arte sagrado lo mismo que en la naturaleza virgen. Sin duda, las formas sensibles no tienen la importancia de los símbolos verbales o escriturarios, pero no por ello dejan de poseer, según las circunstancias, una función de «encuadramiento» o de «sugestión espiritual» muy valiosa, sin hablar de la importancia ritual de primer orden que pueden tomar; además, el simbolismo tiene la particularidad de combinar lo exterior con lo interior, lo sensible con lo espiritual, y así va más allá, en principio o de hecho, de la función de simple «telón de fondo».

El arte sagrado es en primer lugar la forma visible y audible(1) de la Revelación, y después su revestimiento litúrgico indispensable. La forma debe ser la expresión adecuada del contenido; no debe en ningún caso contradecirlo; no puede ser abandonada a la arbitrariedad de los individuos, a su ignorancia ya sus pasiones. Pero hay que distinguir diversos grados en el arte sagrado, diversos niveles de absolutidad o de relatividad;(2) además, hay que tener en cuenta el carácter relativo de la forma como tal. El «imperativo categórico» que es la integridad espiritual de la forma no puede impedir que el orden formal esté sometido a ciertas vicisitudes; el hecho de que las obras maestras del arte sagrado sean expresiones sublimes del Espíritu no debe hacernos olvidar que, vistas a partir de este Espíritu mismo, estas obras, en sus más pesadas exteriorizaciones, aparecen ya ellas mismas como concesiones al «mundo» y hacen pensar en esta frase evangélica: «El que saca la espada, morirá por la espada». En efecto, cuando el Espíritu necesita exteriorizarse hasta ese punto es que ya está bien próximo a perderse; la exteriorización como tal lleva en sí misma el veneno de la exterioridad, luego del agotamiento, la fragilidad y la decrepitud; la obra maestra está como cargada de pesares, es ya un «canto del cisne»; a veces se tiene la impresión de que el arte, por la misma sobreabundancia de sus perfecciones, sirve para suplir la ausencia de sabiduría o de santidad. Los Padres del desierto no tenían necesidad de columnatas ni de vitralesi; en cambio, las personas que, en nuestros días, desprecian más el arte sagrado en nombre del «puro espíritu» son los que menos lo comprenden y quienes más necesidad tendrían de él (3). Sea lo que fuere, nada noble puede perderse nunca: todos los tesoros del arte, al igual que los de la naturaleza, vuelven a encontrase perfecta e infinitamente en la Beatitud; el hombre que tiene plena conciencia de esta verdad no puede dejar de estar desapegado de las cristalizaciones sensibles como tales.

Pero existe también el simbolismo primordial de la naturaleza virgen; ésta es un libro abierto. una revelación del Creador. un santuario e incluso en ciertos aspectos, una vía. Los sabios y los eremitas de todas las épocas han buscado la naturaleza, cerca de ella se sentían lejos del mundo y cerca del Cielo; inocente y piadosa. pero sin embargo profunda y terrible, ella fue siempre su refugio. Si tuviéramos que elegir entre el más magnífico de los templos y la naturaleza inviolada, es a ésta a la que escogeríamos; la destrucción de todas las obras humanas no sería nada al lado de la destrucción de la naturaleza. (4) La naturaleza ofrece a la vez vestigios del Paraíso terrenal y signos precursores del Paraíso celestial.

Y sin embargo, desde otro punto de vista, cabe preguntarse qué es más precioso, si las cumbres del arte sagrado en cuanto inspiraciones directas de Dios, o las bellezas de la naturaleza en cuanto creaciones divinas y símbolos; (5) el lenguaje de la naturaleza es más primordial, sin duda, y más universal, pero es menos humano que el arte y menos inmediatamente inteligible; exige más conocimiento espiritual para poder entregar su mesaje. pues las cosas externas son lo que somos nosotros, no en sí mismas, sino en cuanto a su eficacia; (6) hay en ello la misma relación, o casi, que entre las mitologías tradicionales y la metafísica pura. La mejor respuesta a este problema, es que el arte sagrado, del que determinado santo no tiene «necesidad» personalmente, exterioriza sin embargo su santidad, es decir, precisamente este algo que puede hacer superflua para el santo la exteriorización artística; (7) por el arte, esta santidad o esta sabiduría se ha hecho milagrosamente tangible con toda su materia humana que la naturaleza virgen no puede ofrecer; en cierto sentido, la virtud «dilatante» y «refrescante» de la naturaleza es el hecho de no ser humana sino angélica, Decir que se prefieren las «obras de Dios» a las «obras de los hombres» sería no obstante simplificar en exceso el problema, dado que, en el arte que merece el epíteto de «sagrado», es Dios el autor; el nombre no es mas que el instrumento y lo humano no es más que la materia. (8)

El simbolismo de la naturaleza es solidario de nuestra experiencia humana: si la bóveda estelar gira es porque los mundos celestiales evolucionan alrededor de Dios; la apariencia es debida no sólo a nuestra posición terrestre, sino también, y ante todo, a un prototipo trascendente que no es en absoluto ilusorio, y que parece incluso haber creado nuestra situación espacial para permitir a nuestra perspectiva espiritual ser lo que es; la ilusión terrestre refleja, pues, una situación real, y esta relación es de la mayor importancia, pues muestra que son los mitos –siempre solidarios de la astronomía ptolemaica– los que tendrán la última palabra. Como ya hemos indicado en otras ocasiones, la ciencia moderna, aunque realiza evidentemente observaciones exactas, pero ignorando el sentido y el alcance de los símbolos, no puede contradecir de jure las concepciones mitológicas en lo que tienen de espiritual, luego de válido; no hace más que cambiar los datos simbólicos o, dicho de otro modo, destruye las bases empíricas de las mitologías sin poder explicar la significación de los datos nuevos. Desde nuestro punto de vista, esta ciencia superpone un simbolismo de lenguaje infinitamente complicado a otro, metafísicamente igual de verdadero pero más humano –un poco como se traduciría un texto a otra lengua más difícil–, pero ignora que descubre un lenguaje y que propone implícitamente un nuevo ptolomeísmo metafísico.

La sabiduría de la naturaleza es afirmada numerosas veces en el Corán, que insiste en los «signos» de la creación «para aquellos que están dotados de entendimiento», lo que indica la relación existente entre la naturaleza y la gnosis; la bóveda celeste es el templo de la eterna sophia.

La misma palabra «signos» (ayat) designa los versículos del Libro; como los fenómenos de la naturaleza a la vez virginal y maternal, revelan a Dios brotando de la «Madre del Libro» y transmitiéndose por el espíritu virgen del Profeta.(9) El Islam, como el antiguo Judaísmo, se encuentra particularmente cerca de la naturaleza por el hecho de que está anclado en el alma nómada; su belleza es la del desierto y del oasis; la arena es para él un símbolo de pureza –se la emplea para las a abluciones cuando falta agua– y el oasis prefigura el Paraíso. El simbolismo de la arena es análogo al de la nieve: es una gran paz que unifica, semejante a la shahada que es paz y luz y que disuelve a fin de cuentas los nudos y las antinomias de la Existencia, o que reduce, reabsorbiéndolas, todas las coagulaciones efímeras a la Substancia pura e inmutable. El Islam surgió de la naturaleza; los sufíes retornan a ella, lo cual es uno de los sentidos de este hadíth: «El Islam comenzó en el exilio y acabará en el exilio». Las ciudades, con su tendencia a la petrificación y con sus gérmenes de corrupción, se oponen a la naturaleza siempre virgen; su única justificación, y su única garantía de estabilidad, es la de ser santuarios; garantía muy relativa, pues el Corán dice: « y no hay ciudad que Nosotros ( Allâh) no destruyamos o no castiguemos severamente antes del Día de la resurrección» (XVII, 60). Todo esto permite comprender por qué el Islam ha querido mantener, en el marco de un sedentarismo inevitable, el espíritu nómada: las ciudades musulmanas conservan la marca de una peregrinación a través del espacio y el tiempo; el Islam refleja en todas partes la santa esterilidad y la austeridad del desierto, pero también, en este clima de muerte, el desbordamiento alegre y precioso de las fuentes y los oasis; la gracia frágil de las mezquitas repite la de los palmerales, mientras que la blancura y la monotonía de las ciudades tienen una belleza desértica y por ello mismo sepulcral. En el fondo del vacío de la existencia y detrás de sus espejismos está la eterna profusión de la Vida divina.

NOTAS –––––––––––––––––––––––––––

1.- Por ejemplo, la salmodia del Corán, que presenta diversos estilos, es un arte; se puede escoger entre los estilos, pero no se les puede añadir nada; se puede salmodiar el Corán de tal forma, pero no de tal otra. Las salmodias expresan diferentes ritmos del espíritu.

2.- Tenemos en primer lugar el arte sagrado en el sentido más riguroso, tal como aparece en el Tabernáculo de Moisés, en el que Dios mismo prescribe las formas y los materiales; luego está el arte sagrado que ha sido desarrollado en conformidad con un determinado genio étnico; y, por último, existen los aspectos decorativos del arte sagrado, en los que el genio étnico se afirma más libremente, pero siempre en conformidad con un espíritu que lo trasciende. El genio no es nada sin su determinación por una perspectiva espiritual.

3.- El arte es siempre un criterio del «discernimiento de los espíritus»: el paganismo real se revela en el aspecto del arte, por ejemplo en el natu-ralismo de los grecorromanos y también, de un modo no menos impresionante, en el gigantismo a la vez brutal y afeminado de la escultura babilónica. Recordemos también el arte cargado de pesadillas del antiguo México decadente.

4.- En el arte extremo-oriental, que es mucho menos «humanista» que las artes de Occidente y de la antigüedad próximo-oriental, la obra humana permanece profundamente ligada a la naturaleza, hasta el punto de formar con ella una especie de unidad orgánica; el arte chino-japonés no lleva en sí elementos «paganos» como es el caso de las antiguas artes mediterráneas; nunca es, en sus manifestaciones esenciales, sentimental ni vacío y aplastante.

5.- ¿Hay que preferir obras como la Virgen hierática de Torcello, cerca de Venecia, los nichos de piedra rutilantes de la mezquita de Córdoba, las imágenes divinas de la India y del Extremo Oriente, o la alta montaña, el mar, el bosque, el desierto? Así planteada, la cuestión es objetivamente insoluble, pues hay por cada lado –en el arte como en la naturaleza– un «más» y un «menos».

6.- Esto es cierto también para el arte, pero en menor medida, precisa- mente porque el lenguaje artístico pasa por el hombre.

7.- Decimos «que puede hacer», no que «debe», pues el arte puede tener para un determinado santo una función que escapa al hombre ordinario.

8.- La imagen de Buda combina del modo más expresivo las «categorías» de las que hemos tratado aquí; en primer lugar, el conocimiento y la concentración; luego, la virtud, pero absorbida ésta en los dos elementos precedentes; a continuación, la tradición y el arte, representados por la imagen misma y, por último, la naturaleza, representada por el loto.

9.- Hemos aludido a ello en el transcurso del capítulo anterior al hablar de la benedición muhammadiana.

( Extraído de COMPRENDER EL ISLAM, Frithjof Schuon, OLAÑETA Editor, ISBN 84-85354-22-3 )

TRAS LAS HUELLAS DE LA RELIGIÓN PERENNE

TRAS LAS HUELLAS DE LA RELIGIÓN PERENNE

FRITHJOF SCHUON

1982

Con la expresión “Religión Perenne”, Frithjof Schuon precisa, en la Introducción, que quiere indicar el aspecto inagotable y siempre presente de la Verdad divina y la totalidad del compromiso humano que ésta reclama. El primer objetivo de la obra es describir la Realidad divina en sus dimensiones, sus cualidades y sus grados. El aspecto complementario de esta descripción consiste en apartar los velos confesionales que ocultan la Verdad pura. Así, el autor muestra que la introducción de sesgos morales, celo obediencialista o sublime mística en teología y espiritualidad cristianas y musulmanas perjudica la inteligibilidad del mensaje central de estas religiones. Ilustrando el aspecto fragmentario de las religiones formales, un capítulo final porta una respuesta universalista a la cuestión de los estados póstumos.

Lista de los principales temas abordados en
Tras las Huellas de la Religión Perenne
Frithjof Schuon

Prefacio
Premisas epistemológicas
Dimensiones, modos y grados del Orden divino
Especulación confesional: intenciones y dificultades
Escollos del lenguaje de la fe
Notas sobre tipología religiosa
Enigma y mensaje de un esoterismo
Escatología universal
Síntesis y conclusión

Prefacio
Sistemas y exposiciones sistemáticas
Por qué volver a decir lo que ya hemos dicho
Observaciones personales

Premisas epistemológicas
Philosophia Perennis, Sophia Perennis, Religio Perennis
Las dos dimensiones de una doctrina
Sin puro Intelecto no hay razón
El error del materialismo y del agnosticismo
¿Qué es “discernir”?
El conocimiento de lo Total exige la totalidad del conocer
Virtud y conocimiento de la Verdad
Lo que el hombre debe saber y pensar, querer y hacer, amar y ser
¿Son las realidades metafísicas necesariamente explicables?
Contradicción del existencialismo
Límites de la lógica
¿Porque la Sabiduría de Cristo es “locura a los ojos del mundo”?
La Verdad metafísica, expresable e inexpresable a la vez

Dimensiones, modos y grados del Orden divino
Dimensiones: Absoluto, Infinito, Perfección
Modos: Sabiduría, Poder, Bondad
Grados: Supra-Ser, Ser creador y Espíritu
¿Qué significa “El Absoluto está más allá del Bien y del mal”?
El amor sexual y cuasi fragmentariedad de los bienes manifestados
No hay diferenciación en el Absoluto y en la Esencia
Papel del Infinito
Definición del Absoluto y del Infinito
Sobre la Existencia y el Ser
Dios puede querer lo que Él es, no puede ser lo que Él quiere…
Polarización en cualidades distintas: Rigor, Justicia, etc…
La complementariedad “espacio-tiempo”

Especulación confesional: intenciones y dificultades
Dios quiere el mal (teólogos musulmanes)
Dilema de los exoterismos en ambiente monoteísta
“Dios es el único Agente”, aclaración
“Dios tiene todos los derechos” (San Pablo, Islam)
Los “vasos de cólera”
Solución metafísica de la predestinación
“Es necesario que la Escritura se cumpla”, “Tabla Guardada”
Omnipotencia y Omniposibilidad
Lógica de los celadores obediencialistas, el hombre “esclavo”
Los riesgos de caer en el infierno
Inconvenientes de la abolición de las causas segundas
El gran enigma: ¿qué significa la posibilidad de determinado mal?
Ejemplo de teología obediencialista: Asharî
Al crear al hombre Dios se compromete…
Atolladero de la sobreacentuación de la Transcendencia
Importancia de la noción de Mâyâ Universal
Lógica racional, lógica moral: la cuestión de la eternidad del infierno
Diferencia entre el hombre de fe y el hombre de gnosis
Sobre el upâya y su eficacia

Escollos del lenguaje de la fe
Sobreacentuación del aspecto “siervo” en el cristianismo en el
rito de la Consagración
Cómo analiza Santo Tomas este problema
Sobre las hostias consagradas que quedan tras la misa (Decreto de
Graciano)
El oro de los cálices
Sobre la expresión elíptica en la literatura piadosa del Islam
Algunos ejemplos de hadîths
Unas palabras del califa Alî contra el vino

Notas sobre tipología religiosa
Dos vías para aproximarse al Absoluto, Dios en sí y Dios hecho hombre
Ninguna de las dos vías excluye a la otra
Sobre el chiismo y el amidismo
¿Cuáles son los factores que, para el occidental, bloquean el acceso
a la personalidad del profeta del Islam?
Verdad simbólica y verdad literal
Todas las religiones tienen sus “koans”
Relación entre el Occidente cristiano y el Oriente musulmán
Peligro del abuso luciferino de la inteligencia
¿Qué valen la media de los creyentes de hoy en día?

Enigma y mensaje de un esoterismo
Origen del esoterismo islámico
Ascetismo y esoterismo islámico
Sobre las dos corrientes tradicionales diferentes instituidas por el
Profeta
Sobre las tres dimensiones desiguales del esoterismo, dimensión
ascética, invocatoria, intelectiva
Qué significa “esoterismo igual a ascesis” en el sufismo
El esoterismo que se predica y la gnosis integral
Sobre la propaganda iniciática
Intrusión del fideismo en el ámbito del sufismo
Interpretación particular del ternario Sharîah-Tarîqah-Haqîqah
Explicación metafísica de la Shahadah

Escatología universal
Lugar de la escatología para la Sophia Perennis
Paraíso, Santos y santificados, el Limbo
Purgatorio y Brahma-Loka
Sobre el culto a los antepasados en el confucianismo y el shintoísmo
Sobre la posibilidad del infierno
Punto de vista exotérico y punto de vista esotérico
Sobre la transmigración y la metempsicosis
Sobre el bautismo de los recién nacidos
¿Están los animales incluidos en la “resurrección de la carne”?

Síntesis y Conclusión
Perspectiva de transcendencia y Perspectiva de inmanencia
Vincit omnia veritas, Vincit omnia sanctitas

DE LO DIVINO A LO HUMANO

DE LO DIVINO A LO HUMANO

FRITHJOF SCHUON

1981

“La primera observación que debería imponerse al hombre, cuando éste se interroga sobre la naturaleza del Universo, es la primacía de ese milagro que es la inteligencia -o la conciencia o la subjetividad-, y por consiguiente la inconmensurabilidad entre éstas y los objetos materiales, ya se trate de un grano de arena, ya del sol, ya de una criatura cualquiera en cuanto objeto sensible”.

En este libro, que forma una especie de suma metafísica y espiritual, Frithjof Schuon nos invita a un redescubrimiento de la naturaleza más profunda de las cosas y por ello mismo de lo que somos. Nos conduce, a partir de una experiencia primera, el milagro de la conciencia, a fundamentar la primacía del Espíritu, ya que el más de la inteligencia no puede surgir del menos de la materia. Esta “evidencia deslumbrante”, al demostrar la conformidad de la inteligencia humana con su Objeto absoluto, permite explorar los misterios del Mundo divino para aclarar a continuación los aspectos principales del mundo humano, a causa de la unidad de todo lo que es.

Este recorrido luminoso de lo Divino a lo humano debe permitir disipar las dificultades y las confusiones que el hombre moderno puede experimentar al contacto con el exclusivismo necesario de las formas reveladas y con el margen humano que las oscurece.

Queda así abierta la Vía para un camino personal, ya que se puede concluir con el autor: “Creer en Dios es volver a ser lo que somos, volver a serlo en la medida en que creemos y en que el creer se convierte en ser”.

Lista de los principales temas abordados en
De lo Divino a lo Humano
Frithjof Schuon

Prólogo

Primera Parte: Subjetividad y conocimiento
Consecuencias que se desprenden del misterio de la subjetividad
Aspectos del fenómeno teofánico de la conciencia
Trascendencia no es contrasentido

Segunda Parte: Orden divino y universal
El juego de las hipóstasis
El problema de la posibilidad
Estructura y universalidad de las condiciones de la existencia

Tercera Parte: Mundo humano
Esbozo de una antropología espiritual
El mensaje del cuerpo humano
El sentido de lo sagrado
Rechazar o aceptar la Revelación

Prólogo
Lista de los libros del autor donde expone directamente la doctrina
Recordatorio de la posición del autor sobre la naturaleza dogmatista de toda doctrina

Primera Parte: Subjetividad y conocimiento

Consecuencias que se desprenden del misterio de la subjetividad
El milagro de la inteligencia y de la conciencia
¿Dónde se encuentra la prueba de la evolución?
La idea de primacía de lo invisible, natural al hombre
La libertad del hombre es total pero no absoluta
Ambigüedad necesaria de la condición humana, ruptura entre intelección y razón
¿En qué se convierte la inteligencia separada de su fuente supraindividual?
Espíritu / Substancia – Materia / Accidente
Pruebas extrínsecas de la primacía del Espíritu
El argumento evolucionista de un progreso intelectual
La esencia de lo real, no es lo banal o lo trivial, es lo milagroso

Aspectos del fenómeno teofánico de la conciencia
Lo que es común al hombre y al animal
El prodigio “naturalmente sobrenatural” de la subjetividad
Unión intelectiva y unión sexual
Complementariedad entre la intelección y el orgasmo
¿La intelectualidad tiene necesidad de la sexualidad?
Espiritualización de la sexualidad y animalización de la inteligencia
La subjetividad prueba la inanidad de la tesis evolucionista
“Al comienzo era el Espíritu”
Si los evolucionistas tienen razón, ¿la vida merece ser vivida?

Trascendencia no es contrasentido
Dificultades conceptuales y dialécticas en el misterio de los grados de realidad
¿Qué hay en el seno de la relatividad?
Negar la complejidad del mundo es negar la dimensión de Infinitud del Absoluto
¿Es “Dios” desde todos los puntos de vista el Absoluto? (Nota sobre el Maestro Eckhart)
¿Cuáles son entonces las misteriosas taras inherentes al pensamiento?
Lugar legítimo de la razón
El hombre y el lenguaje
Las “energías” de Gregorio Palamas
Las religiones monoteístas no son metafísicas
¿Cómo debe comprender los dogmas el metafísico cristiano que participa de ellos?
Sobre los aspectos absolutos y no absolutos del Principio divino
Verdad y lógica
Ilogismos flagrantes en las Escrituras sagradas y en los escritos de los Sabios
Lógica viene de “Logos”

Segunda Parte: Orden Divino y Universal

El juego de las hipóstasis
Qué es el Absoluto
Qué es el Infinito
Qué es la Perfección o el Sumo Bien
Los diversos grados de Mâyâ
Perfección y mal
La posibilidad privativa en sí
Sat, Chit, Ananda
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo
Relaciones entre las tres personas de la Trinidad
Las hipóstasis

El problema de la posibilidad
Las dos interpretaciones de la noción de posibilidad
Sobre la distinción entre lo “posible” y lo “real”
¿Cuáles son, ente las innumerables posibilidades de un mundo, las que se manifiestan?
¿Cómo se elabora un cosmos? Papel de la ley del más fuerte
¿La Voluntad que quiere el mal es la misma que la que quiere el Bien?
La Omnipotencia no puede englobar lo que es contrario a la Naturaleza Divina
Distinción capital entre Esencia/Supra-Ser y Creador/Ser
Distinción entre la Posibilidad y las posibilidades
Posibilidad negativa e imposibilidad
Sobre el vacío
¿Qué quiere decir: la historia se repite?
¿Qué es la nada?
Imposibilidad y absurdo
Los diferentes planos de la “Voluntad” de Dios; Ibn Arabî contra los asharíes
Posibilidad abstracta y posibilidad concreta
Posibilidad teórica y posibilidad práctica
Libertad y Necesidad
Las posibilidades velan y desvelan el Absoluto

Estructura y universalidad de las condiciones de la existencia
Cómo se manifiestan los fenómenos sensibles
De la substancialidad a la accidentalidad de la materia
Espacio/Tiempo, Sujeto/Objeto
El espacio y el tiempo concretos
¿La idea de un tiempo absolutamente vacío?
El espacio y el tiempo subjetivos
Altura y profundidad
Las cuatro fases del tiempo objetivo
Aspectos positivos y negativos del pasado, del presente y del porvenir
Relación de complementaridad entre la forma y el número
Macrocosmo y microcosmo
Condiciones fundamentales de la existencia y perfecciones espirituales
Paréntesis sobre las artes, artes plásticas, poesía, música, escultura, danza
Correspondencias entre las dimensiones hipostáticas de la Divinidad y las condiciones de la existencia universal
Simplicidad de Dios y potencialidad creadora
Dios es incognoscible y cognoscible a la vez pero desde puntos de vista diferentes

Tercera Parte: Mundo humano

Esbozo de una antropología espiritual
Conocimiento/Amor/Poder – Inteligencia/Sentimiento/Voluntad
“Teología ” y “antropología”
La polaridad masculino/femenino en la inteligencia-conocimiento y en el sentimiento-amor
Ambigüedad de la noción de sentimiento
¿El Amor divino es idéntico al sentimiento humano?
Aplicación de los mismos arquetipos en el nivel del “psiquismo”
Corazón-intelecto y pensamiento mental, Sol-Luna
En espiritualidad, la cualificación moral es más importante que la cualificación intelectual
Sobre una ciencia metafísica puramente libresca…
Las cuatro funciones de la inteligencia
Sobre la jerarquía de los tipos mentales
¿Qué es el espíritu en sí?

El mensaje del cuerpo humano
El cuerpo humano, “hecho a imagen de Dios”
Sobre el cuerpo masculino
Sobre el cuerpo femenino
Sobre el andrógino primordial
Deiformidad y feminidad
Sobre la “misoginia” del budismo
Sobre el ostracismo femenino de ciertas perspectivas tradicionales
Distinción entre la cualidad teofánica de un bello cuerpo y la del cuerpo de un Avatâra
Belleza del niño, belleza del adulto
Feminidad y virilidad, superioridad recíproca
Sobre el simbolismo abstracto y concreto de las diferentes regiones o partes del cuerpo
Sobre el mode de andar del ser humano
Paréntesis sobre las especies animales, vegetales y minerales
Aspecto teofánico de los animales nobles
Las Târas y las Dâkinis desnudas del Mahayâna
Espiritualidades de naturaleza más bien femenina o más bien masculina
Por que los hindúes no han temido mostrar en su arte sagrado la sexualidad
¿Dónde se encuentra principalmente el pecado? ¿En la concupiscencia
o en la profanación de un misterio teofánico?

El sentido de lo sagrado
La llamada a la oración desde lo alto de los minaretes en el Islam
Sentido de lo sagrado y adecuación a lo Real
Definición de lo sagrado
Lo sagrado como conciencia innata de la presencia de Dios
Rigor y suavidad en lo sagrado
Lo sagrado como proyección de lo Inmutable en lo mutable
Dignidad y sentido de lo sagrado
Ceremonialismo y ritualismo
Origen de las ceremonias legítimas
Diferencia de eficacia entre los ritos y las ceremonias
Diferencias entre las religiones a propósito de lo sagrado
Lo sagrado en las tradiciones orientales; sobre los mûdras, Bodhisattvas, las Târâs
A propósito de los abusos en la mentalidad sacral
¿Lo sagrado coincide enteramente con lo tradicional?
Sobre el prejuicio de la “creatividad”
Ser metafísico y tener el sentido de lo sagrado, Plotino
Los dos polos de lo sagrado, verdad y santidad
Sobre el milagro como manifestación y prueba de lo sagrado
Causas de la frecuencia o de la rareza de los milagros
Predicación y milagro (la palabra y la cosa)

Aceptar o rechazar la Revelación
No se puede examinar válidamente la Verdad en función del error – contra una objeción de los agnósticos y de los escépticos
Ejemplo del Islam y después del cristianismo
Cristo contra los fariseos
La gravísima escisión doctrinal entre fariseos y saduceos en tiempos de Cristo
Distinción que hay que hacer entre lógica pura y simple y lógica escrituraria, semántica o moralista
Sobre las dos razones de sustraerse a un mensaje religioso
Judaismo y cristianismo, San Pablo y la “desjudaización” del cristianismo
El problema del papado
Sobre el aristotelismo
Los absurdos en las Sagradas Escrituras ¿causa de increencia?
Necesidad de los comentarios tradicionales
Sobre algunas dificultades escriturarias
El Credibile quia ineptum est de Tertuliano
Las contradicciones dogmáticas que separan las religiones
¿Por qué “nuestra” religión no es la única verdadera?
Sobre el “solipsismo” religioso
A propósito de un ecumenismo gratuito y sentimentalista
Divergencia entre cristianismo e Islam
El prejuicio “no creer más que lo que se ve”. Contra los cientificistas
Contra el método científico
Sobre el argumento de la eficacia moral de la Legislación divina
Nota sobre los “soñadores” del siglo XVIII
Lo que necesita el pueblo para encontrar un sentido a la vida
Sobre el industrialismo
Nota sobre Gandhi
Circunstancias atenuantes para la duda
Sobre la apariencia de los Mensajeros, que combina santidad y belleza
Mensaje divino y naturaleza del receptáculo humano
Sobre el abuso de la inteligencia
Solución fundamental del problema de la credibilidad de los axiomas religiosos
Mito y arquetipo en toda religión
Sobre el Ying Yang
¿Qué es creer en Dios?

CRISTIANISMO-ISLAM, VISIONES DE ECUMENISMO ESOTÉRICO

CRISTIANISMO-ISLAM, VISIONES DE ECUMENISMO ESOTÉRICO

FRITHJOF SCHUON

1981

La cuestión de la relación entre el Islam y el cristianismo, que Massignon había planteado en su tiempo, no ha perdido actualidad, bien al contrario. La aproximación propuesta por Frithjof Schuon en este libro continúa la de Comprender el Islam. En este último, que se considera un de los mejores libros sobre el Islam jamás publicados en Occidente y que ha sido traducido a varias lenguas, el autor se dirigía a lectores occidentales y utilizaba muchas referencias, por una parte del cristianismo, y por otra parte de la Sophia Perennis, para ayudarles a comprender mejor, a pesar de todos los obstáculos confesionales e intelectuales que pueden interponerse en semejante empresa, una perspectiva religiosa que no podía ser desconocida por más tiempo. Este libro aborda cuestiones más técnicas a propósito de las dos religiones a la vez que aporta nuevas informaciones, por una parte, sobre el cristianismo, la liturgia, la cuestión de la epiclesis y sobre todo el evangelismo, después comparando las perspectivas morales entre el cristianismo y el Islam y precisando las condiciones de un verdadero ecumenismo, y finalmente desarrollando puntos particularmente delicados de la teología musulmana y recordando de manera sintética el contenido de Comprender
el Islam.

El capítulo sobre el evangelismo despertará ciertamente el interés de todo católico que quiera comprender en profundidad este fenómeno religioso de tipo “paulino” inaugurado por Lutero. Al fin del capítulo sobre las “Alternancias en el monoteísmo semítico” menciona a la Santísima Virgen como “puente de unión” providencial entre el cristianismo y el Islam, lo que no dejará de impresionar a toda persona deseosa de promover un ecumenismo preocupado por preservar la integridad exterior y exotérica de las dos religiones estableciendo al mismo tiempo un lazo vivo a nivel místico y espiritual.

Lista de los principales temas abordados en
Cristianismo-Islam
Frithjof Schuon

Primera Parte: Cristianismo
Al margen de las improvisaciones litúrgicas
El enigma de la epiclesis
La cuestión del evangelismo

Segunda Parte: Problemas intermedios
El problema de las divergencias morales
Alternancias en el monoteísmo semítico

Tercera Parte: Islam
La idea del “mejor” en el orden confesional
Imágenes del Islam
Dilemas de la escolástica musulmana
La Paraíso como teofanía
Atomismo y creación
De la Voluntad divina

*Primera Parte: Cristianismo*

Al margen de las improvisaciones litúrgicas
Sobre las dos maneras divergentes de concebir la liturgia
El “desarrollo” litúrgico
Los primeros cristianos
La simplicidad original
¿Se puede inventar una liturgia?
La cuestión de las lenguas litúrgicas
Carácter aristocrático de las lenguas antiguas
Sobre el abandono del latín
Deterioro general de las lenguas
Sobre los derechos supuestos de “nuestro tiempo”
De la religión de las catacumbas a la religión de estado
Sobre la manifestación progresiva del genio religioso
Liturgia y arte/artesanado
Problema de la readaptación litúrgica

El enigma de la epíclesis
Definición de la epiclesis como invocación del Espíritu Santo en la
plegaria eucarística
Divergencias entre católicos y ortodoxos
Sobre la transubstanciación
Epiclesis, ¿”cooperación activa de la comunidad eucarística”?
¿Inadecuación de la lógica en materia teológica y sacramental?
Historia de la plegaria eucarística
Sobre los tres elementos que comprende todo sacramento: materia,
forma e intención
A propósito de la divergencia entre latinos y griegos sobre el papado
Papel de la anáfora en la consagración
Lo que debe implicar la intención

La cuestión del evangelismo
Las tres grandes confesiones del cristianismo
Evangelismo luterano y protestantismo liberal
Arquetipos de las religiones
Necesidades del alma germánica en relación con los latinos y los griegos
Diferencia entre una herejía intrínseca y una herejía extrínseca
Sobre el arrianismo
Todo exoterismo religioso es “herético” en relación con las otras
religiones y la sophia perennis
Sobre los concilios y la Reforma
La Iglesia romana y el mundo del Evangelio
¿Qué es lo que permitió a Lutero separarse de Roma?
Aspecto típicamente paulino del evangelismo
Papel de los papas en la explosión luterana
Cada confesión manifiesta el Evangelio de cierta manera
Iconoclasmo protestante e iconoclasmo de San Bernardo
Sobre el celibato de los sacerdotes impuesto por Gregorio VII tras
mil años de práctica contraria
Falta de realismo de Lutero
Los consejos evangélicos y los votos monásticos
Lutero y Calvino, diferencias
La potente personalidad de Lutero
Los dos legados del mensaje luterano
Los grandes temas de Lutero: la Escritura, Cristo, lo Interior, la Fe
Diferencia de perspectiva a propósito de la Cena, entre Lutero y Zwinglio
Cena luterana y Comunión católica
Lutero y el pesimismo antropológico de San Agustín
Salvación y consciencia del pecado
Sobre la mística atormentada de Lutero
Sobre la relación entre la fe y las obras
Sobre el ascetismo
Diversas clases de ascesis
La idea del pecado, la cuestión de los escrúpulos
Interpretación gnóstica de estas cuestiones
Lutero y Shinran, comparación
Sobre la predestinación
Es un error querer reducir las obras a la predestinación negando así
su libertad
Sobre la oposición entre la fe y el conocimiento
Sobre la jerarquía religiosa
Fe y amor en San Pablo
Medios exteriores, arquetipos interiores, principio de la abrogación
en el Corán
Obtener la gracia por un don sobrenatural y por medios naturales
Lutero y los “amigos de Dios”
Gnosis y misterio paulino o bíblico de la fe

Segunda Parte: Problemas intermedios

El problema de las divergencia morales
Orígenes de las divergencias
Sobre el divorcio
¿Qué significa “dureza de corazón” en boca de Cristo?
“Mi Reino no es de este mundo”
Sexualidad, matrimonio, divorcio, poligamia y cristianismo
Ambigüedad del placer terrenal
Aspecto esotérico del cristianismo
Sobre la moral judeoislámica
Karma, bhakti, jñana / Cristianismo e Islam

Alternancias en el monoteísmo semítico
Para comprender el antagonismo entre el cristianismo y el judaísmo,
y el cristianismo y el Islam
Sobre el amor sacrificial del cristianismo (bhakti)
Sobre la magna carta del cristianismo: el carácter único de la
sobrehumanidad de Cristo
El upâya cristiano
Desdén de la sapiencia en el cristianismo
A propósito de una dimensión de gnosis en el cristianismo
La Virgen María, personificación de la Sabiduría supraformal
Sobre los grandes soportes de la vía crística
Cristianismo, doctrina del Intermediario
Verdad absoluta y verdad relativa en Shankara
Problema de Cristo con dos naturalezas pero siendo una sola
persona
Peligro del aspecto “novedad” del cristianismo
Sobre el civilizacionismo católico
Diferencias entre el mundo grecorromano y el mundo germánico
Tres estilos de arte cristiano: bizantino, románico y gótico
¿Qué reprochan los musulmanes a los cristianos?
Sobre el número excesivo de las víctimas de la Inquisición
Sobre las herejías reales o aparentes del mundo cristiano
Sobre el diotelismo y el monotelismo
Lugar del Islam en el monoteísmo
El Islam, perspectiva de santo equilibrio, el cristianismo,
perspectiva del santo desequilibrio
Sobre el rechazo a obtener justicia en la moral cristiana,
comparación con la posición del Islam
La teología a menudo reducida al arte de conciliar nociones
lógicamente inconciliables
Extraordinaria amplitud de la herejía y de su represión en el
cristianismo
Papel de la Santísima Virgen en el mensaje crístico
La Santísima Virgen, personificación de la santidad como tal

Tercera Parte: Islam

La idea del “mejor” en el orden confesional
Sobre las afirmaciones exclusivas y excesivas de todo exoterismo
destinadas a establecer su valor único
No hay opinión canónica del cristianismo sobre el Islam, que
vino después, pero estas opiniones existen en el Islam
Diferencia de fondo entre las dos religiones
¿Cómo ve a Cristo el Islam?
Sobre los méritos de Muhammad, el “mejor de los hombres”, en el Islam
¿Qué significa de hecho esta afirmación de “el mejor de los hombres”?
Transcendencia e Inmanencia en el Islam
Esoterismo y santidad en las dos religiones
Antropomorfismo divino y teomorfismo humano en toda religión
A propósito del estilo del Corán
Definición del upâya como “medio espiritual que permite captar el
mayor número posible de almas”
El mensaje de equilibrio y de síntesis del Islam
Santidad y sentido práctico, Jesús y Muhammad
Sobre la cualidad de “terminalidad” del Islam, aspecto positivo y
aspecto privativo
Terminalidad y Primordialidad
El Islam es el mensaje de la Unidad metafísica
Expansión fulminante y estabilidad diamantina del Islam

Imágenes del Islam
Equilibrio entre la contemplatividad y la combatividad en el Islam
El sentido profundo del simbolismo de la espada
La dimensión política del Islam
Sobre el alma árabe
Sobre las tres esferas de todas las religiones
Sobre el chiismo
Sobre las divergencias confesionales entre los chiitas y los sunitas
El asunto del oasis Fadak
El caso extraño de Fâtimah
Muhammad y Âli, dos personalidades diferentes
Sobre el imâmismo

Dilemas de la escolástica musulmana
Definición de toda teología
Sobre la teología asharí
Análisis de ciertos pensamientos de Asharî
Sobre la ilimitación de la Omnipotencia
Sobre la creación que tiene un comienzo pero no un fin
Dios, creando al hombre, se obliga
Sobre el voluntarismo teológico
Ghazâlî
Digresión sobre la naturaleza de la verdadera sabiduría
El omnipotencialismo-obediencialismo antimetafísico de Asharî
Sobre la exactitud de los razonamientos, ejemplo de un razonamiento
vicioso en el catecismo de Fudâlî
Sobre la razón imperiosa de desconfiar de las especulaciones racionales
Sobre la teoría asharí de la causalidad
¿Gratuidad de la creación?
Confusión clásica entre la necesidad y el apremio, y la libertad y
lo arbitrario
Sobre la reducción de la naturaleza del Universo a la única relación
“Creador-criatura”
Sobre la tendencia del espíritu semítico a reducir las cosas a
alternativas simplificadoras y fácilmente moralizadoras
Razones de la incapacidad de comprender la noción de Mâyâ
Todo exoterismo religioso es voluntarista, y por lo tanto moralista, y
deprecia a su manera la inteligencia
Sobre el carácter impulsivo del antiguo próximo-oriental
Sobre la antropomorfización de Dios
A propósito de una formulación típicamente asharí en un pasaje de
Ibn Arabî
Fondo del problema: la cuestión del mal “querido” por Dios
Lugar menos importante de la teología en el Islam que en el cristianismo
Sobre algunos méritos que contribuyeron al éxito de Asharî
Mentalidad semita / mentalidad griega o hindú
Pensamiento estático / pensamiento dinámico
Ejemplo del infierno y del cielo eternos

El Paraíso como teofanía
A propósito de dos hadîths sobre los habitantes del Paraíso

Atomismo y creación
El unitarismo asharí, atomismo y ocasionalismo
Sobre los mutazilíes
Cuadro metafísico y cosmogónico en respuesta a la cuestión del
“porqué” y del “cómo” de la creación

De la Voluntad divina
Aclaración del enigma “Dios hace lo que quiere”
Sobre el “Dios extravía” del Corán
Sobre el dicho de Ghazâlî de que Dios no tiene ninguna obligación
respecto a nadie
La cuestión de la Subjetividad divina
Sobre la Mâyâ cósmica
Sobre la razón de ser de la contingencia

EL SUFISMO: VELO Y QUINTAESENCIA

EL SUFISMO: VELO Y QUINTAESENCIA

FRITHJOF SCHUON

1980

“Velo” y “quintaesencia”, dos términos que señalan una oposición en el orden simbolista y doctrinal y que se refieren, respectivamente, a lo exterior y a lo interior, o a la contingencia y a la necesidad. Distinguiendo un “velo” en el sufismo, entendemos eso, aquí, no en el sentido totalmente general que se aplica a toda expresión de lo trascendente, sino en un sentido particular que es propio del sufismo histórico debido a su estrecha vinculación con una psicología confesional y con un temperamento ardiente”. (Prefacio)

Tradicional o convencionalmente, se considera el sufismo como el esoterismo del Islam. El presente libro quiere mostrar que esa definición no puede ser aceptada más que con ciertas reservas; en efecto, cuando se estudia el sufismo sin ninguna idea preconcebida, uno debe darse cuenta de que no es el esoterismo sino que lo contiene. Esto quiere decir que hay dos sufismos, uno que prolonga simplemente la religión común en el sentido de la piedad, de la ascesis, de la imaginería mítica y mística, y otro que es la quintaesencia del
simbolismo religioso y que, por eso mismo, va más allá de él; esta quintaesencia es metafísica y, por consiguiente, universal.

Esto quiere decir que el sufismo se presenta ante todo como un velo, y éste Es el sufismo general y medio, que, en la práctica, apenas se distingue del celo religioso, salvo por ciertos simbolismos más o menos
elípticos; a continuación se presenta como una quintaesencia, la cual coincide por definición con toda metafísica y toda espiritualidad contemplativa, sea cual sea su origen tradicional.

El sufismo propiamente esotérico se apoya siempre, por supuesto, en los símbolos fundamentales del Islam, tanto rituales como doctrinales, pero los reduce a sus intenciones arquetípicas y por lo tanto universales y coincide así con lo que podríamos llamar la sophia perennis.

En la literatura sufí, esta quintaesencia se encuentra por todas Partes, pero esporádicamente más que en una forma de exposición sistemática. El autor del presente libro considera en todo caso que el esoterismo, cualesquiera que puedan ser los testimonios escritos, resulta en primer lugar de la naturaleza de las cosas.

Lista de los principales temas abordados en
El Sufismo, Velo y Quintaesencia
Frithjof Schuon

Prefacio
Elipsis e hiperbolismo en la retórica árabe
La simbiosis exo-esotérica
Paradojas de un esoterismo
Premisas humanas de un dilema religioso
Tras las huellas de la noción de filosofía
El esoterismo quintaesencial del Islam
Dimensiones hipostáticas de la Unidad

*Prefacio*
¿Velo? Dependencia del sufismo respecto a una psicología confesional
¿Quintaesencia? Doctrina integral considerada en lo que tiene de
fundamental y de necesario
No hay nada peyorativo en la noción de sistema
¿Las expresiones doctrinales tienen que ser exhaustivas?
¿La inteligencia es siempre conforme a su esencia, a saber, la
objetividad?
Un Islam contingente y un Islam absoluto
¿Cuál es la ortodoxia intrínsecamente del Islam?

*Elipsis e hiperbolismo en la retórica árabe*
Sobre el estilo árabe
Sobre los dos polos de estilo árabe cristalizados en las escuelas de
Kufa y Basora
Sobre el estilo metafórico e hiperbólico de la lengua árabe
Sobre el carácter fácilmente indirecto de la retórica árabe
Emotividad fulgurante y profunda generosidad de la mentalidad árabe
Función de la hipérbole árabe
Ejemplos de hipérbole
Sobre las metáforas cuantitativasacerca de la ilimitación del Paraíso
Sobre la imaginería infernal
¿Cuál es la función de la utilización de imágenes excesivas?
Más sobre la emotividad y la impulsividad
¿Qué es el beduino, metafóricamente hablando?
La piadosa exageración y la piadosa absurdidad se encuentran por
todas partes
Hay que abstenerse de ver en cierta racionalidad moderna una
superioridad total
Sobre la tautología árabe, ejemplos
Sobre la enunciación doctrinal por medio de una contradicción, ejemplos
Sobre la cuestión de las expresiones antinómicas en el Corán
Sobre el empequeñecimiento de lo humano
Coherencia lógica / carácter oscuro

*La simbiosis exo-esotérica*
Inspiración y revelación
Reflexión e intelección
Razonamiento y visión
Sobre la interpretación de las Escrituras sagradas, sobre la
hermenéutica
Exoterismo y esoterismo
Sobre los arios (metafísicos y lógicos) y los semitas (místicos y
moralistas)
Sobre los antiguos árabes escépticos y supersticiosos
Para el musulmán piadoso, la racionalidad aparece como un recuerdo
pagano
Sobre la afinidad, paradójica, entre el Islam y la gnosis
La metafísica sufí estrechamente ligada al creacionismo antimetafísico y
moralizante de los teólogos monoteístas
¿Qué es lo que interesa al esoterista?
Lo que tienen en común judíos y árabes: una imaginación desbordante
El alma árabe es pobre, pero heroica y generosa
Riqueza pobre, pobreza rica
Sobre el inteleccionismo ario y el inspiracionismo semítico
Sobre la acentuación totalitaria de la Unidad divina en el Islam y
la de Cristo en el cristianismo
Paréntesis: comparación entre la Biblia y el Corán
Los sufíes tratan de combinar las dos tendencias, el platonismo y el
asharismo
¿Cómo se encuentra expresada en el Corán la tesis “platónica”?
Sobre el razonamiento asharí a propósito de este versículo: “Dios
hace lo que quiere”
El gran mérito de Ibn Arabî
La distinción entre lo necesario y lo posible aplicada
al ámbito del pensamiento y de la inspiración mística.
Hay por lo tanto dos sufismos…
Sobre la presencia del elemento “ebriedad” en el Islam
Sobre la danza de los derviches
¿Por qué existe estrechez confesional e incluso intolerancia
en el sufismo?
¿Por qué las religiones y las teologías no son tolerantes respecto
a otras religiones y a otras teologías?
A propósito de una declaración de Ibn Arabî sobre la religión del
corazón
Dios no es el mismo para todas las religiones más que en la
“estratosfera” divina, no en la “atmósfera” humana
Sobre los diversos niveles de la piedad

*Paradojas de un exoterismo*
Ejemplos de dialéctica excesiva
Un ejemplo sacado de Ibn Arabî (el patriarca José)
Sobre la historia extravagante del alfiler en el manto de Cristo,
que le impide subir al Cielo
Sobre aquellos entre los exégetas que lo saben siempre todo…
Sobre la piadosa unilateralidad
Asharî exige un máximo de virtud, sobre la base de un mínimo de
inteligibilidad metafísica o simplemente lógica de Dios
Para Asharî, el mal viene de Dios lo mismo que el bien
Vuelta a los piadosos excesos de lenguaje que parece autorizar el punto
de vista de la fe
Ghazâli sobre Abû Bakr
Paradoja de una perspectiva de temor que no se ha opuesto al
matrimonio ni siquiera a la poligamia
Sobre la confianza
Aspecto a veces más aparente que real de la incoherencia de la moral
sufí
Sobre el “Dios me basta”
Sobre las dos subjetividades espirituales, individuo empírico y espíritu
De nuevo sobre la cuestión de las exageraciones moralistas o ascéticas
Ejemplos sacados de la “Vida de los santos andaluces”
Los sufíes que dan la impresión de desinteresarse de la exactitud de
los hechos y de los imperativos de la lógica
Ario y semita
Sobre el culto oriental al símbolo / sobre el culto occidental al
hecho
¿No hay más que una alternativa entre el lenguaje crédulo e indisciplinado
de la “fe” y un lenguaje escéptico y pedante de la “razón”?
Distinción que hay que hacer entre la imaginería desbordante del fideismo y
la inspiración simbolista objetivante
Sobre el exceso contrario en los sofistas y cientificistas griegos
Razonamientos perfectamente formulados de algunos pensadores
profanos e intelecciones mal expresadas de algunos gnósticos
Sobre el fideismo hanbalí, refractario, hasta el absurdo, a toda
interpretación simbolista de las imágenes coránicas
Paradoja de Ibn Arabî sosteniendo a veces el fideismo hanbalí
Tafsîr y ta’wîl
Presencia de medidas ascéticas para gentes pasionales (y por tanto
no calificadas) en el semiesoterismo
¿De qué tiene necesidad un occidental deseoso de seguir una vía
esotérica?
Es inútil imponer al “pneumático” actitudes que no tienen para él
ningún sentido
Concepción, meditación, concentración, conformación
Grado de inspiración en el Corán y en un libro místico
¿Qué es el sentimentalismo?
Una de las razones de la incoherencia de ciertos escritos sufíes: el
místico escribe en estado de éxtasis
Lógica de enamorados en un clima ardientemente religioso
Sobre la diversidad del “alma árabe”
La clave de muchos enigmas en el ámbito del pensamiento espiritual:
Dios exige de los hombres que sean piadosos y virtuosos y no
inteligentes
Papel del Espíritu Santo

*Premisas humanas de un dilema religioso*
Hacer accesibles las verdades transcendentes sin traicionarlas
Las religiones se dirigen a todos y no solamente a los contemplativos
¿Cómo se afirma el elemento “intelección” o “contemplación” en el Islam?
Sobre la mentalidad prudente y realista de los negociantes y de los
caravaneros
Precisión sobre el carácter del vaishya
Sobre la acentuación de la importancia de las observaciones exteriores
Piadosa agitación, piadoso encogimiento
Sobre el convencionalismo del vaishya
Cierto conflicto, en el alma árabe, entre la mentalidad del
“caballero” y la del “mercader”
Sobre los ahâdîth como fuente del karma yoga meticuloso y solícito que
recubre el esoterismo
Valor, no obstante, de la imitación meticulosa de los menores
hechos y gestos del Profeta
Sobre la Sunna
Precisiones sobre las relaciones entre las “castas” tipológicas y no
sociales o de clase
Los desequilibrados, los equilibrados, los disciplinados y los nobles
El hombre “Servidor” y “Vicario” según el Corán
“Sufismo” puede significar tanto el fanatismo más horizontal como la
especulación más profunda

*Sobre las huellas de la noción de filosofía*
¿Fueron filósofos Ibn Arabî, Jîlî y otros teóricos del sufismo?
¿Qué es la sabiduría según Pitágoras, Heráclito, Platón, Aristóteles?
La palabra “filósofo” no tiene, pues, nada de limitativo
Pensadores profanos y filpspfía en el sentido propio
Sobre el sensualismo de Santo Tomás
Sobre el filósofo en Ibn Arabî
Algunas palabras en defensa de los filósofos árabes
Ejemplo de la cuestión de la eternidad del mundo
Sobre la crítica de Ghazâlî contra la filosofía helenizante
Es como pensador y no como gnóstico como Ibn Arabî trató el
problema del mal
Es como gnóstico como trató la cuestión de la libertad
Diferencia relativa o total, según el punto de vista, entre la
filosofía y la gnosis
Sentido peyorativo de la filosofía cuando ésta parte de la duda más
que de la certeza
Teoría y toma de consciencia por el “corazón”
Sobre el problema de la infalibilidad y sobre la cuestión de saber si el
hombre está condenado por su naturaleza a equivocarse
No hay infalibilidad que englobe todos los órdenes contingentes posibles
Infalibilidad y papel del Espíritu Santo

*El esoterismo quintaesencial del Islam*
Las tres partes constitutivas del Islam: Imân, Islâm e Ihsân
¿Qué es el Ihsân?
Lugar del esoterismo quintaesencial en el Ihsân
Ejemplo de metafísica moralizante
Sobre la literatura sufí y sobre la impresión general que da
¿Cómo ve el Islam a las otras dos religiones semíticas?
Sobre el primer Testimonio de la fe: exposición metafísica
Sobre el segundo Testimonio
Sobre el sentido de la palabra Rasûl
Sobre el ternario clásico dhâkir, dhikr, madhkûr
Sobre la “Bendición del Profeta”
Sobre el sentido de la palabra “illâ”
Sobre el nombre Allâh
Sobre el nombre Muhammad
A propósito del monismo ontológico de Ibn Arabî
Sobre una manera gnóstica de ver el mal
Sobre la función del mal
Significado metafísico o místico de los versículos del Corán,
peligro de las interpretaciones forzadas
Sobre el carácter discontinuo, alusivo y elíptico del Corán
Sobre los “signos” coránicos en sí mismos
Selección de versículos coránicos y de ahâdîth
Sobre la lectura salmodiada del Corán
A propósito de un reproche hecho a Ibn Arabî
Todos los otros “pilares” de la religión no tienen sentido más que
con relación al doble Testimonio
Sobre la explicación esotérica de las posiciones corporales de la
oración musulmanas
Sobre el Nombre Allâh como quintaesencia de la oración
Sobre el recuerdo de Dios en el Corán
Dhikr y Jihâd (combate espiritual)
El Dhikr contiene toda la Ley
La Esencia une porque es una
Temor, Amor, Conocimiento, e interrelaciones entre los tres
Polo estático y dinámico del temor y del amor
Polo objetivo y subjetivo del Conocimiento
Sobre la tendencia del sufismo clásico a obtener resultados
cognitivos por medios volitivos
¿Cómo presenta el Corán a los Profetas anteriores?
Sobre Maryam
El sufí, “hijo del momento”
Todo el sufismo en estas cuatro palabras: Verdad, Corazón, Recuerdo,
Pobreza

*Dimensiones hipostáticas de la Unidad*
Síntesis metafísica del simbolismo esotérico de la Shahâdah
Raíz de todo el problema de la creación o de la manifestación universal
Sobre las definiciones primeras de la naturaleza divina: Absoluto,
Infinito, Perfección
¿Qué es la divina Perfección?
Reflejo de esta doctrina en la progresión del número
Jalâl, Jamâl y Kamâl (Majestad, Belleza, Perfección)
Formula trinitaria al principio de cada sura (En el Nombre de Dios, el
Clemente, el Misericordioso)
La exterioridad divina y la interioridad
Certeza, serenidad y fe; Luz, Paz y Vida

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